«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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'Temí por mi vida. Esa sensación de odio no la he sentido nunca'

Segunda jornada del juicio a los agresores de dos guardias civiles y sus novias en Alsasua, en octubre de 2016. Tras las versiones de los acusados, los agredidos cuentan cómo vivieron aquella noche

El teniente de la Guardia Civil agredido en octubre de 2016 en un bar de la localidad navarra de Alsasua ha declarado este martes en el juicio en la Audiencia Nacional que recibió empujones, golpes y patadas por todos los lados, especialmente en la cabeza, piernas y espalda.
Nadie intentó ayudarle mientras era agredido en el bar Koxka ni persona alguna intentó calmar la situación, ha descrito el teniente, que se ha mostrado convencido de que todo el mundo en el bar sabía que era guardia civil y que también conocían a su novia.
«Fui al servicio y al salir de allí, en una zona muy estrecha, me encuentro al chico con complexión atlética, que lo había visto en concentraciones de Alde Hemendik y Ospa y me pregunta si soy madero. Le digo que sí, pero que estoy de tiempo libre. Me contestó que menos tiempo libre. Consigo zafarme del lugar y se me pone delante otro chico con pelo rapado que me corta el paso. Después nos lanzan un chupito de plástico vacío. No le dimos más importancia, no merecía la pena».
«Al poco tiempo vi entrar por la puerta a Jokin Unamuno con varias personas. Viene directamente al grupo donde estamos nosotros. Se refiere directamente al sargento, le acerca mucho la cara a él. A Jokin le dije que se fuera a otro lugar, que estábamos en nuestro tiempo libre. Él se pone agresivo, se pone muy cerca de la cara, dice que su abuelo también era Guardia Civil y me pregunta por qué conocía su nombre completo. Desde ese momento empieza el jaleo, empujones, la chica que iba con él empuja a Mª José, me empiezan a golpear por la espalda y en la cabeza», explica el teniente agredido.
«Empecé a recibir golpes. Según me doy la vuelta recibo patadas y puñetazos y veo que a mi novia la están zarandeando. Decidimos salir del bar, se crea una especie de pasillo donde seguimos recibiendo patadas y puñetazos». Al salir al exterior, encuentra más gente: «Allí veo bien a Adur y a otro que directamente nos dan puñetazos al sargento, a mi novia y a mí. Nos pegaban directamente. Luego comienzo a salir por la doble puerta del bar y ya en la segunda puerta, empiezo a recibir muchos más golpes, me aturdo, caigo al suelo y empiezo a sangrar. Allí no recuerdo más que golpes, en el suelo todos a la cabeza. Nos estaban esperando. Caí al suelo porque la pierna ya no me respondía por los golpes, era tan constante la agresión. Me desplomé. Tenía mucho dolor. La única vez que cesó algo fue cuando llegó la Policía Foral». «Nadie nos intentó ayudar. Nadie se acercó a mí. La única que tenía cerca era mi novia, que se ponía encima de mí, me abrazaba, me cubría, pedía que pararan. Sólo la recuerdo a ella. Nadie echaba un cable o intentaba parar la situación», señala.
“Temí por mi vida, perdí la noción de estar allí, estaba en el suelo, no paraban, temía por el sargento y su novia y no podía hacer nada. No me podía defender, los golpes llegaban de todos lados y no cesaba. No podía salir de allí», ha declarado el teniente agredido, que ha añadido que “desde el primer minuto sabían que era Guardia Civil, como los encargados del local. A María José la conocían seguro y sabían que era mi novia. Y el que me paró en el baño lo sabía», ha incidido.
Son las primeras palabras de testimonio ofrecido por uno de los cuatro agredidos en el bar, después de que este lunes los ocho acusados que se sientan en el banquillo eludieran su responsabilidad sobre lo ocurrido y negaran haber agredido a los agentes.

Agredidos por una multitud

«Temí por mi vida porque estábamos en inferioridad y esa sensación de odio y de rencor que tenían por ser guardia civil no la he sentido nunca», ha dicho a preguntas del fiscal el sargento, y ha recordado cómo también golpearon al teniente hasta hacerle caer, a la pareja de éste cuando intentó hacer «de escudo» y a su propia novia cuando se interpuso entre los agresores y el sargento.
Ha explicado durante el juicio que dentro del bar fueron atacados por un grupo de »cinco o siete» personas. Luego, ha relatado, salieron del establecimiento y empezó a llegar más gente que se sumó a la agresión. »Me golpeaban en la cabeza, en la nuca, en la espalda… Estaba en el suelo intentando taparme las partes más delicadas», ha relatado. El sargento ha recordado como su novia intentó mediar y parar la agresión y obtuvo como respuesta una patada que la tiró al suelo.
»Algunos jaleaban esas agresiones. Recuerdo que salió un camarero y nos ofreció una chaqueta», ha respondido a la cuestión de si alguien les había ayudado. Ha indicado que durante la agresión nadie les socorrió. Ha incidido que a la llegada de la Policía Foral las agresiones físicas cesaron, pero no las verbales: »hijos de puta, txakurras, esto es lo que os espera».  
El agente ha negado haber tenido ningún altercado previo con Jokin Unamuno, como sí indicó este durante su declaración. »Varios jóvenes intentan liberar a esta persona del vehículo policial. Sólo había dos forales y no daban abasto. Lo sacaron del coche», ha reconocido en relación a la detención de Unamuno. También ha explicado que le Policía le pidió su camisa para analizarla porque »tenía una huella de zapato».

