La amargura de los de Esquerra es comprensible. Tienen a su líder, Junqueras, en la cárcel desde el primer día, mientras la gloria y el protagonismo se lo lleva un ‘president eterno’ que vive tranquilamente en Alemania como vivió antes tranquilamente en Bélgica.
La noticia hoy es que los independentistas andan a la gresca.
Como saben, el bloque independentista ganó las pasadas elecciones en Cataluña, pero no en un solo partido; de hecho, el partido más votado fue su némesis, el Ciudadanos de Inés Arrimadas. Y ahora, a cuenta de la sustitución del ex presidente Carles Puigdemont en el Parlament, las dos grandes listas del ‘procesismo’, Junts pel Si y ERC se están tirando los trastos a la cabeza.
‘La división independentista bloquea el Parlamento catalán’, abre el diario oficial del sanchismo. Al fin, los ideales más apasionadamente desplegados del mundo tienen que ceder al hecho de que los representan seres humanos, con sus ambiciones y miserias.
La amargura de los de Esquerra es comprensible. Tienen a su líder, Junqueras, en la cárcel desde el primer día, mientras la gloria y el protagonismo se lo lleva un ‘president eterno’ que vive tranquilamente en Alemania como vivió antes tranquilamente en Bélgica.
El País también entrevista al candidato Pablo Casado, entrevista que saca a primera con foto y con la prescriptiva cita como titular: “Queremos ser todo a la derecha del PSOE”.
Es una confesión de parte de lo que he sostenido a menudo: el PP es un partido tapón, que existe para que no exista derecha real en España. Quieren ser la única derecha, pero una que consagra todo lo que apruebe la izquierda, impidiendo que una derecha de verdad, con un nicho electoral importante en el país, tenga representación parlamentaria.
El problema es que la actitud del votante con los partidos es muy similar a la del futbolero con su equipo, que no importa lo que cambien el banquillo o la estrategia que siempre le apoya. Son ‘los colores’. En este sentido, el votante de derechas, aunque decepcionado con ‘su’ partido, está anhelando que vuelva a ‘ilusionarle’ -es decir, engañarle-, algo que resulta imposible si al frente del mismo sigue quien ha gobernado durante tanto tiempo ya, Sáenz de Santamaría. Casado, en cambio, con su sonrisa de vendedor de crecepelo, podría repetir el monótono truco.
En ABC le han puesto las caras de Puigdemont y de Junqueras a los protagonistas del célebre cuadro de Goya, ‘Duelo a garrotazos’, sobre el dramático titular: ‘El golpismo se lía a garrotazos’. No sé, un poco exagerado, ¿no?
En El Mundo, ‘Puigdemont bloquea el Parlament al negarse a ser sustituido’. La foto va para un tipo grotescamente enmascarado con un amenazante bloque de hormigón en las manos. Se trata de uno de los partidarios de Ortega en Nicaragua, el último de los logros del socialismo real, ese que puede seguir trayendo invariablemente miseria, represión, opresión y mentiras sin que en Occidente se den por enterados.
Y el único que no abre con el conflicto interno de los independentistas es La Razón, que está comprensiblemente más preocupada por su futuro, dependiente del resultado de las primarias peperas: ‘El apoyo de Feijóo a Casado vuelca las quinielas del PP’. Me imagino a Marhuenda exclamando: “¡Detente, corazón!”.
Abajo, derrochando optimismo y pensamiento desiderativo, ‘Puigdemont dinamita el independentismo’. Un poco de paciencia, Paco, que tampoco es eso.