Soy, lo admito, la víctima ideal para un trilero, el público que cualquier prestidigitador podría desear, y salí del discurso de ayer de Puigdemont como salgo de un moderna película ‘con mensaje’, sin saber dónde está la bolita.
Como no es infrecuente en las situaciones más dramáticas, a muchos nos dio anoche por la risa floja, e hicimos no pocas a costa de la que en WikiPedia aparece ya como la república más breve de la historia, ocho segundos, un visto y no visto.
Pero es ya de día y hay que hacer cine fórum y examinar lo que hemos visto, con la cabeza bien fría y el ojo fijo en las manos del trilero. Solo entonces toca el aplauso amargo, aunque sincero a la estrategia de comunicación del catalanismo.
La charada fue perfecta, nadie se salió del papel: el discurso confuso, la firma, la falsísima decepción indignada de la CUP, el guión de TV3… Independece Day: la Película.
Lo han hecho. Nos la han colado por toda la escuadra. El 1-O fue en realidad un 10-0 de estrategia de comunicación, de guerra de cuarta generación, en la que lo pintado cuenta más que lo real. Y lo de ayer, un «más difícil todavía».
Cataluña es independiente, la declaración se hizo, la firmaron. El president no la suspendió; pidió que se suspendieran ya si eso. Resultado: tienen la independencia firmada pero, de cara al mundo entero, son responsables y, sobre todo, ‘dialogantes’.
No solo la opinión mundial, que importa más de lo que nos gustaría, sino, sobre todo, Madrid. Da una excusa a Rajoy para seguir sesteando, que es lo que hará con algunos gruñidos; da una coartada a la incesante traición cortoplacista del PSOE; da aire a Podemos y, quizá, deje con el pie cambiado a Ciudadanos.
Mírenlo así: si Rajoy aplica ahora el tan traído y llevado 155, ante nuestros socios internacionales estaría respondiendo a la rama de olivo y la petición de diálogo a cañonazos. Puigdemont pondría cara de Viktor Laszlo en Casablanca y el relato de una Cataluña sojuzgada quedaría grabado a fuego en la opinión mundial.
El PSOE no solo dejaría solo al Gobierno sino que lo denunciaría con toda la teatralidad apropiada al caso. Media España, tal vez, que cree haber visto lo que quieren que haya sucedido, no entendería nada y pediría paz y diálogo, que es para lo que ha sido condicionada durante medio siglo.
Si Rajoy se apunta a su juego favorito y hace como que no ha pasado nada y se queda muy quieto, el Govern solo tendrá que esperar unos días, mirar a cámara, decir que Madrid se niega a dialogar y seguir adelante con el papelito firmado.
Y si Rajoy se aviene y abre negociaciones, ya lo estará haciendo con un igual, de tú a tú, conversaciones entre España y Cataluña, y nuestra peor pesadilla se habrá hecho realidad.
Cara, yo gano; cruz, tú pierdes. Es lo que pasa cuando un país se enfrenta a un monumental reto histórico y tiene a su frente un registrador de provincias, bueno para presidir el casinillo de Santa Pola.
La prensa nacional lo ha entendido, al menos a medias.
‘Independencia a plazos que prolonga el caos en Cataluña’, abre El País sobre foto del momentazo. Su editorial, del que saca los primeros párrrafos a primera, tiene un titular clarificador: ‘Una nueva trampa’.
Abajo, otra pieza del ‘puzzle’: ‘Confusión en la calle y llamada de la CUP a imponer la república’. La calle es siempre la única confusa en estas representaciones; ese pueblo que, según la carcajeante especie que nos venden, gobierna y decide y es soberano, siempre queda a oscuras.
Esa calle, versión ‘indepe’, es la protagonista de la portada de ABC, gestos de llorosa decepción entre las huestes entusiastas de la secesión. Ya ven, les toca reír y lloran, porque aún no han visto bien el truco.
Titular: ‘Puigdemont chantajea al Gobierno para ganar tiempo’. No, no creo; ya no, o no solo. El chantaje es de larga data, es lo que hemos vivido todos estos años. El chantaje no es noticia. Un chantaje supone que si el chantajeado paga, todo quedará como antes, y no, ya no.
Y tampoco es solo para ganar tiempo. Con esto lo gana casi todo.
‘Chantaje’ vuelve a ser la palabra, creo que errónea, en el titular vociferante de El Mundo: ‘Farsa y chantaje’. Elijo farsa.
Saca a primera un contraste fotográfico, una primera imagen de quienes esperaban la proclamación en la Plaza de Companys, primero entusiasmados, luego decepcionados.
También su editorial, lo que se está convirtiendo en hábito: ‘Una mascarada que cronifica la coacción al Estado’. Aquí, me quedo con ‘mascarada’.
Otra vez imagen de la decepción populares de quienes no han logrado ver dónde ha quedado la bolita en la primera de La Razón. ‘Independencia (ahora) en diferido’. Pero la independencia siempre habría de ser en diferido, aunque se acordara del modo más amistoso del mundo con Madrid, porque un Estado de quinientos años no se desgaja en unas horas.
Los periódicos catalanes ponen cara de tragarse el relato oficial, qué remedio, y mientras La Vanguardia titula ‘Puigdemont suspende la independencia tras anunciarla’, El Periódico trampea: ‘Tiempo muerto’.
«Pero no es legal», oigo llegando desde las últimas filas, el último murmullo de quienes creen que las proclamaciones de independencia se publican en el BOE.
A continuación se detallan los tipos de cookies utilizados en nuestra web. Puede configurar la aceptación o no de las mismas. Lea nuestra Política de cookies.