«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Tabarnia, como la Cataluña independiente, tampoco existe

Tabarnia es un ‘mcguffin’, una broma, una parodia del argumentario secesionista, que desmonta punto por punto desde dentro de la propia Cataluña. 

En vano fatigará el lector atlas de recónditas bibliotecas polvorientas buscando su contorno -aunque lo tiene, y bastante preciso-, y será esfuerzo fútil que explore la historia de este territorio que nació ayer mismo, como quien dice, sin duda en una noche de copas. 
Es Tabarnia, un vocablo inventado a partir de Tarragona y Barcelona, que, no existiendo, es muy real en más de un sentido, que la prensa está ya reflejando y que se ha convertido en ‘trending topic’ en la red social Twitter. 
Tabarnia sería esa zona eminentemente urbana y costera de Cataluña que da el mentís evidente a ese «som un sol poble» -somos un solo pueblo- en el que insisten con mecánico fanatismo los independentistas incluso ante la obviedad de los votos, que dibujan una comunidad autónoma trágicamente dividida en dos mitades casi perfectas, entre independentistas y no independentistas. 
Tabarnia es un ‘mcguffin’, una broma, una parodia del argumentario secesionista, que desmonta punto por punto desde dentro de la propia Cataluña. 
¿La voz del pueblo, cualquier comunidad tiene derecho a decidir mayoritariamente su destino? Pues Tabarnia ha decidido en las últimas elecciones que no quiere separarse de España y que, en cambio, quiere distanciarse de una Generalitat rebelde. 
¿Espanya ens roba? Tabarnia, sin ser independentista, es la zona más productiva y dinámica de Cataluña, que financia a su pesar las alegrías presupuestarias de ‘construcción nacional’ de una Generalitat ‘indepe’. 
Como dice en Twitter Cristian Campos, «lo de Tabarnia empezó como una broma pero ya hay diputados independentistas que han perdido los nervios. Debe de ser porque ha golpeado en la línea de flotación de su autoestima, dejando claro que el nacionalismo sólo es hegemónico en la Cataluña rural subvencionada». 
Desde un primer momento, el movimiento secesionista que culminó en la astracanada del 1-O ha insistido en argumentos que el jocoso invento de Tabarnia desmonta uno a uno, y, por debajo de cualquier racionalidad, a un sentimiento irracional que los ‘tabarneses’ improvisados parodian, a veces con considerable ingenio. 
¿Que Junqueras afirmó en su momento que los catalanes tenían mayor proximidad genética a franceses y suizos? Pues Jordi Bernal (@jorbernal) aventura en Twitter que «estudios serios demuestran que los de Tabarnia tenemos más coincidencias genéticas con los madrileños, parisinos o neoyorquinos que con los catalanes, más próximos genéticamente a los campesinos del sur de Francia». 
Tras esa seria reivindicación de esa Cataluña que produce, innova y paga y no tiene la menor intención de separarse de España, porque sabe bien el altísimo precio que podría tener la tartarinesca aventura, el chiste de Tabarnia obliga a abrir los ojos a muchos de los inventos, falsificaciones, exageraciones y falacias del independentismo. Después de todo, como afirma Diego de Schower en Twitter, la inexistente Tabarnia no tiene menos reconocimientos internacionales que la no menos existente República de Cataluña. 
La eficacia de la broma -en política es siempre más fácil recuperarse de la derrota que del ridículo- está poniendo a los líderes independentistas más nerviosos que el propio 155. La aplicación del citado artículo constitucional supone un modo extraordinariamente barato -tal como se ha aplicado, casi sin sentir- de posar como mártires heróicos. El pitorreo tabarnés, por contra, les expone como la farsa en que se han convertido. 
Incluso la líder de la lista más votada en las pasada autonómicas, Inés Arrimadas, y el líder nacional de su partido, Ciudadanos, Albert Rivera, llaman ambos la atención sobre Tabarnia en Twitter. Señala el segundo: «Si los nacionalistas alegan el inexistente derecho a dividir, cualquiera puede hacerlo». 
Esperemos que nadie llegue a tomarse en serio Tabarnia, que siga siendo hasta el final una broma especialmente afortunada, aunque en este país que tuvo su República de Jumilla es arriesgado darlo por hecho. En cualquier caso, viene bien tenerlo a mano para recordar a los ‘procesistas’ que a su juego puede jugar cualquiera, y que donde las dan, las toman. 
 
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