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La más larga, social, ecológica, inclusiva y sostenible de la historia

La coronación del rey de Inglaterra hace aflorar los complejos anglófilos del Partido Popular

Cibeles se ilumina con los colores de la bandera británica. Ayuntamiento de Madrid

Este fin de semana algún gobernante español, empezando por el alcalde de Madrid, ha sufrido una crisis de identidad y ha marcado como fecha destacada la coronación de un rey extranjero. Un sinsentido del que han participado algunos españoles, admiradores de lo que viene de fuera, cambiando el vermú por té, jadeando a una reina de la que no saben más que su historial amoroso.

Uno de los momentos críticos de la ceremonia fue el de la imposición de la corona de San Eduardo. Aguantar dos kilos de piedras preciosas no es sencillo. Igual hubiera sido más fácil para el rey tener a mano a su oso de peluche, ese amigo tan estudiado por los psicólogos, que le acompaña desde niño en todo momento y que incluso cuenta con alcoba y servicio personal. Amenidades de las que ya no puede presumir el duque de Sussex, al que no recibieron en el palacio de Buckingham y que encontró su sitio en la ceremonia en la tercera fila, entre sus primos y no junto a su hermano. El príncipe se presentó sin compañía, pero con patrocinador, porque Enrique no sabrá nada de cultivar relaciones familiares, pero sí de hacer dinero: detrás de su nada espontánea, elección estilística, estaba una colaboración millonaria con la casa de moda francesa Dior. 

Tras la coronación más larga, social, ecológica, inclusiva y sostenible de la historia, las redes sociales sólo pudieron ponerse de acuerdo en una cosa: la verdadera reina es Kate Middleton, por no decir Diana de Gales, que estuvo presente en los detalles que para los más observadores, no pasaron desapercibidos. Desde los pendientes de la princesa, hasta los gestos heredados por su nieta Charlotte, junto con nuestra reina, la mejor vestida del día, gracias a Alexander McQueen. 

Reino Unido llevaba sin un rey varón 70 años y para hacer aún más evidente el cambio, las tazas y platos conmemorativos del evento fueron diseñadas de color azul, el color relacionado con la masculinidad. Ellos celebran que es varón, cosmopaleto celebra que no es español. Y es que ser español y gritar «¡Dios salve al rey Carlos III!, pudiendo gritar «¡Dios nos salve de Sánchez!» es, entre otras cosas, un claro ejemplo de cosmopaletismo español. Lo de alumbrar la Cibeles con los colores de la bandera de Reino Unido es una humillación, si contamos con que los que nos gobiernan conocen algo de historia y saben que la corona británica ha sido siempre una monarquía que jamás ha tenido relación amable con la nuestra.

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