«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
UNA GESTA QUE no consiguió ser emulada por otras naciones hasta 60 años después

Se cumplen 500 años de la primera vuelta al mundo de Juan Sebastián Elcano

Vuelta al mundo de Juan Sebastián Elcano. Shutterstock
Vuelta al mundo de Juan Sebastián Elcano. Shutterstock

El 20 de septiembre de 1519, 244 hombres a bordo de cinco navíos zarparon desde Sanlúcar de Barrameda. Al frente de esa expedición, patrocinada por el Rey Carlos I de España, se encontraba Fernando de Magallanes, un marino veterano que había servido a Portugal en episodios como la conquista de Malaca (Malasia) y había jugado un papel importante en las Molucas. Su misión era localizar y alcanzar las míticas islas de la Especiería, bajo jurisdicción castellana por el Tratado de Tordesillas. 

El 6 de septiembre de 1522, tres años después, la nao Victoria, uno de los buques pertenecientes a la expedición, llegaba al puerto de Sanlúcar de Barrameda con 18 hombres a bordo. Al mando de ella había quedado un guipuzcoano llamado Juan Sebastián Elcano. Nada más tocar tierra, escribió al monarca lo siguiente: “Mas sabera tu alta magestad […] que hemos descubierto e redondeado toda la redondeza del mundo, yendo por el oçidente e venyendo por el oriente”. Elcano era consciente de la insólita hazaña que acababa de culminar: había dado la primera vuelta al mundo

Que la expedición se formara respondía, en gran medida, a dos factores. El primero a que Castilla estaba buscando un potencial paso que hiciera posible navegar por el Pacífico, algo perseguido desde tiempos de Cristóbal Colón y confirmado cuando Vasco Núñez de Balboa, tras cruzar a pie el istmo de Panamá, descubrió ese océano al que llamó Mar del Sur en 1513. Por otro lado, juega un papel fundamental la presencia e iniciativa de Fernando de Magallanes, quien llevaba en España desde octubre de 1517. El portugués era conocedor de las expediciones que la Corona de Portugal estaba llevando a cabo en Asia y, motivado por las cartas de su amigo Francisco Serrano, se convenció de la riqueza que en teoría existía en unas islas situadas al sur de las Molucas: las islas de la Especiería.

Las Capitulaciones de Valladolid: la expedición se hace a la mar

Sevilla era en aquel entonces una ciudad de gran esplendor, donde los Reyes Católicos habían fundado la Casa de Contratación de las Indias. Desde allí podía organizarse toda la logística que permitiese las expediciones al nuevo mundo. También era un lugar en el que se concentraban una gran cantidad de marinos experimentados, haciendo de Sevilla un punto de acumulación y difusión de conocimiento. Allí, Magallanes conocería a personajes como Rui Faleiro, que se unirían a la misión que el portugués quería emprender. 

No sería hasta el 22 de marzo de 1518 cuando Carlos I, consciente del valor de la proposición de Magallanes y Faleiro, les autorizó a emprender el viaje en las Capitulaciones de Valladolid. Fernando de Magallanes sería nombrado capitán general de una armada compuesta por cinco naves y el coste del viaje sería sufragado por la Corona. Además, Carlos I recalcó que la expedición debía evitar el hemisferio portugués, directriz que reforzó en mayo de 1519, cuando emitió por escrito 74 cláusulas que debían ser respetadas durante el viaje.

Los preparativos se extendieron hasta el 10 de agosto de 1519. En ese periodo, Manuel I de Portugal había intentado evitar que la expedición se produjera, incluyendo una campaña de descrédito contra Magallanes y Faleiro. Es posible que Carlos I se viera afectado por esta, lo que causó que redujera el número de portugueses a bordo de las naves a la par que nombró comendadores de la Orden de Santiago a los que quedaban a bordo para asegurarse su lealtad. 

Magallanes, Elcano y los protagonistas del viaje

A la ciudad hispalense fueron trasladadas las cinco naos que se habían adquirido para la empresa. Allí fueron pertrechadas y se unió a ellas la tripulación. Magallanes estaría a bordo de la nao capitana, la Trinidad. El rey nombró capitanes de los otros barcos a caballeros nobles castellanos como Juan de Cartagena (también elegido veedor real) para la San Antonio, Gaspar de Quesada para la Concepción, Luis de Mendoza para la Victoria y Juan Rodríguez Serrano para la Santiago

En este punto también se une el que sería el gran protagonista de la expedición: el marino guipuzcoano, natural de Guetaria, Juan Sebastián Elcano. Este se encontraba en Sevilla ocho meses antes de la marcha de la expedición y, allí, fue contratado como maestre de la nao Concepción. Su experiencia era extensa y había servido en las campañas de Orán y Trípoli, formando además parte de una armada al servicio del Gran Capitán en las guerras de Italia. Sin embargo, en ese momento se encontraba prófugo, pues los impagos de la Corona por sus servicios habían hecho que se endeudara con unos usureros saboyanos, a quienes tuvo que entregar su navío, algo prohibido en tiempos de guerra. Aunque se ha dicho que se apuntó a esta expedición para redimir su deuda con la Justicia, sigue sin poderse determinar con seguridad los motivos que le impulsaron a hacerlo. 

Otro de los protagonistas del viaje fue Gonzalo Gómez de Espinosa, elegido capitán general de la expedición meses después de la muerte de Magallanes. Bajo su mando, las decisiones fueron tomadas de forma mancomunada con Elcano y otros hombres como Juan Bautista de Punzorol y Martín Menéndez. Sin embargo, una avería en su nave, la Trinidad, le obligó a regresar a España a través del Pacífico, siendo hecho preso por los portugueses en el trayecto. No conseguiría retornar hasta 1527.

