Facebook, la red social que tiene 2.167 millones de cuentas en el mundo, ha cerrado 32 (sin ceros ni nada) de ellas, alegando que se dedicaban a la intoxicación informativa, y El País, nuestro diario de reverencia, lo considera tan alarmante como para merecer un lugar de honor en su primera: ‘Facebook descubre en EE UU otra campaña de intoxicación masiva’.
No sé, pero a mí lo de El País me parece intoxicación de un tipo bastante peor, aunque, eso sí, cada día que pasa es menos masiva. Hoy, por ejemplo, abre con el siguiente titular: ‘Sánchez ofrecerá a Casado pactar sobre Cataluña y la inmigración’. Bien, ¿no? Uno lee ese titular y deduce un gesto de estadista, de hombre de consenso, que amaga un acercamiento con el jefe del partido más votado, recién salido de unas primarias internas. Por si no quedara claro ese mensaje de buen rollito, su subtítulo lo acentúa: ‘El presidente quiere acuerdos de Estado con el PP’.
Veamos cómo lo dan las demás cabeceras, que casualmente abren con el mismo asunto y, a la vez, con uno completamente diferente.
Leemos en La Razón: ‘El Gobierno dinamita los pactos de Estado con PP y Cs’. Caramba, cómo cambia el cuento: de proponerlos a dinamitarlos. Naturalmente, es La Razón, y en una discrepancia informativa entre estos dos papeles, sería incapaz de decidirme, sabiendo hasta qué punto existen para repetir la versión de sus señoritos.
Así que paso a El Mundo: ‘El Gobierno descalifica a Casado antes de recibirle en Moncloa’. Vaya, eso no se parece mucho a lo que abre El País, ¿verdad? ABC lo mira desde el otro lado, del lado de la oposición, con un mensaje igualmente negativo: ‘PP y Cs ven a Sánchez totalmente desbordado’.
Hay que admirarse de que nadie pueda pensar que 32 páginas de las 2.167 millones que hay en Facebook puedan constituir una ‘desinformación masiva’ digna de titular en primera, cuando al ciudadano español medio, su primer diario, con un solemnidad pomposa de todos conocida, informa como lo hace.
O, si tuviese razón El País, su alarma y su denuncia debería centrarse en rivales a los que se toma bastante más en serio que espontáneos sin credibilidad y credenciales. Pero ya sé, ya sé: perro no come perro.