«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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EN DEFENSA DE LA CULTURA

Sobre la cultura se cultiva la fuerza y la belleza de nuestra civilización

Enrique García-Máiquez. Europa Press

Del honor de presentarme al Senado por Vox en la provincia de Cádiz ya he hablado en otras ocasiones. La importancia de la propuesta, con todo, rebosa de la Cámara Alta. La intención de Santiago Abascal, al presentar a escritores y poetas como Julia Escobar o Zoé Valdés o a mí, es reafirmar que la cultura es, en primer lugar, vital; en segundo lugar, de todos; y, en tercer lugar, espaciosa y ancha.

Vital, porque nuestra identidad depende de nuestra cultura. Sobre ella se cultiva la fuerza y la belleza de nuestra civilización. Cuando Jorge Buxadé ha recordado que la nacionalidad no es un DNI, se refería a las raíces hondas en la cultura patria. Considerar la cultura como un adorno chic o un entretenimiento o un sector productivo o un método extractivo de subvenciones provoca que no se entienda el análisis de Buxadé o que resultemos incapaces de articular en las escuelas y en la sociedad una alternativa vigorosa y propositiva de aculturación frente al fracaso explosivo de la multiculturalidad.

En segundo lugar, la cultura es de todos. Perdonen la obviedad, la obviedad provocativa e imprescindible. De la cultura se ha apropiado un pequeño reducto de influencers de izquierdas. Urge abrir ese ventanuco de Overton, por tres motivos. 

El primero es que mucha gente normal a la que hoy se pone en la tesitura de escoger entre sus valores y principios o el glamuroso carnet de ciudadano ilustrado. Escoge, como es natural, sus valores. Lo hacen en el espíritu que un grandísimo escritor como Rafael García Serrano resumió así: «Siempre que oigo hablar en ciertos sitios de defensa de la cultura, elijo un lugar seguro, algo elevado, con agua abundante, retaguardia firme, accesos batidos, y me parapeto en él». En Vox no queremos que nadie en España se parapete, pero para eso urge sacar a la cultura de la barricada de enfrente. No se le pueden poner peajes, chantajes o condiciones al acceso y al aprecio a la cultura a nadie.

Russell Kirk tenía claro el segundo motivo: el poder de la creación. Como nos ha recordado recientemente Jaime Revès en la revista Centinela, el conservador norteamericano decía: «Es la imaginación la que gobierna a la humanidad, y por ello los hombres y mujeres capaces de modificar nuestras ideas y sentimientos son los auténticos forjadores y agitadores de los órdenes moral y cívico social». A los pueblos no los mueven los gestores, sino los poetas, los creadores de mitos. Los partidos que hacen dejación de la política cultural entregan el silbato del árbitro y todo el campo de juego al equipo rival. La izquierda sí sabe lo que se hace. Si queremos ser dueños de nuestro futuro hemos de cuidar la cultura y la creación como el que más. Y mejor. Mejor cuidada y mejor cultura. Y para nuestro futuro, también el pasado, como ha hecho José María Marco en su Historia patriótica de España. Sólo quien sabe bien de dónde viene podrá saber mejor adónde va.

De la exigencia de una creación mejor se deduce el tercer motivo por el que necesitamos una cultura de todos. Una creación que se pone las anteojeras de la ideología y que se ciega al sentido común, al realismo, a los ideales nobles, a las verdades históricas, termina girando en vueltas cada vez más pequeñas y vertiginosas sobre su propio ombligo. Defenderemos también a la creación de la asfixia de la cancelación y del oportunismo jíbaro de las ideologías excluyentes.

Por eso, por último, Santiago Abascal nos ha encargado que afirmemos que la cultura es ancha y espaciosa. No se limita un cine específico ni a ciertos cantantes pop ni a algunos consabidos presentadores de tv. No tiene partido. La cultura tiene que abrirse orgullosamente a todas las manifestaciones, desde la tauromaquia hasta a los autores olvidados por la memoria democrática, pasando por el cuidado de ritos tan enraizados en nuestra tradición histórica como la misa tridentina o la mozárabe —según John Senior la cultura nace del culto—, hasta llegar, por supuesto, a nuestros clásicos. Toda política cultural y educativa que no multiplique los índices de lectura en cantidad y en calidad podrá considerarse fracasada. Desde luego, también tiene que abrirse a la vitivinicultura, a la celebración, a la cultura de la vida. Hay que desprenderse de cancelaciones, censuras, puritanismos progres, complejos centristas, vergüenzas autolesivas, prejuicios y tópicos.

Santiago Abascal no se cansa de abrir debates, que es abrir ventanas, que es desatrancarnos puertas. Su invitación a presentarnos al Senado lo es a dar la batalla por la defensa de la libertad: por la libertad de la cultura secuestrada por intereses ideológicos, por la libertad de los creadores sin cortapisas y, finalmente, por la libre expresión de nuestra identidad: la común y la de cada uno.


El discurso del poeta, escritor y candidato de VOX por Cádiz, Enrique García-Máiquez, en el acto de la formación en defensa de la cultura celebrado en la Fundación Carlos de Amberes (Madrid) el 10 de julio de 2023

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