La polĆtica exterior de Pedro SĆ”nchez ha servido para someter los intereses nacionales a paĆses vecinos y limitar la influencia de EspaƱa sobre otros con los que las relaciones económicas han sido excelentes y vitales.
Desde que el Gobierno de coalición asumió plenos poderes, no han hecho mĆ”s que crear crisis institucionales en materia internacional. Muchos no comprendieron quĆ© estaba ocurriendo con el caso Ghali, ni mucho menos con la ruptura con Argelia a favor de un Marruecos que, desplante tras desplante, crece a expensas de nuestros impuestos y con la sorprendente ayuda europea. Ni que decir de la Ćŗltima cumbre hispano-francesa celebrada en Barcelona, que servirĆ” para convertir a EspaƱa, mĆ”s pronto que tarde, en un satĆ©lite mĆ”s de la órbita francesa en la Ćfrica europea.
Francia y Marruecos son dos casos sangrantes. Especialmente el segundo, que no atiende a los intereses nacionales sino a los bolsillos de muchos trabajadores públicos y a otras potencias extranjeras que tutelan la presencia de España en el mundo desde 1975.
Francia y la Ilustración europea
Desde que Felipe GonzĆ”lez llegara a la presidencia en 1982, gran parte del tejido industrial de nuestro paĆs (octava potencia industrial en 1975) fue desmantelado por eso que llamaron en su momento los socialistas Ā«la división internacional del trabajoĀ». Es decir, EspaƱa entraba en el Ā«libre mercadoĀ» y no podĆa ser soberana económicamente, por lo que tocaba distribuir lo que podrĆa y no podrĆa producir entre otros paĆses Ā«sociosĀ». Tiempos de graves ajustes económicos y de gran corrupción, incluida la entrada en la Unión Europea en 1986, algo que, siguiendo los dictados erróneos de Ortega y Gasset, serĆa la solución para los problemas de la nación, Ā«ese paĆs históricamente atrasadoĀ». Para entrar en la UE, eso sĆ, a EspaƱa se le pidió que desmantelase lo poco que quedaba de la industria pesquera, pesada y ganadera Ā«para no competir con nuestros sociosĀ» ingleses, alemanes y franceses. EspaƱa lo tenĆa todo para mantenerse en elĀ top 10Ā mundial, pero decisiones erróneas o malintencionadas evitaron que asĆ fuera. AƱos despuĆ©s, Aznar propulsó la entrada en el Euro. Nos dijeron que aumentarĆa nuestro poder adquisitivo. ĀæResultado? Un euro, 166 pesetas. Un marco alemĆ”n, un euro. Esto se llama pĆ©rdida de soberanĆa económica.
DespuĆ©s llegó el 11-M y la sospecha cayó sobre nuestros vecinos. ETA, el yihadismo islĆ”mico por la guerra de Irak⦠Pero otra versión cobró fuerza: Marruecos y Francia para apoyar un cambio de rumbo en la polĆtica espaƱola que estaba fortaleciĆ©ndose mĆ”s de lo deseado. QuizĆ”s nunca sepamos la verdad, pero creo que queda claro que la versión oficial (como casi siempre) hace aguas por todos lados. Es importante pensar estas acciones fuera de la lógica humanista, ya que la polĆtica de verdad camina por otros derroteros. Las consecuencias fueron claras: la llegada de Zapatero, el giro en polĆtica internacional y el comienzo de la pendiente resbaladiza hacia la nada. ĀæLos desplantes a Estados Unidos fueron planeados para escenificar una ofensa y asĆ justificar el acercamiento a Marruecos? En el mundo actual todo tiene cabida.
La sumisión mĆ”s presente ha ocurrido en la Cumbre Hispano-Francesa en la que se acordó un intercambio de ministros entre ambos paĆses. Esto suena muy bien para los que creen que dos Estados pueden coordinarse como hermanos unidos por sangre, pero a la hora de la verdad eso implica que el Estado mĆ”s fuerte (Francia) se impone al mĆ”s dĆ©bil (EspaƱa). No es difĆcil pensar que ese intercambio de ministros serĆ” mĆ”s una tutela desde ParĆs que una simbiosis real. No olvidemos tampoco la reciente jugada de nuestro Gobierno: financiar la energĆa para que Francia la comprara barata y luego se la comprĆ”ramos mĆ”s cara ya que ellos sĆ tienen centrales nucleares que nosotros no deseamos –o eso dice Pedro SĆ”nchez–. AdemĆ”s les compramos los residuos nucleares. Jugada maestra. Los amigos franceses son muy franceses pero no son tan amigos, a no ser que sigamos el vuelo del bĆŗho SofĆa.