La novia del teniente: ‘Él sangraba y la gente seguía pegándole en la cabeza’

La novia del teniente de la guardia civil que fue agredido en Alsasua ha narrado los golpes que ambos recibieron, hasta el punto de que «él sangraba y la gente seguía pegándole patadas en la cabeza y patadas en el cuerpo», una vivencia que la ha marcado hasta pensar en el suicidio como única salida.
María José N., que reside en Alsasua desde los 3 años, ha hecho en el juicio un relato pormenorizado de cómo fue el altercado y las consecuencias personales que le supuso, ya que tuvo que salir del pueblo, se vio sometida a un aislamiento social por parte de sus habitantes y su familia sufrió amenazas, lo que la puso «al límite de no ver salida y quitarme de en medio».
La testigo ha comenzado relatando que todo empezó dentro del bar cuando uno de los acusados, Jokin Unamuno, se acercó a los agentes de forma muy agresiva.
«Por él empezó la agresión, por él estamos hoy aquí; si él no hubiese empezado la agresión hoy no estaríamos hoy aquí en la sala. Agredió tanto dentro como fuera», ha dicho sobre Unamuno, uno de los tres acusados en prisión provisional.
En ese momento, ha relatado, se acercó otro encausado, Oihan Arnanz, con una «actitud muy desafiante y agresiva». «Le dije que si quería pegarles a ellos me tendría que pegar a mí y me dijo que a mí no me iban a tocar pero que a ellos les iban a reventar».
Ha seguido relatando que después de hablar con Arnanz se formó un tumulto en el que estaban otros tres acusados y «empezó todo», los empujones, patadas y puñetazos que luego siguieron fuera del bar.
Una vez fuera los golpes se incrementaron y varias personas se unieron a la agresión. «Nos empiezan a golpear con mucho odio y mucha saña», ha relatado, unos golpes que recibió sobre todo el teniente.
«Él sangraba y la gente seguía pegándole patadas en la cabeza, patadas en el cuerpo, tenía el tobillo totalmente partido y la gente seguía», ha explicado sobre su pareja, en vista de lo que ella intentó protegerle, pero le empujaron «con tanta fuerza» que también cayó al suelo.
En una declaración que ha tenido que parar varias veces por la emoción, la testigo ha recordado el «odio y la saña con que le daban a Óscar (el teniente) en la cabeza». «Protegía más a Óscar que a mí misma porque veía que si no hacía esto Óscar hubiese tenido secuelas mucho más graves que las que tuvo en su día», ha seguido relatando.
«Lo peor -ha apuntado- es que cuando estamos fuera y estamos siendo agredidos nadie sale a nuestro auxilio, nadie es capaz de frenar la agresión o de llamar a la policía o a la ambulancia. Son cosas que a día de hoy todavía no entiendo cómo pueden estar pasando».
A raíz de la agresión, ha asegurado que se tuvo que ir de Alsasua. «Desde ese día perdí mi hogar y lo perdí todo». A día de hoy tiene «miedo» de ir allí y solo acude de vez en cuando para visitar a sus padres porque «no pueden, aparte de quitarme mi vida entera, quitármelos a ellos».
Tras ese momento, «todo el mundo se alejó» de ella «por miedo». «Me aislaron totalmente, me hicieron la vida imposible», ha explicado la víctima, que luego sufrió secuelas psicológicas a raíz de estos hechos, además de tendinitis y hematomas.
«A partir de ese día la vida de mis padres y la mía comienza a ser un infierno», ha añadido para describir la situación que viven ahora sus progenitores, a los que han rayado el coche, les han destrozado material del bar que regentan e incluso han recibido amenazas con pancartas con leyendas como «El pueblo no perdona».
Sus amigos, ha asegurado, también le dieron de lado desde ese momento y no ha sido hasta muy recientemente cuando ha podido rehacer su vida en la ciudad en la que reside.

