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«Santiago Abascal habla de la España que heredarán sus hijos. Piensa en grande»

Tucker Carlson: «Si alguien quiere saber cómo serán los próximos diez años en el resto de Occidente, que mire a España»

Tucker Swanson McNear Carlson (San Francisco, 1969) es desde hace años el periodista más influyente de los Estados Unidos. Cuando en abril dejó de emitirse Tucker Carlson Tonight, su programa era con diferencia el más visto de la televisión norteamericana.

A pesar de su éxito, o seguramente gracias a él, FOX le canceló para honrar de manera escrupulosa su nueva relación con Disney: todo atisbo de oposición al movimiento woke sobraba —y sobra— de la parrilla del canal que, por error o costumbre, aún es referencia para millones de televidentes conservadores.

Antes de pasar por la emisora de Rupert Murdoch ya había salido escaldado de CNN en 2005 y de MSNBC en 2008, y ahora se refugia, libre, desde su casa de veraneo, en X (vulgo Twitter), donde emite un nuevo espacio con decenas de millones de espectadores.

Tucker Carlson, periodista y cercano a Donald Trump, ha aprovechado su visita a España para conocer a Santiago Abascal y vivir en persona las manifestaciones de Ferraz contra Pedro Sánchez, sus socios y sus pactos. Nosotros, para charlar con él.

Viene de Washington, donde se perciben de manera evidente las similitudes entre la política estadounidense y la española. A su juicio, ¿cuáles son los enemigos de las naciones y las democracias occidentales?

Es la estructura misma de España, los Estados Unidos, Australia, Canadá, el Reino Unido y todo Occidente la que ha cambiado de un sistema de base democrática, en el que la mayoría tenía sus necesidades cubiertas, a una situación en la que la persona media no obtiene absolutamente nada. No hay conexión entre los problemas de la gente y lo que hace el Gobierno.

¿No es eso lo contrario de lo que entendemos por democracia?

Eso no es democracia. Un grupo muy pequeño de personas ejerce más poder económico y político que nunca.

De ahí, ¿a dónde?

Una de dos. O viviremos en una dictadura, y ahí es hacia donde nos estamos moviendo, o habrá algún tipo de reacción popular que nos devolverá a la democracia. Vamos camino de una colisión y, una vez más, España muestra el camino. Si alguien quiere saber cómo serán los próximos diez años en el resto de Occidente, que mire a España. No es la primera vez que sucede.

Precisamente anoche tuvo la oportunidad de participar en las manifestaciones contra Sánchez y sus socios. Van 11 días seguidos por ahora y el Gobierno y los medios de comunicación del sistema siguen repitiendo que se trata de disturbios, violencia y extremismo. ¿Fue eso lo que vio en Ferraz?

No. Fue la manifestación más moderada a la que he asistido. No había nadie llamando a una revolución, sino personas reclamando al Gobierno que cumpla su promesa fundamental, que es representarles y compartir el poder con el pueblo. Eso es la democracia: el gobierno del pueblo. Pero con un Ejecutivo que ignora los problemas de la gente no hay democracia. Así que no, no es un grupo de revolucionarios ni de violentos. Todo lo contrario. En Ferraz se reúnen personas que reclaman volver a lo que se les prometió hace décadas, que fue una democracia.

Ha sido la primera vez ha coincidido con Santiago Abascal. ¿Cuál es su impresión sobre él y su papel en estos momentos que vivimos en España?

Santiago es una persona de principios. He pasado mi vida entrevistando a políticos. He entrevistado a todos los políticos. Eso es lo que hago para ganarme la vida. Y están interesados ​​en otras cosas. «¿Cómo llego al poder?», «¿cómo consigo votos?», «¿cómo puedo formar coaliciones?». Pasé la tarde de ayer con él, cenamos juntos y paseamos por Madrid. También nos hemos visto esta mañana, y no mencionó esos asuntos ni una sola vez.

¿Eso es habitual? ¿De qué han hablado?

Santiago habla de la España que heredarán sus hijos. Piensa en grande, y son personas así las que cambian la historia, las que son capaces de dar tres pasos atrás y pensar «¿cómo será esto dentro de 100 años?». Es quién imaginé que sería. Quedé muy impresionado. Y no me gustan los políticos, no paso tiempo con ellos voluntariamente.

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