Marruecos y el PSOE
La relación con el reino alauita nunca ha sido la deseable para nuestros intereses desde el cambio de rĆ©gimen. Y esto es una reflexión que genera graves conflictos a propios y extraƱos. La historia que se ha contado en relación con la tutela sobre el SĆ”hara ha sido la tĆpica de toda descolonización: la salida era una cuestión de derechos humanos y de soberanĆa del territorio. Todo se antoja mĆ”s pragmĆ”tico: para asegurar un largo reinado al nuevo rey por parte de Estados Unidos, EspaƱa debĆa abandonar sus posiciones en Ćfrica en favor de una transición hacia el control total del reino alauita. El deseado desde aquel momento y seƱalado como aliado fundamental en el Estrecho de Gibraltar no era ya EspaƱa, sino la dictadura monĆ”rquica de Hassan II.
Desde ese momento, todas las decisiones en la relación nacional con Marruecos han sido tomadas en ese sentido. Durante la invasión de Perejil por parte de Marruecos, segĆŗn se ha podido saber despuĆ©s, Aznar no dio la orden hasta tener el permiso de Estados Unidos, una vez que ya se habĆa pedido a las autoridades alauitas que ordenasen la retirada. DespuĆ©s tuvo lugar la escenificación, no un acto heroico. A cambio, nunca se volverĆ” a izar la bandera nacional en ese islote.
Ha sido en los últimos tres años cuando las subvenciones a Marruecos se han disparado durante la administración SÔnchez. Se han regalado cientos de millones de euros que son gastados casi de manera sistemÔtica en fortalecer las fuerzas de seguridad del Estado marroquà en vez de, entre otras cosas, modernizar las Españolas. Ayuda económica camuflada como ayuda humanitaria. No sólo España, también la UE que aprueba tratados de libre comercio que amputan sectores estratégicos españoles para favorecer a Marruecos.
Mención aparte merece la claudicación sobre el SĆ”hara. Y en relación a esto la reclamación de soberanĆa sobre el monte de telurio que existe entre las aguas canarias y marroquĆes. Llama la atención la acción de muchas ONG ambientalistas que presionaron para que no pudiĆ©ramos extraer del suelo esos recursos. Si Marruecos consigue que se expandan las aguas territoriales tras la anexión del SĆ”hara, tendrĆ” mucho mĆ”s cerca el acceso a esos recursos. ĀæY quiĆ©n los explotarĆa? Entre otras, empresas israelĆes. Israel ahora es aliado de Marruecos y estĆ” siendo consejero militar en muchos aspectos. Se desconocen las consecuencias que puede acarrear esto, pero es difĆcil pensar que serĆ”n positivas a largo plazo. A ello hay que sumar las actuales reclamaciones del espacio aĆ©reo saharaui, asĆ como las pretensiones sobre Ceuta y Melilla.
Por si todo eso fuera poco, llegó la Cumbre Hispano-MarroquĆ a la que SĆ”nchez acudió con 12 ministros. RĆ©cord histórico. Y todo para llegar y que Mohammed VI le llame por telĆ©fono para decirle que se verĆ”n ya si eso en otra ocasión. Sobre el papel, la reunión conllevarĆ” acuerdos comerciales por valor de 800 millones de euros, el fin de las turbulencias con Ceuta y Melilla y mĆ”s pactos migratorios. Traducido: mĆ”s favores económicos a Marruecos, mĆ”s repliegue sobre la soberanĆa nacional de Ceuta y Melilla y mĆ”s chantaje inmigratorio tutelado por Occidente, sin que la OTAN incluya a Ceuta y Melilla en su escudo protector.
Hace apenas unos dĆas, el PSOE votó en contra de condenar a Marruecos por la violación de derechos humanos, el trato a periodistas y la trama de corrupción parecida al Qatargate. López Aguilar seƱaló que habĆa que Ā«tragar saposĀ». En Europa tragan sapos por Marruecos. En EspaƱa tragan muchos otras cosas para complacer al amo y seguir sometiendo nuestra soberanĆa a potencias extranjeras.
Consecuencias evitables
Lo que tenemos al otro lado del Estrecho es una verdadera bomba de relojerĆa para EspaƱa y no lo que estĆ” ocurriendo al otro lado de Europa. No es una bomba que no se haya podido evitar, sino mĆ”s bien un proceso de reconfiguración de la realidad geopolĆtica MENA (MediterrĆ”neo y Norte de Ćfrica) de acuerdo con los intereses de Occidente (lĆ©ase Estados Unidos) en la pugna por el poder mundial con Rusia y China. El PSOE ha sido siempre la quinta columna de intereses extranjeros. No se puede culpar a terceros de buscar y conseguir sus anhelos. SĆ a los dirigentes nacionales de no defender y perseguir eso que otros sĆ consiguen.