«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Había una vez…

Hay un momento, la noche del estreno de una obra de teatro con pretensiones dramáticas o ‘profundas’, en que un segundo separa un sonado éxito del más estrepitoso fracaso, cuando llega el monólogo en el que el autor ha echado el resto y que puede ser saludado con respetuosos aplausos o con letales carcajadas. 

Una carcajada que nos despierta del trance, del engaño que ha preparado el autor para suspender nuestra incredulidad. Y ya no hay vuelta atrás, ya todo hasta el final del último acto nos sonará engolado y ridículo. Increíble, literalmente.

Barcelona ha sido durante décadas la capital española de la creatividad publicitaria. Las grandes firmas mundiales tenían allí su central española, las nacionales surgían y prosperaban en su suelo. Y cuando, al fin, en un mundo en el que la imagen ha sustituido al argumento, la consigna a la explicación y la emoción a la razón, deciden lanzar una ofensiva propagandística internacional en apoyo del secesionismo, la empresa acaba como el rosario de la aurora.

Han calculado mal. No han visto lo tenue que es la línea que separa el melodrama de la comedia, lo solemne de lo ridículo, la lágrima forzada de la carcajada.

Han contado, atolondrados, con que una narrativa lacrimógena podría tapar una realidad evidente. No sé, quizá pudiera colar con un territorio menos conocido, por turístico; quizá unos buenos profesionales puedan convencer al mundo con una farsa así sobre Bután o Kirguisia. Pero Barcelona es la primera o segunda ciudad más visitada del mundo, y España una potencia turística.

No hay modo de convencer a nadie de que Cataluña es un territorio ocupado y oprimido que anhela una libertad que le niegan. La propaganda inteligente puede mucho, pero no nos volvamos locos, no es omnipotente ni le aguanta demasiados asaltos a la experiencia diaria.

Esto se les ha ido de las manos, la carcajada ya cambió el guión y la payasada se ha vuelto evidente. Está en el titular de la crónica de Pablo R. Suanzes en El Mundo: ‘Estupor en Bruselas ante «el circo catalán de ex president». Otegi es la prueba de que se puede pertenecer a una banda de asesinos de bomba y tiro en la nuca y seguir en el candelero político; el ridículo, en cambio, es letal en política.

‘La Justicia cita mañana a Puigdemont por rebelión’, abre El País sobre una foto del ínclito llegando al lugar donde habría de dar su esperpéntica rueda de prensa, protegido con vallas cubiertas por la bandera de España.

El mismo personaje, un primer plano del rostro en un momento especialmente poco favorecido, abre ABC. Es, claro, una forma de manipulación, un modo que usa el rotativo para transmitirnos su opinión sobre el hombre. Pero nos atrevemos a decir qu es también un retrato psicológico, más que del propio retratado, de la situación toda. Hay comicidad al estilo de Mr. Bean, pero también un punto de tragedia buffa.

El Mundo, que ya hemos citado, lo mejora. La foto corresponde a la charada de rueda de prensa, el president ‘fake’ recortado sobre un fondo azul con estrellitas, y un titular ‘asesino’: ‘Puigdemont monta un ‘show’ en Bruselas para pedir impunidad’. Realmente, no se me ocurre otro modo mejor de decirlo.

Me extraña de La Razón, en cambio, que no se cobre su libra de carne sobre el secesionismo cuando la ocasión se lo pone tan a huevo, afilando un titular con el más negro sarcasmo. Quizá la apuesta sea la foto, el rostro a medias alucinado del ex conseller Forn de vuelta de su efímero ‘exilio’.

Por lo demás, su titular suena contenido para la ocasión: ‘Citación express para Puigdemont’.

Y, ahora, solo queda comprobar si el espectáculo va a alargarse mucho más.

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