«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
«El Gobierno de España demuestra el comunismo no ha muerto»

Zoltán Kovács, portavoz internacional del Gobierno de Hungría: «Bruselas está normalizando silenciar voces disidentes, y eso conduce a una dictadura»

Zoltán Kovács, portavoz internacional del Gobierno de Hungría. LA GACETA

El portavoz internacional del Gobierno de Hungría y secretario de Estado de Comunicación y Relaciones Internacionales, Zoltán Kovács, atiende a LA GACETA ante el ascenso de los partidos patriotas y soberanistas en todo Occidente. La fortaleza de Meloni, la victoria de la FPÖ en Austria, el ascenso de líderes como Marine Le Pen en Francia o la AFD en Alemania y la reciente victoria de Donald Trump en los Estados Unidos son sólo algunos de los síntomas de que vienen vientos de cambio.

Ante esto, la Comisión Europea, en manos de populares y socialistas, ha cerrado filas y ha tomado medidas que restringen la libertad de los europeos y ponen en tela de juicio la fortaleza de las democracias liberales. La anulación de las elecciones en Rumanía y la posterior expulsión del líder patriota Călin Georgescu o las amenazas a X y META, que han modificado su línea editorial y quieren apostar por «liberalizar» sus redes sociales y alejarlas de agendas vinculadas a la izquierda, son sólo algunos ejemplos.

¿Está preocupado por el futuro de Europa viendo la deriva radical que están asumiendo los líderes de la Comisión Europea con asuntos como el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca o el conflicto entre Rusia y Ucrania?

Estamos viendo la imposición de una agenda globalista que no responde ni a los intereses nacionales de los Estados Unidos ni a los de Europa. Esta visión se aleja de los problemas reales que sufren los europeos. En política, deben prevalecer los intereses nacionales y locales; y en nuestro continente, las decisiones deberían tomarse por consenso, pero ese principio está siendo reemplazado por las imposiciones de Bruselas.

Esto lo hemos vivido desde el año 2010 con asuntos como la inmigración ilegal, el covid-19, la crisis energética o la guerra de Ucrania.

El Gobierno de Hungría ha sido pionero en la lucha contra el globalismo. ¿Cuál ha sido el coste a pagar durante esta larga etapa?

El principal coste ha sido nuestra constante demonización. Se nos presenta como las «ovejas negras» de Europa, se nos acusa de violar los derechos humanos, de no respetar la libertad de prensa, de ser autoritarios… Pero todo esto forma parte de una campaña política contra nuestro país. Por eso siempre invitamos a todo el mundo a venir a Hungría y ver la realidad.

No existe ninguna violación de los derechos humanos, pero insistimos en nuestros valores y en nuestras tradiciones que se remontan a hace más de mil años.

¿Se sienten orgullosos de que Hungría se haya convertido en un espejo en el que mirarse por muchos países europeos en asuntos cada vez más preocupantes como el de la inmigración ilegal?

En 2015 estábamos completamente solos con nuestra posición férrea frente a la inmigración ilegal. Hoy, casi todos los países europeos han adoptado las mismas posturas que nosotros defendíamos entonces, el tiempo nos ha dado la razón. Y no lo decimos solo nosotros: cuatro victorias electorales consecutivas con mayoría constitucional nos avalan. No es únicamente una decisión del gobierno, sino es un mandato del pueblo húngaro.

Uno de los puntos que más críticas ha recibido su gobierno en los últimos días es su oposición a la imposición de la agenda LGTBI, especialmente en el ámbito educativo. ¿Qué opina al respecto?

Nosotros defendemos los derechos de nuestros hijos y los derechos de los padres a educar a sus hijos.. Queremos un entorno saludable en el que puedan crecer y formarse. No aceptamos que se les imponga una agenda ideológica. En Hungría, el 80 o 90% de la población está de acuerdo con esta postura. La familia, el trabajo, el respeto a nuestras raíces y la protección de la infancia son pilares innegociables.

Respecto a la guerra en Ucrania, Hungría ha mantenido una postura contraria al envío de armas. ¿A qué se debe esta postura?

Desde el primer día hemos dicho que esta guerra jamás debió haber comenzado. Apoyamos la paz, no la escalada, y estamos en contra de enviar armas o financiar la continuación del conflicto. Esta posición tiene el respaldo de más del 90% de los húngaros.

Recientemente, hemos visto como el Tribunal Constitucional de Rumanía ha expulsado de la campaña electoral a un candidato patriota con el apoyo de la Comisión Europea. ¿Les preocupa la deriva totalitaria de estas instituciones?

Respetamos la soberanía del resto de países de la Unión Europea, pero el fenómeno en sí es preocupante. En Europa se está consolidando una tendencia a silenciar voces disidentes. Eso es censura, y lo hemos vivido durante décadas bajo el comunismo. La censura, por muy justificada que se quiera presentar, siempre es el camino previo a una dictadura.

¿Cree que se usa el término «prorruso» al igual que antes se utilizaban calificativos como «racista» o «fascista» para deslegitimar al disidente?

Sí. Como historiador, sé que las palabras tienen peso. Llamar «fascista» a quien quiere una relación racional con Rusia es una estupidez. Hay una rusofobia creciente que impide pensar con sentido común. Sin racionalidad, es imposible detener la guerra o construir una solución realista.

Ustedes formaron parte del Partido Popular Europeo y decidieron marcharse a tenor de su deriva. ¿Qué les parece que se posicionen con los socialdemócratas en casi el 90% de votaciones? ¿Cree que los europeos son víctimas de una especie de «monopolio»?

Nosotros lo llamamos «casta», porque actúa como una élite cerrada que impide la participación de partidos patrióticos. El Partido Popular Europeo, que en teoría representa a la derecha, vota como los socialistas en casi el 90% de los casos. Por eso lo abandonamos. Su deriva a la izquierda los ha alejado del votante conservador.

Una figura que me parece especialmente relevante es George Soros. Pese a ser húngaro, se ha mostrado siempre en contra del Gobierno de Orbán y dedica parte su riqueza a desestabilizar naciones para imponer sus ideas abiertas. Ustedes le conocen bien, ¿es tan peligroso como dicen?

Representa simbólicamente todo lo que significa el globalismo. Su idea de la sociedad abierta va en contra de la familia, de las comunidades locales y nacionales. Ha financiado ONG que intentan imponer una visión política no democrática. No han sido elegidas, pero tienen influencia sobre decisiones clave. Eso es un peligro para la democracia representativa.

Uno de los organismos que más apoyo económico ha aportado a las ONG del filántropo es la USAID, recientemente desmantelada por la Administración Trump. ¿Le sorprende el número de medios y periodistas que cobraban a cambio de defender posturas woke?

No. Lo sabemos desde hace años. USAID, Radio Free Europe y otras agencias han gastado millones en todo el mundo para influir en medios y políticos. Es una red bien organizada que pretende imponer un modelo político globalista sin representación ni legitimidad democrática y hace que sus voces sean más escuchadas que la tuya o la mía.

Por último, ¿qué opina de la situación política en España? ¿Cree que en el futuro tendrá un gobierno patriótico como el de Hungría?

Tiendo a no opinar sobre la política interna de otros países, pero el Gobierno de España demuestra el comunismo no ha muerto. El hecho de que se pueda gobernar hoy en este país con el apoyo de comunistas nos resulta incomprensible desde Europa Central. Después de haber sufrido el comunismo, sabemos que sus ideas no sólo están equivocadas, sino que son peligrosas para la libertad y la democracia.

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