«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Las jugadoras se salen con la suya en cada chantaje

Del beso de Rubiales al motín de Oliva: el chantaje de la selección femenina que nadie quiere explicar

Jugadoras de la selección española de fútbol femenino. Europa Press

Lo que tendría que haber sido un éxito casi sin parangón, un motivo de orgullo para una nación entera, ha acabado convirtiéndose en toda una pesadilla. El Mundial femenino ganado por la selección española el pasado 20 de agosto en Sydney (Australia) ha provocado —y sigue provocando— un auténtico terremoto en nuestro fútbol, en el deporte en general y hasta en la sociedad.

Un triunfo logrado contra viento y marea que rápidamente se vio enfangado por el beso “no consentido” del entonces presidente de la Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, a Jenni Hermoso, además de protagonizar el dirigente otros comportamientos indecorosos como llevarse los genitales a las manos en el palco —en presencia de la reina Letizia y la infanta Sofía— y cargar en hombros a Athenea del Castillo.

Rubiales dimitió de su cargo el pasado 10 de septiembre, después de tres semanas de una resistencia tan numantina como estéril ante toda la presión mediática, política, social y hasta judicial —fue denunciado por Hermoso ante la Fiscalía, acusado de los delitos de agresión sexual y coacciones—. Un golazo por la escuadra de las futbolistas, que, en nombre de un feminismo cada vez más impostado, venían pidiendo su cabeza después de haberse cobrado la de Jorge Vilda, el entrenador que las llevó a ganar el Mundial —cuando nadie daba un duro por ellas— y que fue despedido por la RFEF quince días después de la victoria en Sydney. Otro tanto de las jugadoras, escenificando una situación sencillamente surrealista en la historia del deporte mundial.

Caían así dos de las caras más visibles del ‘rubialismo’, Vilda y un Rubiales —el gran valedor del técnico madrileño en la Federación— que pidió perdón tarde y mal y que debió haber dimitido mucho antes tras protagonizar un sinfín de escándalos en sus cinco años de mandato en la Federación, desde las comisiones que pactó con Gerard Piqué —cuando éste todavía era jugador en activo—por llevar la Supercopa de España a Arabia Saudí, las supuestas grabaciones a Pedro Sánchez, las irregularidades en su vivienda de Madrid o la orgía en Salobreña, entre otros asuntos.

De la unión de 2010 a la división de 2023

De Sudáfrica 2010 a Australia/Nueva Zelanda 2023: nuestras dos selecciones absolutas de fútbol tocando el cielo como campeones del mundo pero generando efectos bien distintos: mientras el equipo de Vicente del Bosque se encargó de unir a todo el país, con buenas muestras de orgullo patrio en cada rincón de nuestra geografía —incluyendo comunidades autónomas como Cataluña o el País Vasco—, el éxito de las chicas de Vilda no ha hecho sino dividir a la sociedad.

Lo cierto es que el triunfo en el Mundial y el posterior despido de Vilda son la gota que ha colmado el vaso en el fútbol femenino español, donde el cisma viene de bastante lejos. Hace ocho años se cobraron la cabeza del entonces seleccionador Ignacio Quereda, al que acusaron de abusos y humillaciones, y ahora la de un Jorge Vilda con quien han logrado dar un espectacular salto de calidad futbolística.

Tras siete años aparentemente sin sobresaltos —sin ganar nada, pero con las aguas calmadas—, el fútbol femenino español saltó por los aires con el episodio de las 15 rebeldes, después de que quince internacionales enviaran un demoledor mail a la Federación, mostrando su descontento por lo que consideraban una “mala gestión” del equipo, exigiendo que Jorge Vilda que no las llamara a la selección —pese al riesgo de ser sancionadas por ley— e incluso pidiendo la cabeza del propio entrenador. Vilda nunca dio su brazo a torcer y, con algunos retoques, acabó conformando un equipo campeón, como se pudo comprobar hace un mes en Australia.

Rubiales, Vilda, Camps…

El Mundial pareció devolver la paz a la selección femenina, pero la infame politización del caso Rubiales, que enseguida pasó a convertirse en cuestión de Estado, hizo saltar nuevamente todo por los aires: las futbolistas, amparadas por el feminismo más recalcitrante, se valieron del título logrado en las Antípodas para aumentar sus exigencias y seguir cobrándose nuevas cabezas en la Federación Española, las últimas de ellas las del secretario general y hasta ahora mano derecha de Rubiales, Andreu Camps, y el director del Departamento de Integridad, Miguel García Caba.

