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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

‘No veo a mis nietos desde hace dos años por culpa del separatismo’

En su ambición por separar a Cataluña de España el separatismo está rompiendo familias enteras. Daños colaterales de un procés cuyos dirigentes presentan como aséptico e indoloro. Esta es la historia de Manuel y Carmen, dos jubilados de Anglès (Gerona) ‘abandonados por el Estado’

Dice wikipedia que Anglés es “un municipio español de la comarca de la Selva, en la provincia de Gerona, Cataluña”. Basta un paseo por allí para advertir que “municipio español” sólo lo es nominalmente.

Anglés, un pueblo de apenas cinco mil habitantes, está situado en un hermoso valle a cien kilómetros al norte de Barcelona y a diecisiete de Gerona. Es la Cataluña interior, donde el suelo es fértil y muy apto para la agricultura. No en vano, es una de las actividades principales de la localidad junto con la industria textil. Diez minutos de carretera comarcal llevan hasta Amer, el pueblo natal del actual presidente de la Generalitat.

La casa de Manuel y Carmen da a la carretera comarcal.

Manuel y Carmen llegaron a Anglés con veintitrés y veintiún años respectivamente. Como tantos otros andaluces, vinieron buscando la prosperidad que su tierra no les daba. Trabajaron -él de carpintero, ella en una fábrica-, vivieron y tuvieron hijos y ahora nietos. Mas de un tiempo a esta parte las cosas han cambiado. La política lo ha envenenado todo. “Están pasando cosas que yo nunca había visto aquí en cincuenta años”, lamenta Manuel. Se han roto muchas familias, entre ellas la suya. El separatismo ha arrasado amistades y familias. Una de sus hijas, convertida a la nueva fe nacional, sencillamente dejó de hablarles. Va para dos años que no ven a sus nietos, confiesan entre lágrimas. “Todo por la política, para que luego digan que no hay fractura social”.

La bandera de España junto a una bandera estelada y carteles de ‘Sí’ a la independencia de los vecinos.

La bandera de España como símbolo de libertad

Entre las centenares de esteladas que cuelgan del pueblo destaca la bandera de España de balcón de Manuel y Carmen. La única en toda la comarca. “Estoy muy orgulloso de mi bandera”, dice él. Un símbolo de resistencia en una provincia donde el separatismo es por completo hegemónico. Un exotismo que les ha valido insultos y desprecios pero que permanecerá anclada al balcón mientras vivan. Porque no se irán: “Somos españoles, ¿por qué íbamos a irnos?”. Ver ondear la enseña nacional les libera de un entorno cada vez más hostil. Su casa es casi un consulado doméstico. Es España. También lo era Anglès cuando llegaron pero el adoctrinamiento que durante cuarenta años se ha trabajado en las escuelas les ha convertido en extranjeros en su propio país.

Ella cree que ganarán, él aún alberga esperanzas. Quiere creer que el Estado actuará en algún momento. Y traslada a este periodista una petición, casi una súplica: “por favor, cuenta en Madrid que estamos abandonaos”.

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