«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Esto no es una peli

A veces da la sensación de que esta película que vivimos es un ‘test de stress’ del Estado de Derecho, una ITV de las instituciones, uno de esos simulacros rutinarios que se llevan a cabo para poner a prueba la capacidad de una máquina o la resistencia de unas estructuras.
Desde aquí, como desde muchas otras partes, hemos ido haciendo la prolongada crónica de una sustitución de lo real por lo aparente, de cómo en todo Occidente parece a menudo que el imperio de la ley, la fría ley de sus códigos, se tambalea y vacila ante el sentimiento jaleado por la narrativa mediática; de cómo se ha romantizado la revuelta y sacralizado las víctimas autodesignadas hasta colocarlas, se diría, por encima de la propia ley.
Esa parece haber sido la apuesta de los soberanistas catalanes, y de ahí que cada uno de sus gestos parezca diseñado por un excelente equipo de publicitarios -Barcelona es la capital tradicional de la creatividad española- y se hable más mirando a cámara que a los supuestos interlocutores.
Pero, a juzgar por las detenciones de ayer, diría que se han precipitado, que se han dejado adormecer por la banda sonora de su propia película -un cruce de Braveheart y El Patriota- y han apostado por que el cuidadoso posado atraería a unos nuevos Cien Mil Hijos de San Luis.
La ley -seca, árida, fiable e implacable- ha ganado esta mano.
La prensa internacional, en general, empieza a moderar su entusiasmo por la causa de los sublevados, y la nacional está que no la reconozco.

Sobre todo, El País. ‘Encarcelados los promotores de las revueltas separatistas’. Al lector poco avezado o distraído quizá le parezca un titular meramenta informativo, y lo es. Pero idénticos hechos se pueden presentar, sin mentir, de incontables formas, y para quienes llevamos años estudiando los juegos semánticos de los chicos de Prisa ese «promotores de las revueltas», ese optar por el delito como identificador de los afectados en lugar de hacerlo por el nombre o por otras prendas personales, ese «separatistas», más peyorativo que soberanistas o independentistas, hablan volúmenes.
La Razón, por ejemplo, titula: ‘Los «Jordis», a la cárcel’, sobre la foto, ampliamente repetida en portadas, de Jordi Cuixart y Jordi Sànchez saludando triunfales a sus ‘fans’ a la entrada del juicio.
Supera a ambos en comedimiento La Vanguardia, a la que casi se le pueden oír últimamente los temblores: ‘Sànchez y Cuixart ingresan en la cárcel acusados de sedición’.
‘Prisión sin fianza’, es el más escueto titular con que abre El Periódico, diario al que tampoco le llega la camisa al cuello en estos días de furia.
El Mundo, como El País y aún más que El País, elige términos flamígeros para dar la noticia: ‘La Justicia envía a prisión a los agitadores del separatismo’.

Observen: aquí no ha sido una jueza de carne y hueso, con sus sesgos y debilidades, quien ha mandado al talego a los «Jordis», sino la anónima Justicia, con su venda sobre los ojos, su romana y su espada.
Sigan observando: Cuixart y Sànchez no son encarcelados como ‘promotores’ de nada, que suena a mercado inmobiliario, sino por el más viejo, casi deliciosamente decimonónico vituperio de ‘agitadores’.
El Mundo parece querer zanjar definitivamente los debates que sin duda suscitarán los críticos, acentuando quién actúa realmente -la Ley- y cuál es el verdadero empleo de los acusados, agitación de masas.

ABC pasa a grande esta mano, y titula con los terribles fuegos del norte. En portada, una paisana llora en medio de un terreno arrasado por las llamas. ‘El terrorismo del fuego arrasa España y Portugal’.

Es, naturalmente, el segundo tema de portadas de todas mis otras cabeceras, esta insólita proliferación de incendios en el noroeste que ya es calificado por casi todos como ‘terrorismo’. ‘Terrorismo incendiario’, lo llama Feijóo, y creo que la analogía de esos fuegos que se encienden sin que quien lo hace pueda prever cómo acabará y cuántas víctimas provocará es, creo, una excelente analogía de todo lo que hemos hablado.

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