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Mantiene las consignas diga lo que diga la crónica de sucesos

8M | El feminismo niega la realidad y olvida a las víctimas de agresores extranjeros

8M | El feminismo niega la realidad y olvida a las víctimas de agresores extranjeros
Marcha feminista. Europa Press

Mujeres violadas que no merecen documentales, agresores sexuales siempre blancos y heteros, y jóvenes que comparten piso con ancianos porque no pueden comprar uno. La negación de la realidad es consustancial al feminismo que otro año sale a la calle dividido, pero con la certeza de que es el único banderín de enganche que moviliza a la izquierda de manera masiva. Quizá sea su formidable capacidad de influencia y permeabilidad en todas las capas de la sociedad la que explique la necesidad de sostener un relato —el de la mujer despojada de derechos en Occidente— a cualquier precio.

Acaso su mayor éxito resida en pasar por un movimiento popular y espontáneo cuando es patrocinado por gigantes de todo pelaje. Apenas quedan corporaciones, organismos supranacionales o clubes de fútbol que no se hayan adaptado al morado que exigen los nuevos tiempos. La magnitud alcanzada es tal que obliga a mantener las consignas diga lo que diga la crónica de sucesos. Propaganda, ideología y agitprop frente a los hechos. Así lo demostraron quienes rodearon la Audiencia Provincial de Navarra exigiendo penas duras contra los miembros de La Manada horas antes de conocer la condena a nueve años de prisión dictada por el tribunal. Traían las pancartas escritas de casa.

Como es habitual este año los lemas escogidos también se centran en la mujer como abstracción más que en la mujer con nombres y apellidos que sufre problemas reales. La Comisión 8M, convocante en Madrid desde su fundación en 1977, centra sus reivindicaciones en «el patriarcado, los genocidios y los privilegios» y utiliza el eslogan ‘se acabó’ frente a la «situación estructural de violencia machista y la vulneración constante de los derechos humanos» en lugares como Gaza. También se manifiesta, aunque hará otro recorrido, el Movimiento Feminista de Madrid, cuyo objetivo es abolir la prostitución.

El manifiesto de esta edición no se olvida de «las mujeres represaliadas y silenciadas por el franquismo», una manera de rescatar el pasado para obviar el presente. Y aunque anuncian que «se acabó el patriarcado» y que «si tocan a una, respondemos todas» hay algunas mujeres cuyo sufrimiento es silenciado. La sororidad no es extensiva a quienes padecen violencia de manos equivocadas.

En estos casos siempre se repite un patrón: los agresores son extranjeros. Valgan algunos casos recientes: una menor de 16 años es atropellada hasta la muerte en Algemesí (Valencia) y luego el homicida, un argelino de 16 años, roba algunas pertenencias al cuerpo ya cadáver. Un grupo de magrebíes hiere a puñaladas de gravedad y roba a una mujer discapacitada que circula en silla de ruedas en Madrid. Un magrebí agrede a una decena de mujeres en el metro de Barcelona golpeando a una de ellas en la cabeza a la que ocasiona una lesión grave. La Ertzaintza detiene ocho veces en menos de cinco meses a un argelino de 24 años por robar con violencia teléfonos móviles a viandantes en Bilbao, aunque también le imputan una agresión sexual a una mujer.

Ninguno de estos crímenes aparece en el manifiesto —que sí cita a Jenni Hermoso— del 8 de marzo. Tampoco cabe esperar que Netflix les dedique un documental ad hoc. Las reivindicaciones oficiales hablan del techo de cristal y de la falta de paridad en los cargos directivos de los consejos de administración de las empresas del Ibex. Nunca de la mina, el campo o la pesca.

A propósito de las mujeres en puestos relevantes ha hecho fortuna el dicho de que en un mundo gobernado por mujeres no habría guerras. Ursula von der Leyen, icono feminista del PP europeo, no hace sino refutar esta máxima. Hace unos días exhortó a los países de la UE a fabricar más armas y les advirtió de que se preparen para una guerra «más amplia» contra Rusia.

Por supuesto, el Congreso de los Diputados tampoco ha tenido una palabra para las mujeres agredidas por inmigrantes. El día en que Armengol anunciaba que se aferra al cargo más tarde presidió el acto del día Internacional de la Mujer en el que participaron, entre otras, la corresponsal de género de El País, una cantante vasca que interpretó el fado Clavelito colorado y una bailarina que, descalza, perpetró el espectáculo de danza «Mi cuerpo es mi política».

Fuera de las moquetas, sin embargo, hay cada vez más mujeres que cuestionan los dogmas violetas. Una joven del Frente Obrero acusa a unas feministas que dan una charla en Valencia de tapar los casos de violación cuando los agresores son extranjeros. «¿Por qué habláis tanto de los hombres blancos heteros que se llaman Manolo y luego no habláis de Mohamed que maltrata a su mujer?». Luego, sentencia: «Las mujeres en España están despertando».

El manifiesto de este año tampoco se acuerda de la tercera edad. ¿Qué hay de esas mujeres que viven solas? ¿Por qué no les cuentan a las jóvenes a las que incitan a vivir una vida de empoderamiento libre de cargas familiares lo que les aguarda en el futuro? Ya lo hace El País, que tiene la solución: «Compartir piso a los 90 años, los beneficios de la convivencia intergeneracional. En España hay activos 16 programas para que jóvenes y ancianos compartan piso». El progresismo muere de éxito y abate dos fracasos de un tiro: los jóvenes (así les llaman ahora hasta los 40 años) que tienen imposible comprar un piso y los mayores abandonados a su suerte, nuevos compañeros de piso.

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