«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Bobadilla aconsejó a sus hombres que se encomendaran a Dios

El milagro de Empel: la Inmaculada Concepción y España

El milagro de Empel. Por Augusto Ferrer-Dalmau

A finales del año 1585, Alejandro de Farnesio envió a tres de sus tercios a la isla de Bommel al mando de Francisco Arias de Bobadilla y Juan del Águila. Estaba teniendo lugar la guerra de los Ochenta Años, en las que las llamadas Provincias Unidas se habían rebelado contra Felipe II y, con esta maniobra, Farnesio pretendía acabar con las bolsas de resistencia rebelde que había entre los ríos Waal y Mosa.

Los soldados de los Tercios comenzaron el despliegue por la isla, en los pueblos de Hurwenen, Dooring y Rossum, próximos al canal de Sint Andries. Ante estos movimientos, el comandante de las fuerzas rebelde, Philippe de Hohenlohe-Neuenstein “Hollack”, rompió el curso de agua del canal e inundó la zona y hostigó con la artillería de sus barcos a los soldados españoles e italianos de los Tercios.

Bajo el fuego de los cañones, los 5.000 hombres que componían las fuerzas lograron llegar el 3 de diciembre en barcas y canoas al cauce sur del río Mosa. Allí se desplegaron a lo largo de 2.800 metros, en el antiguo pueblo de Empel. Sin embargo, Hollack inició un bloqueo naval y continuó con el bombardeo sobre las posiciones españolas. Los soldados, hostigados por el frío, la humedad y el aire y por los ataques enemigos y ante la imposibilidad de retirarse, tuvieron que replegarse y buscar refugio en una isleta cercana a la capilla de Empel, lo que les dejaba expuestos al fuego de la flota de las Provincias Unidas. Ante esta situación, Bobadilla solicitó el 4 de diciembre el rescate de los Tercios a Pedro Ernesto, conde de Mansfelt y lugarteniente de Pedro Ernesto. 

Pese a que los víveres comenzaban a escasear, los soldados de los Tercios emprendieron una defensa activa con las seis piezas de artillería que poseían. Sin embargo, el 7 de diciembre Hollack intensificó el cerco sobre las posiciones españolas y desembarcó a sus soldados para incrementar la presión sobre ellas. Bajo una intensa lluvia y con los alimentos acabados Francisco Arias de Bobadilla tomó la decisión de atacar las posiciones de los rebeldes. 

Con la gallardía que caracterizaba a los soldados castellanos, Bobadilla aconsejó a sus hombres que se encomendaran a Dios para que les guiase en el inminente combate. En ese momento, un centinela que se encontraba cavando una trinchera para encontrar un refugio de la lluvia y los cañones enemigos, encontró algo que no le permitió continuar con su empeño. Llevado por la curiosidad, el soldado removió el barro con las manos hasta que apareció una tabla de madera con la imagen de la Inmaculada Concepción.

El hecho fue considerado una señal de intervención divina y, en las proximidades de la capilla de Empel, los soldados de los tercios se congregaron con presteza en torno a la imagen de la Virgen y, arrodillados y tumbados en el barro, rogaron por su salvación. Con el corazón henchido de valor por el suceso, los hombres, según la crónica de Estrada, pidieron a la Virgen que velase por ellos en el inminente combate, «que ellos prometían ser sus perpetuos esclavos si los sacaba a salvamento».

Tras organizar una procesión y capitaneados por la imagen de la Virgen, los hombres españoles, movidos por el coraje que la aparición de su imagen les había infundido, se lanzaron sobre las posiciones de Hollack y los rebeldes. Todos siguieron la consigna de Bobadilla: «Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos».

Los Tercios se lanzaron sobre las posiciones enemigas con arrojo, las cuales tomaron al asalto, a la par que descargaban su artillería sobre los barcos de Hollack, destruyendo un importante número de naves. El 8 de diciembre de 1585 se había completado la gesta conocida como «El milagro de Empel», y los soldados, convencidos de que la Inmaculada Concepción había intercedido en su ayuda, trasladaron la imagen a Bolduque. 

La imagen de la Inmaculada Concepción acompañó a los soldados en Empel cuando todo parecía perdido. No obstante, insignes figuras de nuestra historia como Fernando III «El Santo», Fernán González, Isabel la Católica, Hernán Cortés o don Juan de Austria habían portado la imagen de la Virgen antes de entrar en batalla.

Desde Empel se celebraba cada 8 de diciembre desfiles y actos en honor a la Inmaculada Concepción en los acuartelamientos de infantería. Pero su patronazgo oficial de España no llegó hasta 1760, cuando el papa Clemente XIII proclamó a la Inmaculada como ‘Patrona Universal de los Reinos de España e Indias‘.

Tres siglos después, con la Real Orden de 13 de noviembre de 1892, se proclamó a la Santísima Virgen Inmaculada como Patrona del Arma de Infantería a petición de don Fernando Primo de Rivera. La Reina doña María Cristina firmó la orden… y desde entonces la Inmaculada sigue velando por España y sus soldados de Infantería.

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