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Bajo los escombros de aquel atentado se escondía el cambio de una época

Cincuenta años del asesinato de Carrero Blanco, entre especulaciones y relatos oficiales

El coche de Carrero Blanco en la residencia de Jesuitas de la madrileña calle de Claudio Coello.

Hace una hora, hace exactamente cincuenta años, Luis Carrero Blanco era asesinado en el centro de Madrid. Eran las 9:27 de la mañana del 20 de diciembre de 1973 cuando estallaron 50 kilogramos de dinamita bajo el coche del entonces presidente del Gobierno.

La voladura no fue de un vehículo siquiera de un Gobierno. Bajo los escombros de aquel atentado se escondía el cambio de una época. Como cada día, el presidente del Gobierno acudió a Misa a la iglesia de San Francisco de Borja, en la madrileña calle de Claudio Coello. La rutina del almirante, brazo político de Franco durante sus últimos años, se vio afectada por los explosivos.

Su Dodge 3700 GT alcanzó hasta los 30 metros de altura, llegando a parar al patio interior del edificio contiguo, una residencia de jesuitas. Así, el presidente Carrero Blanco, su chófer y el policía que los acompañaba murieron en el acto. Y los terroristas que detonaron los explosivos escaparon del lugar disfrazados de electricistas.

La Operación Ogro, ejecutada por el Comando Txikia de ETA, acabó con Carrero Blanco. Pocas horas después de su asesinato, ETA reivindicaba su autoría en Radio París. Fueron entonces leídas las palabras de los terroristas, que aseguraban haber dado «la justa respuesta revolucionaria de la clase trabajadora y de todo nuestro pueblo vasco a las muertes de nuestros nueve compañeros de ETA».

Desde entonces, sin embargo, las teorías no han dejado de surgir. No en vano, hace apenas unos días el nieto del almirante reconocía: «​ETA no fue ni el brazo ejecutor, ni siquiera creo que ellos fueran capaces realmente de ejecutar ni de poner los explosivos de la manera correcta. La banda terrorista se apuntó el tanto y se benefició de su muerte».

En esta misma línea se ha pronunciado el periodista e investigador Manuel Cerdán: «Carrero era un personaje que estorbaba a Estados Unidos y eso lo he visto en los documentos que han desclasificado de la embajada americana, en los que era despreciado y descrito como casposo. Incluso un día antes del atentando, cuando Henry Kissinger estaba en Madrid, el secretario de Estado norteamericano mantuvo una reunión bastante dura con Carrero porque este se opuso a que los aviones y barcos americanos repostaran en las bases españolas durante la guerra del Yom Kipur».

Estas teorías verosímiles llegaron más tarde al Palacio de La Moncloa cuando el primer presidente de la Transición, Adolfo Suárez, mostró sus dudas sobre si «ETA cobró en dólares o en rublos». Una referencia directa a Kissinger así como a la delegación soviética en Madrid. «La CIA sabía el atentado, a 200 metros de la embajada, un día después de ver a Kissinger», ha recordado también el nieto de Carrero Blanco.

Medio siglo después, con la incógnita de quién quiso acabar no sólo con su vida sino con su institución, las miradas se dirigen de nuevo a aquella nota del Departamento de Estado de EEUU que se dio a conocer en 2008: «El mejor resultado que puede surgir… sería que Carrero desaparezca de escena, con posible sustitución por el general Díez Alegría o Castañón». En euskera, inglés, con pesetas, rublos o dólares, el almirante Carrero Blanco fue asesinado pocos minutos después de comulgar. Por eso, y no por los terroristas, llegó al cielo.

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