«Fue muy duro, era vivir con una permanente sensación de persecución, de salir a la calle y mirar hacia todos lados», ha relatado la hija del empresario navarro Fernando Jiménez Fuentes, a quien ETA quiso secuestrar.
Una mañana de 1978, tres etarras, dos de ellos con las cabezas cubiertas con medias y el tercero a cara descubierta, entraron en el domicilio del empresario navarro Fernando Jiménez Fuentes para secuestrarle, aunque finalmente no lograron su objetivo. La familia ha vivido durante años en un estado de permanente angustia.
Aunque han pasado cuarenta años desde los hechos, Inmaculada Jiménez Caballero, hija del empresario navarro, recuerda perfectamente cómo aquel día aciago, hacia las siete y media de la mañana, un comando de ETA entró en el domicilio familiar de Pamplona.
Los etarras, ha relatado Inmaculada a la Agencia EFE, habían retenido al portero del inmueble y lo colocaron delante de la mirilla de la puerta para que la trabajadora doméstica les abriera la puerta.
Tras entrar, dejaron inconsciente al portero con un golpe en la cabeza y distribuyeron a los miembros de la familia en habitaciones separadas.
Inmaculada permaneció durante más de una hora junto a su madre, ambas atadas de pies y manos, tumbadas en la cama, mientras un miembro del comando les apuntaba con una ametralladora.
Otros dos etarras permanecieron con su padre en su despacho para exigirle el pago del impuesto revolucionario, en algún momento con el cañón de una pistola metido en la boca, mientras le amenazaban de muerte.
La intención de los etarras, ha señalado la hija del empresario, era secuestrar a su padre, pero no consiguieron su objetivo porque la empleada doméstica, al abrir la puerta, dio un fuerte grito, que escuchó Inmaculada en el baño.
Inmaculada, antes de que los etarras la encontrasen, se asomó a la ventana del baño, que daba a un patio, y pidió auxilio. Fue escuchada por varios vecinos, empresarios y profesionales liberales que también eran extorsionados y que llamaron a la Policía.
«El comando vio que no podían salir con mi padre a la calle y lo dejaron en casa, advirtiéndole de que debía hacer un ingreso en una cuenta bancaria», ha recordado Inmaculada.
Ese mismo día, sus padres se marcharon de Pamplona y nunca más volvieron. Inmaculada y su hermana vivieron unas semanas más en Pamplona, pero también tuvieron que irse, cuando el chófer de la familia recibió una amenaza de secuestro de las hijas y se remitió después una carta de ETA al domicilio de la capital navarra.
Unos meses más tarde estalló además una bomba en la oficina de la empresa familiar, que mató a un Policía.
Este es sólo el caso de uno de los más de 2.000 empresarios navarros extorsionados por ETA desde los años setenta, que vivieron durante décadas un auténtico infierno.
«Fue muy duro, era vivir con una permanente sensación de persecución, de salir a la calle y mirar hacia todos lados. Era una sensación de estar viviendo una vida peligrosa», ha destacado Inmaculada Jiménez, que ha asegurado que vivían «permanentemente en una situación de angustia».
Sobre la anunciada disolución de ETA, la hija del empresario navarro hace una primera reflexión: «Es una buena noticia, es lo mejor que nos puede pasar a todos».
Pero, sobre todo, tiene palabras de recuerdo para los que han sido objetivo de la banda terrorista: «Me parece magnífico el comportamiento de todas las víctimas del terrorismo, hay que hacerles un homenaje a perpetuidad».
Las víctimas, ha aseverado, han demostrado «una generosidad infinita, una conducta admirable», que tiene que estar acompañada «de la misma dosis de justicia», ya que «la justicia está en la base de nuestro Estado de Derecho».
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