«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
joe biden asegura tener buena memoria mientras confunde personas, situaciones y fechas

Crece el ridículo de Biden: el mundo se pregunta por el preocupante estado mental del presidente

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Europa Press.

El mundo se ríe de Joe Biden. El presidente estadounidense lleva meses bajo la lupa por su estado de salud, que ya preocupa a todos los norteamericanos. Convencidos de que el duelo en noviembre de 2024 será entre Donald Trump, que arrasa en las primarias republicanas, y Biden, los demócratas siguen tratando de disimular lo que ahora es un secreto a voces: el presidente está mal de la cabeza.

Las sospechas se levantaron hace años. La edad del mandatario americano no es una sorpresa, pero sí lo es ese «prietas las filas» de los demócratas, que no han sido capaces de encontrar un liderazgo alternativo al de Biden, ahora acusado públicamente de demencia y «mala memoria». Hace meses Trump explicaba que «Biden no puede juntar dos frases seguidas. No puede encontrar las escaleras para bajar de un escenario». Hoy esto también lo reconoce un fiscal federal.

Las risas sobre el presidente han llegado al otro lado del globo, y recientemente en Moscú ironizaban sobre la salud mental de Biden. Dimitri Peskov, portavoz de Vladimir Putin, aseguró en referencia al líder estadounidense que «no comentaremos sobre su estado de salud». Unas palabras que llegaron después de que Biden confundiera Ucrania con Irak. Después de que las confundiera dos veces en tan sólo una semana.

Para frenar este ridículo, imparable en todo el mundo, Biden ha querido reforzar su equipo de campaña. No sólo para ganar frente a Trump en las presidenciales, sino para no hacer el ridículo. Así, ha incorporado a su equipo a Jennifer O’Malley Dillon, que ya fue directora de su campaña en 2020; y a Mike Donilon, un estrecho colaborador del presidente desde hace décadas. Precisamente en Wilmington, Delaware, han establecido el cuartel general de la campaña electoral de los demócratas.

Sus errores más recurrentes incluyen la confusión de personas, lugares y tiempos. En 2021, por ejemplo, confundió a la canciller Angela Merkel con uno de sus difuntos predecesores, Helmut Kohl. Y lo mismo hizo con Macron, a quien confundió la semana pasada con el fallecido François Mitterrand. En un mitin de la campaña en Las Vegas, Biden quiso referirse sin éxito al presidente francés.

Tampoco es normal, tal y como afirma el fiscal, su comportamiento sobre los escenarios. En 2022 pareció ver un fantasma sobre el escenario, y extendió su mano para saludar a… nadie. En aquella misma ocasión habló sobre «la guerra en Irak» y cómo estaban siendo los ataques. Una alusión que Biden quería dirigir hacia Ucrania y que sin embargo erró en más de cuatro mil kilómetros.

En julio de 2023 Biden explicó que «más de cien estadounidenses» había muerto a causa del Covid. Su equipo de prensa terminó explicando que se refería a más de un millón de ciudadanos, en el enésimo intento por cubrir las lagunas del presidente. En septiembre del año pasado, durante una cumbre en Hanoi, su equipo de prensa terminó por cortar la intervención de Biden cuanto éste comenzó a balbucear una frase inexpugnable.

Claro que si en el Kremlin se han dado cuenta del deterioro mental del líder de Estados Unidos, en el continente también han hecho lo propio. En una reunión de la ONU, Biden luchó con dificultad con un audífono, necesario para entender el discurso del brasileño Lula da Silva. Tras varios minutos de pelea, Lula le preguntó con ironía: «¿Puede oírme, presidente Biden? Este es un momento histórico para Brasil y para Estados Unidos».

Todo parece indicar que no le escuchó. Puesto que al final de la reunión de las potencias de la ONU, el presidente Biden se fue sin saludar a da Silva. Cuando todos se estrechaban la mano, Biden se giró, saludó al público y se bajó del escenario. Un gesto que viene a confirmar, con todas sus confusas declaraciones, que Biden no está preparado para continuar en la Casa Blanca. Es el temor de los demócratas, pero sobre todo, es el temor de los ciudadanos norteamericanos que no quieren que su futuro esté en manos de un incapaz. Por mucho que sea «un anciano comprensivo, bien intencionado y con mala memoria».

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