Leviatán siempre nada hacia a la izquierda, eso es lo que hay que entender. Solo la izquierda tiene legitimidad y solo ella puede gozar del ejercicio real y tranquilo del poder; a la derechita le corresponde, a todo tirar, la administración ordinaria para gestionar ideas de la izquierda.
Ayer mismo, como quien dice, decenas de miles de niños españoles, centenares de miles, bordeaban la muerte por inanición, España estaba gobernada por una junta fascista podrída hasta el tuétano por la codicia, los pensionistas gemían, los artistas sollozaban, se gritaba incesantemente contra el silencio que imponía la Ley Mordaza y, en general, España se iba a los perros.
Ha bastado que Sánchez se colara en la Moncloa con escalo para que todo cambie súbitamente, para que todo haya vuelto a una dorada tranquilidad. Hasta el aire es otro, más cálido y respirable. Pablo sonríe, comprensivo y conciliador, y el presidente se retrata con kennedyanas gafas de sol en el Falcon, mirando importante unos papeles rumbo a Uropa.
Hasta tal punto es quién, no qué. La derecha, la derechita y la derechona hacen memes en Twitter y mascullan en los cafés; la izquierda, más práctica, quema las calles cuando el gobierno es de los otros.
Es la foto de primera de El País. Fuego ante una barrera de policías. ‘Una huelga general contra las reformas de Macri paraliza Argentina’. Ignoro si Macri es malo o malísimo, pero sé que Kirchner no fue buena. Pero la izquierda tiene derecho a gobernar y la derecha -o la no suficiente izquierda-, no.
Abre El País con que ‘España participará con otros ocho países europeos en una fuerza militar ajena a la UE’. Leo en el subtítulo que «pretende actuar también en misiones civiles» y, malicioso, omito mentalmente el ‘también’. Los Cien Mil Hijos de San Luis, versión actualizada en sentido contrario.
En España, todo es paz, porque basta la sombra de su mano, glorioso Sánchez. Lean, lean: ‘Sindicatos y patronal ponen fin a una era de ajustes salariales’ y, sobre todo, ‘Los nacionalistas vascos relajan su presión sobre el Gobierno’.
‘Desmontando España’, abre ABC, sobre sendas fotos de, a la izquierda, Pedro estrechando la mano a Urkullu y, a la derecha, Pablo con pinta de cantautor de segunda del tardofranquismo haciendo otro tanto con Urkullu.
Nada que ver aquí: quien no lo hubiera visto en su momento es que no estaba medianamente atento. No se llega a la Moncloa con 84 diputados sin malvender la finca a los buitres. Para que Sánchez tenga su juguete y pueda volar a Uropa con gafas de sol y hacerse la foto con Merkel, España debe ser troceada.
‘Sánchez se abre a ceder a Urkullu la caja de las pensiones’, abre El Mundo. Naturalmente. Es lo bonito de la política, que uno puede pujar con lo que no es suyo y que sea suyo el disfrute de lo que obtiene.
Abajo, «Estupor» en la Fiscalía con el «desprecio» del Gobierno por La Manada’. Que se vayan acostumbrado, que, como cantaban en la Revolución de los Claveles, «el pueblo es quien más ordena». En un pulso entre poderes, el Judicial no tiene nada que hacer, porque no es «democrático» en su sentido primario, etimológico. ¿Cuántos contenedores pueden quemar los jueces?
¿Populismo, dónde?
En La Razón -¡Oh, La Razón, duro destino!-, ‘Las víctimas piden a Sánchez una reunión urgente por el acercamiento de presos’. Yo que las víctimas me buscaba un sofá cómodo para la espera.