Novia del sargento agredido: ‘Vivimos constantemente pidiendo perdón’

La novia del sargento agredido en Alsasua ha afirmado en el juicio que en esa localidad, donde sigue residiendo, está «sometida constantemente a un juicio de valor en el que te sientes la agresora en vez de la víctima», y vive «constantemente pidiendo perdón y dando explicaciones».
«Yo no tengo vida en Alsasua, mi vida se limita a bajar a comprar, nunca sola, siempre con mi pareja, y volver a mi casa», ha explicado ante el tribunal que juzga a ocho presuntos agresores de los dos guardias civiles y sus parejas en un bar de la localidad navarra en la madrugada del 15 de octubre de 2016.
Esta mujer ha explicado que en Alsasua «tienes que escuchar a la gente cómo habla de ti», y ella vive con «la sensación de que tienes que pedir perdón». «Vivimos constantemente pidiendo perdón y dando explicaciones», ha resumido.
Después de lo que ocurrió, ha explicado que cuando se quedó embarazada decidió ir al ginecólogo fuera de Alsasua -«tenía que llevar a mi niño allí y tenía muchísimo miedo de que se enteraran de quién era yo»- y el estrés, ha dicho, le causó que se le cortara la leche a la hora de amamantar a su hijo.
«(Durante el embarazo) me daban taquicardias, no podía salir de mi casa, estaba nerviosa, me daban contracciones», ha asegurado.
A día de hoy ha tenido que borrar sus cuentas en redes sociales y aún escucha comentarios sobre ella cuando va a comprar, como una vez que oyó a una persona llamar a la pareja del teniente «puta traidora» y a ella «la otra putilla que se han traído al cuartel».
Ella, ha contado, no dijo entonces nada por miedo. «Prefiero que me insulten pero que no sepan que soy yo», ha dicho antes de afirmar que está deseando marcharse de allí y que destinen a su pareja a otro sitio.
La testigo ha descrito la agresión que sufrieron ese día los cuatro y ha dicho que, al igual que los guardias civiles, ella temió por su vida, por la de su marido y «por la de todos».
«No me podía creer que después de la brutalidad con que nos habían atacado no estuviera sangrando por ninguna parte del cuerpo».

‘Mintieron’

Para la presidenta del Colectivo Víctimas del Terrorismo, Consuelo Ordóñez, los acusados mintieron en el juicio al negar los hechos y «hoy [por este martes] es el día de la verdad». “Las víctimas han estado calladas dieciséis meses y por fin vamos a saber lo que han pasado ese día y los meses después hasta hoy», ha añadido a los periodistas a las puertas de la sede de la Audiencia Nacional en San Fernando de Henares (Madrid) la presidenta de COVITE, que ejerce la acusación de los ocho procesados por estos hechos.
Consuelo Ordóñez ha añadido que «lo que ha pasado en Alsasua y con el respaldo institucional es vergonzoso y es lo que ha ocurrido en cuarenta años de la historia del terrorismo en este país».

‘Ni pelea, ni nada’

«Ayer fue el día de los acusados e hicieron lo que todos los imputados hacen en este país cuando se sientan delante de un tribunal que es mentir, y tienen todo el derecho a hacerlo», ha precisado.
No obstante ha recalcado que igualmente «COVITE tiene todo el derecho a denunciar a aquellos que utilicen la violencia o cometan delitos tipificados en el Código Penal» y ha apostillado: «Lo seguiremos haciendo siempre porque es nuestro derecho y siempre estaremos al lado de las víctimas».
Ha mantenido que los acusados «mintieron» pues «han estado año y medio repitiéndonos por activa y por pasiva que lo sucedido en Alsasua fue una pelea de bar y resulta que no ha habido ni siquiera una pelea, no ha habido nada, no hicieron nada y no estuvieron allí».

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Ha explicado que «esta denuncia se lleva por delito de terrorismo y por otros muy graves que también se cometieron y serán los jueces los que decidan si se aprecia terrorismo o no». «Nosotros estamos convencidos de que está dentro del delito de terrorismo y las penas no las ponemos nosotros, las ponen los legisladores», ha precisado Consuelo Ordóñez, que ha recordado que la reforma legal que ha dado pie a esta petición de pena fue aprobada en 2015 con el apoyo del 85 por ciento de los diputados del Congreso.

Contar la verdad

Y mientras COVITE denuncia las mentiras de los acusados la madre del teniente agredido, Inmaculada Fuente, recuerda que en esta jornada su hijo y el resto de agredidos contarán la verdad. “Son los únicos que saben lo que pasó y van a contar la verdad. Cuando has vivido una situación y vienes a contar la realidad de lo que pasó, estás tranquilo, no tienes nada que inventarte», ha añadido.

Por ser guardias civiles

Tras explicar que el ambiente en Alsasua está «muy tenso» y «muy difícil», sobre todo para los guardias, ha mantenido la idea de que lo que ocurrió esa madrugada en el bar Koxka fue una agresión «por ser guardias civiles».
Así, ha precisado que se dirigieron a ellos en todo momento como teniente, sargento, txakurras (perros) «y otras palabras mucho más fuertes», además de frases como «deberíais estar muertos por ser guardias, no tenéis derecho a vivir ni a estar aquí».
«Más evidente no puede ser», ha manifestado la madre del teniente en respuesta a la pregunta de si sigue considerando que los hechos pueden encuadrarse en delito de terrorismo.
Sobre cómo ha vivido su hijo todo este proceso, Inmaculada Fuente ha asegurado que primero «duro» con la recuperación y la rehabilitación, y «después tranquilo a la espera de que esto se pudiese terminar».
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