Más goles por la escuadra de las internacionales, a las que no les vale con los ceses de Rubiales, Vilda, Camps y García Caba. Quieren nuevos despidos en el ente federativo, entre ellos los del presidente interino, Pedro Rocha; el director de Marketing, Rubén Rivera; el del Departamento de Comunicación, Pablo García Cuervo; la responsable de prensa de la selección femenina, Patricia Pérez; el asesor jurídico externo Tomás González Cueto; o el director de Relaciones Institucionales, Antonio Gómez Reino. Aseguran buscar mayor igualdad y respeto en el fútbol femenino, pero no detallan cada caso concreto —más allá de lo que aparece publicado en los medios de comunicación—, por lo que sus acciones perfectamente pueden ser interpretadas como un chantaje en toda regla.

Que le pregunten si no a Montse Tomé, la nueva seleccionadora femenina en sustitución de Vilda, que se ha encontrado con una tremenda papeleta a la hora de confeccionar su primera convocatoria, de cara a los próximos partidos de la Liga de Naciones contra Suecia y Suiza. Una lista que en un primer momento debió facilitar el pasado viernes, y que no dio a conocer hasta tres días después, debido al chantaje —otro más— de 39 jugadoras que exigían “cambios básicos para poder avanzar y llegar a una estructura que no tolere ni forme parte de hechos tan denigrantes” como los que habrían venido sufrido en la Federación y que nadie parece querer explicar con detalle.

El Gobierno y la RFEF ceden al chantaje

Tomé facilitó el pasado lunes una lista con 23 jugadoras, dos de las cuales —Mapi León y Patri Guijarro— abandonaron la concentración del equipo en un hotel de la localidad valenciana de Oliva. Las jugadoras se amotinaron y amenazaron con no jugar los próximos compromisos, por lo que el Gobierno tuvo que intervenir a través del presidente del Consejo Superior de Deportes (CSD), Víctor Francos, en una reunión con las futbolistas, la seleccionadora, representantes de la RFEF y la presidenta del sindicato de jugadoras Futpro, Amanda Gutiérrez, que acabó bien entrada la madrugada del martes al miércoles (en torno a las 5:30 horas).

Las futbolistas consiguen la creación de una Comisión Mixta de tres partes —CSD, RFEF y representantes de las jugadoras— para poder hacer un seguimiento de los acuerdos alcanzados en la reunión, relativos a las «políticas de género, de avanzar en la igualdad de salarios o la calidad de las infraestructuras”. Pero sobre todo logran que tanto el Gobierno como la Federación cedan al chantaje: el Ejecutivo no aplicará las sanciones previstas en la Ley del Deporte, pese a la amenaza inicial de Francos, y la RFEF despedirá a todos los dirigentes que deseen las futbolistas.

“Entendemos que las jugadoras necesitan sentir que la Federación es su casa, un entorno seguro donde mostrar su profesionalidad y su calidad deportiva ostentando el privilegio de representar a España. Los pasos dados hasta el momento por la dirección actual de la RFEF siempre han buscado este objetivo. No obstante, reconocemos que no hemos logrado hasta ayer crear un clima de confianza con las internacionales”, explica el ente federativo en un comunicado lanzado el miércoles, minutos antes de oficializar la destitución de Andreu Camps, y que refleja bien a las claras cómo las jugadoras se siguen saliendo con la suya, obteniendo el “compromiso público” de la RFEF de “realizar cambios estructurales para iniciar esta nueva etapa, absolutamente necesaria, que respete criterios de buena gobernanza, transparencia e igualdad”.

Al final, todos contentos. Las jugadoras se salen con la suya en cada uno de sus chantajes, el Gobierno salva el primer match-ball —evitando que las internacionales generen «más conflicto»— y la Federación se salta a la torera sus propios estatutos, evitando convocar elecciones de manera inminente tras la dimisión de Rubiales. Si siguen cayendo más cabezas, el vacío de poder en la RFEF puede ser de los que marquen época en un momento crucial para el fútbol español, especialmente ahora que se está jugando ser sede de la Copa del Mundo 2030 junto a Portugal y Marruecos.

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