La abstención en las elecciones generales ha dejado en casa, en la última década, una media cercana a once millones de electores que optan por no atender la llamada de las urnas, pero como lo hacen por muy diversas razones esta opción aparece como una gran incógnita de difícil pronóstico.
Los comicios del 10-N, los cuartos en cuatro años, se celebran cuando las encuestas detectan un imparable descrédito ciudadano hacia la política, lo cual vaticina un aumento de la abstención.
Pero los sociólogos advierten de que esto no tiene por qué ser necesariamente así, porque ese «cabreo» hacia los políticos al culparles de la repetición de las elecciones puede mutar en función de muchas variables que aparecerán en los 40 días que aún faltan para el 10-N.
La más inmediata y visible, la irrupción de Más País, el partido encabezado por Íñigo Errejón, quien defiende su retorno a la política nacional para combatir la abstención y recuperar para sus siglas a muchos votantes de izquierda que, precisamente por ese enfado, piensan quedarse en casa.
La realidad de los datos de la abstención
Hay cierto «espejismo» respecto al alcance real de la abstención, que es mayor de lo que se cree.
Cuando en cada noche electoral se anuncian los datos de participación (el 75,5 % se dijo en la jornada del 28 de abril) no se hace el cálculo sobre el total de electores, al faltar los del Censo de Residentes Ausentes (CERA) que votan desde el extranjero y cuyas papeletas se computan más adelante.
El número de votantes desde fuera de España está bajo mínimos desde hace años -como ejemplo, solo un 5,64% de los inscritos en el CERA votó en abril- así que cuando se calcula la participación sobre todo el censo, incluido el CERA, el porcentaje final baja.
La participación real en las elecciones de abril fue del 71,76 %, con una abstención del 28,24 %; es decir, votaron 26,4 millones de españoles y se abstuvieron 10,4 millones.
En casi once millones se sitúa la media de «abstencionistas» en las elecciones generales celebradas en los últimos diez años.
Si en marzo de 2008 se abstuvieron 9.172.740 ciudadanos (el 26,15 %), en los comicios de noviembre de 2011 no votaron 11.113.050 (el 31,06 %), cifra muy similar a los 11.073.316 electores (30,33 %) que tampoco lo hicieron en diciembre de 2015.
Las elecciones repetidas de junio de 2016 elevaron la abstención hasta los 12.241.654 ciudadanos (el 33,52 %), pero su número descendió en casi dos millones en abril de este año, cuando no acudieron a votar 10.420.743 españoles (el 28,24 %).
Con elecciones repetidas, más abstención
«Siempre que se han repetido las elecciones baja la participación», apunta el sociólogo Narciso Michavila en una conversación con EFE, en la cual da alguna pista del comportamiento que podría tener el electorado el 10-N.
Pero saber de verdad si habrá o no mucha abstención es algo complicado, y en este punto los sociólogos más veteranos invocan la «vergüenza» que a los encuestados les da afirmar que no van a votar, cuando se trata de un derecho, pero también de un deber.
En el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) con intención de voto, solo el 12,4 % confesó que «no votaría» en las elecciones generales.
Y en el preelectoral de los comicios del 28 de abril ese dato era aún menor, de un 7 %, si bien el número de indecisos era muy abultado, porque cuando faltaba más de un mes para las elecciones, el 25,3 % afirmaba que aún no tenía decidido su voto.
Narciso Michavila dice que también ahora «hay mucho indeciso hasta el último minuto» pero está convencido de que al final muchos «van a ir a votar», lo que dará peso a la campaña electoral, que será más corta.
El 10 de noviembre le parece «una buena fecha para que la participación sea alta» porque es una época de «consumo televisivo alto», cuando la gente no está de vacaciones ni sale tanto de fin de semana.
Michavila: Puede haber sorpresa de participación
Por ello, asevera que «aunque en este momento hay mucha gente que nos dice que no piensa votar, es probable que nos llevemos la sorpresa de que no se hunde tanto la participación».
Y una abstención que a día de hoy alcanzaría cotas históricas podría no llegar a tanto.
En todo caso, pensando en los efectos en los resultados de la abstención, Michavila advierte de que si es alta puede ser perniciosa para algunos partidos pero no necesariamente solo para los de izquierda, como apunta un mito muy extendido.
Su opinión es que cuando la participación disminuye «castiga más a los partidos nuevos, porque tiene un elector más joven y más urbano», y con el panorama actual aguantarían mejor PSOE, PP o PNV y sufrirían más Ciudadanos o Unidas Podemos.
Y remarca que ahora «tiene más influencia la fragmentación que la abstención», un argumento que mira a Vox y, ahora, al partido de Errejón.
Frente a las puertas que Michavila deja abiertas a una movilización del electorado, el politólogo Lluís Orriols se muestra más tajante al vaticinar una bajada de la participación, algo que según insiste siempre sucede cuando hay una repetición electoral.
«Este es un hecho que podemos dar por sentado. Habrá una bajada de participación», señala a EFE.
Otra cosa es saber a quién perjudicará este descenso que augura «importante» porque en su opinión la desmovilización será «genérica, generalizada» y en todo caso si hubiera alguna «asimetría» hay motivos para pensar que afectaría más a la izquierda.
Entre otras razones, apunta, porque no ha logrado formar gobierno, así que, para Orriols, «la izquierda, a priori, tiene que preocuparse un poquito más».
Aunque también admite que, visto lo visto, habrá que esperar a lo que ocurra el «Día D», esto es, el 10 de noviembre: «Veremos», concluye.