Ayer entraron en nuestro país a la fuerza unos seiscientos africanos que usaron, para forzar su ingreso, desde radiales a heces y cal viva, dejando heridos a varios agentes de las fuerzas de seguridad españolas.
Uno puede pensar lo que le dé la real gana de las fronteras y de la inmigración masiva. Los socialistas siguen con su insensata búsqueda de la utopía pese a haber fracasado dramáticamente en todas partes en las que se ha intentando, así que, por qué no habrían de darle a los suyo los liberales convencidos de que no debería haber fronteras y que cualquiera debería poder vivir en cualquier parte.
Pero hay un dato objetivo y terrible en todo esto, y es la violencia y es la ley.
Seiscientas personas han entrado en España contra la ley. Seiscientas personas han invadido España por la fuerza, hiriendo a efectivos policiales españoles. Eso solía ser grave.
Porque si esta ley puede ser vulnerada impunemente, cualquiera puede serlo. Si un país no defiende sus fronteras, no es un país. Y si el Gobierno -cualquier gobierno- escoge caprichosamente qué delitos se castigan y cuáles no, no es un gobierno, es una tiranía, y de la peor clase.
El caso es especialmente dramático porque responde con la exactitud de un reloj suizo a lo que el más idiota podía haber predicho, y no solo porque los incentivos funcionan y la ley de la causalidad no se ha abolido aún, sino porque tenemos ya abundantes ejemplos delante de nuestras narices. Lo que viene es Grecia, es Italia.
El asalto es una noticia lo bastante alarmante como para que abra nuestras cabeceras con una excepción, de la que nos ocuparemos al final. También es una noticia que va lo bastante a contrapelo de lo que llevan años tratando de vendernos como para que alguna retuerza cómicamente el lenguaje para darla.
Como El País: ‘Un salto masivo en Ceuta ahonda la crisis asistencial’. No, no es una de mis frecuentes erratas: pone ‘salto’, no ‘asalto’, como si estuviera describiendo una proeza olímpica.
Es decir, 600 africanos armados con cicallas y cal viva protagonizan un asalto organizado contra nuestras fronteras y el problema es la consecuencia que esto tiene para «lo asistencial». No querríamos en absoluto que el redactor responsable de ese titular tuviera que probar en sus propias manos el efecto de la cal viva, pero sospechamos que eso le haría cambiar, al menos internamente, sus prioridades informativas.
Tampoco acierta ABC, vaya por Dios, en dar la noticia como lo que es, aunque la foto con la que abre, un primer plano de varios de los asaltantes, es asaz descriptiva. ‘Máxima tensión en las fronteras tras el giro en la política migratoria’. Un juego divertido podría ser aplicar este modo de titular con eufemismos ridículos a hechos históricos, no sé: ‘Máximo calor en Hiroshima tras el giro en la política de uso armamentístico’.
El Mundo da la foto y el mejor titular o, al menos, el más concreto: ‘Asalto a la valla con cal viva’. Lo acompaña, además, con este otro asunto relacionado y aún más alarmante: ‘Alarma por los más de 50.000 subsaharianos que esperan en Marruecos’.
Pero no es su primer tema, sino este otro: ‘Casado impone a sus fieles y no admitirá «corrientes internas». Bien por Casado; es, como dijimos, lo único sensato que podía hacer para sobrevivir. Pero me deja algo perplejo que un asunto tan menor, en comparación, se anteponga al ataque organizado de ayer.
Pero La Razón les supera a todos. En el universo que dibuja la porta de hoy de La Razón, ayer nuestro país no sufrió un exitoso asalto desde el exterior, ni resultaron heridos varios agentes en el proceso; o si sucedió, no importa, porque su chico está ya en Génova y no hay nada más importante. Lo saca paseando sonriente -no conocemos otra modalidad, disculpen el pleonasmo- en Barcelona en un posado a mayor gloria de su imagen. Sospecho que hemos de verle en esa portada, como poco, tantas veces como vimos a Rajoy, mimado con idéntica veneración. No sé si conocen la serie de relatos infantiles que tiene por protagonista a Teo, pero algo así va a ser La Razón, cambiando Teo por Casado.
El titular es un entrecomillado, por supuesto, ipsa verba del líder: «Echo en falta a Soraya pero no temo zancadillas internas». La fe es libre, todavía, y yo estoy íntimamente convencido de que echa en falta a Soraya tanto como pueda echar en falta la tuberculosis y que claro que teme las zancadillas internas, o sería idiota. En cualquier caso, pensar que esa declaración vacía, de ocasión, pueda ser la gran noticia de ayer es la prueba de qué poco le importan a La Razón que sus lectores se enteren de lo que pasa.