Un reciente estudio publicado en Emerging Infectious Diseases —revista publicada por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC)— ha sugerido una posible relación entre la vacunación contra la covid y un mayor riesgo de parálisis facial (PF) dentro de los 28 días posteriores a la inmunización, especialmente tras las primeras dos dosis de las vacunas basadas en ARN mensajero (ARNm) y vectores virales.
A lo largo de la pandemia, las vacunas se distribuyeron con rapidez, lo que generó preocupaciones sobre posibles efectos secundarios como la parálisis facial, una condición caracterizada por una parálisis repentina de los músculos de la cara. Aunque los ensayos clínicos previos a la aprobación no revelaron grandes problemas de seguridad, se observó un ligero aumento de los casos de PF entre los vacunados en comparación con la población general, lo que les ha llevado a realizar investigaciones adicionales.
El Comité de Investigación sobre la Seguridad de las Vacunas COVID-19 (CoVaSC) en Corea del Sur llevó a cabo un exhaustivo análisis mediante un diseño de series de casos autocontrolados (SCCS) para examinar este posible vínculo. Los investigadores utilizaron dos grandes bases de datos nacionales: el registro de vacunación contra la COVID-19 y los datos de reclamaciones del Servicio Nacional de Seguros Médicos (NHIS). Se seleccionaron personas mayores de 18 años que habían recibido alguna dosis de las vacunas entre febrero de 2021 y marzo de 2022, excluyendo aquellos con un historial previo de PF o datos de vacunación incompletos.
El estudio clasificó las vacunas en tres grupos: ARNm (BNT162b2 y ARNm-1273), vectores virales (ChAdOx1 nCoV-19 y Ad26.COV2.S), y proteínas recombinantes (NVX-CoV2373). Se comparó la incidencia de FP en los 28 días posteriores a la vacunación con un período de control, teniendo en cuenta factores como la edad, el sexo y las condiciones médicas preexistentes.
Durante el tiempo que abarcó el estudio, se administraron más de 129 millones de dosis de vacunas a más de 44 millones de personas en Corea del Sur, con un total de 15.742 casos de FP tratados con corticosteroides. De esos casos, 5.211 ocurrieron dentro de los 28 días tras la vacunación, lo que corresponde a una tasa de 4.0 casos de FP por cada millón de dosis administradas. El riesgo general de desarrollar PF fue ligeramente superior durante este período (IRR 1,12), especialmente tras la segunda dosis (IRR 1,07) y en personas que recibieron las primeras dos dosis de manera consecutiva (IRR 1,08). Sin embargo, este aumento no se observó después de la tercera dosis (IRR 1,01).
Además, tanto los esquemas de vacunación homólogos (dosis del mismo tipo) como heterólogos (dosis diferentes) mostraron un mayor riesgo de FP (IRR 1,14 y 1,08, respectivamente). Las vacunas de ARNm presentaron un incremento del riesgo moderado (IRR 1,11), mientras que las vacunas de vector viral mostraron un mayor riesgo (IRR 1,37). Análisis adicionales corroboraron la robustez de estos hallazgos, descartando la influencia de infecciones por COVID-19 no diagnosticadas.
Este trabajo está alineado con investigaciones previas que han sugerido una posible asociación entre la vacunación contra la COVID-19 y la PF. Sin embargo, los autores del estudio también reconocen ciertas limitaciones, como la posible clasificación incorrecta de los casos de FP debido a la dependencia de los códigos médicos de la décima revisión de la Clasificación Internacional de Enfermedades. También señalaron que el tiempo de aparición de la FP puede haber variado, lo que pudo influir en los resultados.