El viaje y la ruta seguida por Magallanes

El 10 de agosto de 1519, las cinco naos partieron por separado desde Sevilla por el Guadalquivir para reunirse en Sanlúcar de Barrameda. Desde allí, partirían el 20 de septiembre en dirección a Tenerife con 244 hombres a bordo. La siguiente travesía, de 75 días, consistió en bordear la costa norte de África hasta virar hacia la bahía de Santa Lucía, en la costa de Brasil. Continuarían el viaje con rumbo sur, hacia el Río de la Plata y, una vez pasado este, se encontraron en territorio desconocido, pues nunca antes había llegado nadie a esas latitudes. En este punto, Magallanes decide detenerse para pasar el invierno en un lugar que bautiza como Puerto de San Julián. La negativa del resto de capitanes causa el primer motín. Este es sofocado gracias a la ayuda de Gonzalo Gómez de Espinosa, quien llega a matar a Luis de Mendoza. También sería ajusticiado Gaspar de Quesada y desterrado Juan de Cartagena. La mala suerte no acabaría ahí, pues en esa época se perdería la nave Santiago, encallada tras una fuerte tormenta.

El 24 de agosto de 1520 se reemprende la marcha y el 21 de octubre comienzan a culminar uno de los hitos del viaje: se adentran en el Cabo Vírgenes, bordeando América, en lo que más tarde se conocería como el Estrecho de Magallanes. La dificultad de la ruta hace que la nave San Antonio ponga rumbo de vuelta a España. La travesía acabaría el 28 de noviembre de 1520, cuando las tres naos restantes desembocaron en lo que llamarían Océano Pacífico. En este punto, las condiciones que los marinos sufrieron durante la travesía se cubrieron de una especial dureza debido a la escasez de alimentos y agua; no sería hasta el 6 de marzo de 1521 cuando volvieron a tocar tierra, esta vez en la isla de Guam, llamada por los tripulantes como Isla de los Ladrones debido al comportamiento de los isleños.

La expedición se adentraría entonces en las Filipinas, donde Magallanes moriría en la batalla de Mactán en abril de 1521 junto con 26 hombres más, pasados todos a cuchillo. Con la tripulación reducida a 117 hombres, deciden quemar la Concepción, quedando solo la Trinidad y la Victoria. El rumbo que toma la expedición en este momento es incierto, pues el nuevo capitán, Lopes de Carvalho, no sabe qué hacer, y terminan el 9 de julio de 1521 en Brunéi. El liderazgo de Carvalho no gustó a la tripulación, por lo que la capitanía general fue cambiada y recayó en manos de Gómez de Espinosa. Es en este momento en el que Elcano es nombrado también capitán de la Victoria. 

El siguiente punto que alcanzarían sería Tidore, en las Molucas, donde cargarían las naves de especias tras establecer buenas relaciones con los locales. Allí se enteran de que navíos portugueses intentan darles caza y, siendo conscientes de los problemas que tiene la Trinidad para navegar, se toma la decisión de que esta regrese a España y de que la Victoria continúe el viaje. Elcano se disponía así a completar la vuelta al globo. 

Así pues, el 21 de diciembre, la nao Victoria, capitaneada por Elcano y con 47 tripulantes, se hizo a la mar con la Cruz de Santiago en sus velas, atravesando Timor y llegando a Cabo Verde el 10 de julio de 1522. En esta travesía, que había durado 153 días, doblaron el Cabo de Buena Esperanza en una misión casi suicida, en la que la tripulación sufrió un hambre, unas condiciones y una desesperación extremas. 

Tras intentar avituallarse en Cabo Verde y habiendo sometido a votación Elcano cual sería el siguiente paso, el 13 de julio se pone rumbo final a Sanlúcar de Barrameda, en una huida apresurada de la Victoria de los navíos portugueses. 

Un 6 de septiembre de 1522, hace hoy 500 años, después de atravesar las Azores, Elcano llegó junto a 17 escuálidos hombres a Sanlúcar. Y tal y como se ha ilustrado al comienzo del artículo, todos eran conscientes de la gesta que acababan de completar: habían dado la primera vuelta al mundo. Los sanluqueños atendieron con gusto a los cansados y hambrientos marineros. En palabras del cronista Pigafetta, a bordo de la Victoria el hambre había sido tal que las ratas se habían convertido en un manjar solicitado por la tripulación.

Uno de los elementos que se ha de tener en cuenta es que Fernando de Magallanes nunca habló de dar la vuelta al mundo, ya que murió antes de que se decidiera el camino de vuelta a España. Esta decisión correspondió a Juan Sebastián Elcano y a los expedicionarios supervivientes en las Molucas, quienes optaron por esa senda pese a los riesgos extremos que suponía y a la necesidad de alejarse de la costa para evitar ser localizados por los portugueses. 

Esta gesta, que no consiguió ser emulada por otras naciones hasta 60 años después, estuvo cargada de heroicidad y sacrificio. Además, se sumaba a otros hitos que España estaba consiguiendo en ese momento, como el mencionado descubrimiento de Vasco Núñez de Balboa o la culminación de la conquista de México en 1521 por Hernán Cortés. Todas estas hazañas estaban motivadas, más allá de por las riquezas otorgadas, por el honor y la gloria que lanzaron a todos estos hombres, al servicio de la Corona de España, hacía la aventura y lo desconocido, sin certeza de logros materiales y asumiendo grandes riesgos. 

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