«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Los inasumibles

Esto empieza a dar miedo, en serio. Una de las tesis más repetidas en esta sección es que los diarios nacionales, como los partidos, nos venden en lo esencial el mismo modelo ideológico porque, en definitiva, dependen en última instancia de los mismos dineros y grupos de poder, difiriendo solo en las tribus políticas que apoyan. Pero cuando se unen de modo tan descarado en una misma campaña chillona como hoy, sin disimulo alguno, transmiten una urgencia histérica que desvela el juego.

Observen esta serie de titulares de primera, todos abriendo sus respectivas cabeceras:

El País: ‘El PP ve «inaceptable» el programa extremista de Vox en Andalucía’. Aquí las claves están en el adjetivo «extremista» (luego veremos) y en la habilidad de aislar al Partido Popular como único sujeto. El lector de El País está hecho, tras la programación de años a la que le ha sometido su periódico, a considerar al PP como ‘derecha dura’, en el mejor de los casos. Así que si el propio PP ve a Vox como «inaceptablemente extremista», lo de Andalucía debe de ser un intento maquillado de Marcha sobre Roma y lo raro es que no vistan de camisa negra.

El Mundo: ‘Vox compromete con exigencias inasumibles el cambio andaluz’. Una obra de arte, me descubro. Lo tiene todo. Aquí se ignora a los otros dos partidos, como si no existieran o, al menos, fuera implanteable por su parte aceptar nada. No, el sujeto es Vox, que él solito es el que ‘compromete’ una cosa que, según los publictarios, es de las que tienen más tirón entre los consumidores: el cambio.

Es decir, que hay un pacto cuya aprobación depende de tres partes, y la parte ninguneada, a la que todos presumen de dar de lado y cuyas propuestas rechazan casi sin mirar es la que, de modo misterioso, debe responsabilizarse en solitario del fracaso del acuerdo y sus consecuencias. Por otra parte, el ‘cambio’ parece solo de caras, como si la mera presencia de Juanma o Juan en la Junta dirigiendo el chiringuito fuera mágicamente a traer la felicidad a Andalucía dejándolo todo más o menos como está.
Ah, y las ‘exigencias’ -lo de los otros dos partidos son ‘propuestas’- son «inasumibles».

ABC: ‘El cambio en Andalucía pende de la lista de Vox’. Una vez más, ese ‘cambio’ que se espera milagroso y esa responsabilidad única de los insolentes advenedizos. El efecto se completa con uno de esos montajes visuales ferolíticos que le privan al decano de la prensa madrileña: una puerta en gris acero a través de cuya cerradura se ven juntos a los secretarios generales de PP y Vox.

Y, por último, superándolos a todos: ‘Vox boicotea el cambio con un órdago de máximos al PP’. La acumulación de hipérboles es aquí maravillosa y suscita en mi mente la imagen del pollito Chicken Little corriendo de un lado para otro tratando de avisar a gritos de que el cielo se desploma sobre nuestras cabezas. Vox no compromete, «boicotea»; lo suyo no son propuestas, sino un «órdago» que, para colmo, lo es «de máximos».

Y eso son las propuestas de Vox, señores: un ‘órdago inasumible’ que ‘boicotea/compromete’ un cambio que cada vez se parece más al del minué, es decir, de parejas. Y como no estamos por la labor de desgranar aquí las noventa -o de leerlas, que esto es un repaso rápido a la prensa-, leeremos lo que las propias cabeceras destacan como, ah, «inasumible».

Fundamentalmente, expulsar a 52.000 «emigrantes» (esa es la palabra tramposa que, sin el menor pundonor profesional, incluyen tres de mis cuatro cabeceras), eliminar la ley de violencia de género y cambiar la fecha del Día de Andalucía.

Veamos. Por supuesto, Vox no propone expulsar a 52.000 «inmigrantes», sino a 52.000 personas que han entrado ilegalmente en España y residen ilegalmente en ella. Es decir, lo que debe hacerse según la ley. Lo asombroso es que cumplir la ley se haya convertido en escándaloso y -¿cómo era?- «inasumible» para nuestra clase política. No sé si se dan cuenta del flaco favor que hacen a su propia autoridad si llegan a ocupar posiciones de autoridad fomentando la idea de que hay leyes que no hay que cumplir ni hacer cumplir.

Incluso las ideas más enloquecidas de abolir las fronteras parten, al menos, de crear una situación legal previa, y no de mantener leyes y luego considerar extremista a quien pida que se cumplan. Sinceramente, desde un punto de vista objetivo los extremistas (peligrosos) parecen los segundos.

En cuanto a la ley de marras, es una pura locura basada en una teoría de la conspiración ideológica disparatada que no logra su objetivo expreso pero consigue, en cambio, instaurar un régimen de terror en las relaciones más importantes de cualquier sociedad, las relaciones entre hombres y mujeres. Naturalmente, los otros dos partidos del dichoso pacto se opusieron en su día a ella con brillante elocuencia. ¿Quién boicotea? ¿Cómo puede ser ‘extremista’ e ‘inasumible’ para A lo que A mismo defendió hace no tanto con vigor?

En cuanto a cambiar el Día de Andalucía… Bueno, no abundaré en el ridículo. Si de eso dependiera algo que presentan como crucial, el día en cuestión podría irse a freír puñetas en una tarde.

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