Hoy libro. Volveré presumiblemente mañana, cuando los diarios, con su propaganda cada vez más torpemente vestida de noticia, su distorsión descarada de lo que pasa, sus patéticos partes de la interminable guerra del poder, mantengan cierto tenue hilo con el hoy.
Comentar la prensa es tragarse el sapo diario de la línea del partido transformada en titulares, la actualización del catecismo de una nueva fe. Sea. Pero de las conmemoraciones no puedo escribir ni una palabra, no me sale.
Ya es curioso que el día en que ABC, diario oficial de la nostalgia, sigue con su fascinante ‘J’Accuse’ contra Montoro (‘El despacho que fundó Montoro cobraba para influir en el cambio de leyes’), los demás papeles están en colorear lo que pasó hace cuarenta años, en apuntalar nuestro mito de origen.
Aunque, bien mirado, quizá sea la portada del veterano la melancólica pero más necesaria meditación sobre ese cuadragésimo aniversario, exponiendo los lodos de aquellos polvos.
No niego interés a nada de eso, al estudio de lo que ha sido. Pero no es la actualidad ni tampoco llega a historiografía. Es una gigantesca palmadita en la espalda, un cebo para ‘baby-boomers’ nostálgicos, la fijación en piedra de la verdad canónica de todo aquello.
Y me niego.