«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Lecciones de estilo

Idea novedosísima, brillante. Podría haberla usado Rajoy en referencia a Correa, e incluso el gobierno británico del 39 para no declarar la guerra a Hitler tras la invasión de Polonia…

No cabe duda de que a Sánchez se le ha ocurrido una idea novedosísima para resistirse a un cese tan obvio como el de la ministra Delgado. Lo leemos en El País, cuya primera noticia obviamos como cortina de humo y de cuya segunda hablaremos luego: ‘Sánchez apoya a Delgado: «No nos marcará la agenda un corrupto».

Se refiere, claro, al comisario Villarejo. Es brillante, muy brillante. Uno medita y se asombra de cómo podría haber cambiado la historia. Podría haberla usado Rajoy en referencia a Correa, e incluso el gobierno británico del 39 para no declarar la guerra a Hitler tras la invasión de Polonia: «¿Qué pretenden, que sea un dictador como el Führer quien marque nuestra agenda bélica? ¿Va a decidir el tirano alemán cuándo movilizamos nuestras tropas?». Suena tan digna y elevada que hasta hace olvidar el infame colegueo de la aún ministra con el famoso corrupto.

Paso deprisa sobre la segunda noticia, la que va con foto, porque el tema hoy es el que es. ‘Trump acusa a China en la ONU de interferir en las legislativas’. Donde las dan, podríamos decir, las toman. En realidad, toda potencia tiene interés en lo que se elija en otra potencia, e ‘interferir’ es una palabra muy elástica, aunque todas estas acusaciones dan una idea deplorable de la cabecita del votante medio, del que depende el gobierno de su país y que al parecer decide su voto por un comentario leído en Twitter de una cuenta desconocida. Lo importante del discurso de Trump en la ONU es que hizo una loa a la soberanía nacional, pero no es eso algo que interese a los dueños de Prisa.

Pero sigamos con la aún ministra. Es portada, caminando y de cuerpo entero, con cara de no haber quedado contenta con cómo le han dejado en la peluquería, en ABC. ‘Moncloa teme que Delgado caiga por más grabaciones’. No tema Moncloa: con la magnífica salida de Sánchez ya puede confesar la ministra en ella que es responsable de la muerte de Manolete.

Sola aparece en su escaño, como apestada, en la primera de El Mundo: ‘Sánchez se resiste a destituir a Delgado: «No acepto chantajes». La izquierda ha encontrado el secreto, la piedra filosofal de la política, el talismán mágico que la hace imponerse siempre a la derecha: una absoluta, desinhibida, abierta, inconmensurable y desacomplejada sinvergüenza. Un morro infinito, una cara de amianto. Nada de sonrojos, de titubeos, de disculpas; ni siquiera defensa: el ataque. Poner cara de digno y puro y soltar un desafío a toda lógica, al más elemental sentido común. A lo grande, con un par.

En La Razón, ‘Los jueces denuncian que Delgado «denigra» su prestigio’. ¿Ven lo que les digo? Suena blando, suena flojo. No hay alguien que aparezca con la solemne sinceridad o la sincera solemnidad del rostro granítico de Sánchez mirándote fijamente a los ojos y mintiendo con una frase sentida y una cara de piedra.

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