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'Holocausto' en el Congo y colaboracionismo nazi: Twitter responde a Bélgica

Esvástica/ zoo humano en Bruselas. Fotomontaje

«La Justicia española está politizada y no ofrece garantías», el presidente español es un «franquista autoritario» o «Madrid ha ido demasiado lejos». Son declaraciones que han llegado estos días desde Bélgica y que han hecho arder las redes sociales en España.


Bélgica fue el único país de la UE en criticar la actuación policial del 1-O. Ahora es el país en el que el prófugo de la Justicia española, Carles Puigdemont, ha encontrado refugio e incluso cobertura política. Durante estos días diferentes políticos belgas han dudado del carácter democrático de España, han resucitado el fantasma del Franquismo e incluso la Leyenda Negra (Lea también: Puigdemont sabía dónde iba: Bélgica y el ‘rencor histórico contra España’).
 


La respuesta en las redes sociales no se ha hecho esperar. Centenares de internautas españoles han respondido recordando algunos de los episodios más oscuros de la historia de Bélgica. El primero de ellos, el «holocausto silenciado» del Congo y el colaboracionismo con el régimen nazi. Pero, ¿qué hay de cierto en ello?

Bélgica: 10.000.000 de muertos en el Congo

El rey Leopoldo II de Bélgica estableció en el África central el llamado ‘Estado Libre del Congo’. Corría el año 1885. A partir de ese momento el territorio fue administrado de forma privada por el monarca, sumiendo a los congoleños en un terrorífico régimen esclavista que alarmó a la opinión pública internacional. El rey de los belgas sometió al país africano a una explotación sistemática e indiscriminada de sus recursos naturales (especialmente el marfil y el caucho) en la que se utilizó exclusivamente mano de obra indígena en condiciones de esclavitud.
 


Para controlar a toda la población, los belgas instauraron un régimen de terror en el que fueron frecuentes los asesinatos en masa y las mutilaciones. Alrededor de diez millones de nativos encontraron la muerte como consecuencia de los asesinatos, el hambre o las enfermedades. 
El rey expropió tierras y recursos, secuestró y torturó a los nativos, se amputaron manos y se empleó con profusión el “chicotte”, una especie de látigo que destrozaba la carne. La terrible herramienta no fue abolida hasta pocos meses antes de la independencia.
Con el control efectivo del nuevo “Estado Libre del Congo”, Leopoldo II comenzó a dictar “normas” arbitrarias que expropiaban propiedades y recursos a los pueblos congoleños. Permitía que su brutal ejército privado cometiera todo tipo de atrocidades incluyendo el sistemático uso de torturas, secuestros, castigos atroces y asesinatos que tenían el fin de aterrorizar a la población para someterla más fácilmente a sus caprichos.
 


Tanto fue así que los funcionarios belgas advirtieron al rey que el veloz descenso demográfico dejaría al país sin mano de obra. Entre 1880 y 1926, la población congoleña disminuyó a la mitad. Algunos historiadores designan este período como un “holocausto olvidado”.
 


El escándalo alcanzó tal envergadura que rápidamente empezó a conocerse en el mundo. Viajeros y periodistas europeos y norteamericanos dieron cuenta de las atrocidades que se cometían en el Congo y el trato inhumano que se dispensaba a los nativos. La presión diplomática consiguió que en 1908 Leopoldo II renunciase a su dominio personal y que el país pasara a formar parte de Bélgica con el nombre de Congo Belga. Era el año 1908. A partir de aquél momento la colonia sería administrada por un gobernador general. Con la nueva administración las cosas mejoraron, pero siguió habiendo trabajos forzados hasta pocos años antes de la independencia, en 1960.
Durante la Exposición Universal de Bruselas, celebrada en 1958, Bélgica hizo una exhibición de nativos congoleños encerrados en jaulas de bambú a los que los visitantes se podían acercar para alimentarles. Una suerte de ‘zoo humano’.
 

Nacionalistas flamencos, entusiastas colaboradores del nazismo

Los nazis cometieron, junto a los soviéticos, las mayores atrocidades de la historia de la Humanidad, pero no lo hicieron solos. No hubiera sido posible sostener la máquina de matar nacionalsocialista sin colaboración local. Hitler contó con colaboración en todos lo territorios ocupados, pero en pocos lugares la colaboración fue más entusiasta que en Bélgica.
 


Muchos belgas colaboraron con las autoridades nazis por razones operativas, pero otros muchos, la mayor parte flamencos, lo hicieron por motivos ideológicos y de afinidad con el proyecto racial del nacionalsocialismo.
 


El 10 de mayo de 1940 la Wehrmacht invadió Bélgica como paso previo al ataque sobre Francia. En poco más de dos semanas el país quedó incorporado al Reich. Así fue durante cuatro años en los que Flandes tuvo la más grande proporción de colaboracionistas de toda Europa Occidental. Un potente partido separatista, el Vlaamsch Nationaal Verbond (VNV) -«Unión Nacional Flamenca”-, practicó una activa política pro-nazi. Contaba con 100.000 miembros. Pero sólo fue el más grande. Hubieron muchos más partidos y grupos militares y paramilitares que colaboraron con los alemanes. Y no sólo en Flandes, también, aunque en menor medida, en Valonia. Fue el caso de ‘Rex’, partido fascista dirigido por Leon Degrelle.
 


La resistencia belga nunca fue muy fuerte, en términos estrictamente militares, y estuvo siempre muy dividida. Los aliados esperaban que se levantaran en apoyo del avance aliado, pero la insurrección nunca se produjo. Tampoco los resistentes se transformaron, como sí ocurrió en Francia o Italia, en unidades regulares del ejército tras la ocupación alemana. Una vez acabada la Guerra, 87.000 belgas fueron acusados de colaboracionismo.
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