Duro testimonio de uno de los agentes agredidos en la localidad navarra, que relata cómo de difícil es trabajar en Alsasua como guardia civil.
El sargento de la Guardia Civil agredido en octubre de 2016 en una bar de la localidad navarra de Alsasua ha descrito en el juicio de la Audiencia Nacional sobre el caso cómo es su vida y la de su pareja en el pueblo, donde aún reside, y la ha resumido así: «La vida de mi mujer ahora es inexistente».
Con 33 años en el momento de los hechos, el sargento apenas llevaba veinte días destinado en el acuartelamiento de Alsasua cuando salió a cenar con su pareja, con su compañero teniente de la Guardia Civil y su novia y después a tomar una copa al bar Koxka, donde fueron agredidos por un numeroso grupo de personas.
Dieciocho meses después, el sargento sigue destinado allí y no ha podido pedir nuevo destino porque al menos deben pasar dos años en ese puesto antes de hacerlo.
La vida de Pilar, su mujer, es «inexistente» y, según el sargento, se limita a estar en la casa-cuartel con la mujeres de los otros guardias civiles e ir a hacer la compra una vez a la semana a un supermercado.
También evitan ir al médico en Alsasua y, cuando tienen que acudir a consulta, lo hacen en un pueblo cercano. El sargento ha relatado que al año de la agresión, su mujer perdió un pecho y tuvo que amamantar a su niña solo con uno.
¿El ambiente es el mismo ahora?, le han preguntado los letrados de la acusación. Y el sargento ha respondido que un mes después de los hechos, por ejemplo, seguía ese «clima de hostilidad» hacia sus compañeros.
Enseñan a pegar a los guardias civiles
Algunos de ellos estaban apuntados a un gimnasio de Alsasua y han tenido que borrarse. Otro de ellos acudía a un gimnasio de la localidad especializado en artes marciales, cuyo monitor le preguntó cuando fue a apuntarse si era guardia civil.
El agente negó que lo fuera y dijo que estaba de paso. Fue entonces cuando el monitor le instó a tener cuidado y que lo que se enseñaba en ese gimnasio era para «pegar a los guardias civiles».
Por consiguiente, ese compañero del sargento entrenaba en el mismo lugar que uno de los ocho acusados por la agresión, Ohian Arnanz, conocedor de artes marciales, ha resaltado el agredido.
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