La actual vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, se enfrentó el pasado 5 de noviembre a una amarga derrota electoral ante el expresidente Donald Trump, aunque un 41% de los votantes demócratas apoyarían que volviera a ser su candidata, según una reciente encuesta.
En las filas demócratas tratan de analizar lo ocurrido hace menos de un mes. Una figura destacada de su equipo de campaña ha admitido que la izquierda está «perdiendo la guerra cultural».
Una de las causas es la obsesión woke, ese intento de despreciar los problemas reales de las familias (la pérdida de poder adquisitivo, la precariedad laboral o la inseguridad que provoca la inmigración ilegal) para imponer una agenda globalista que prioriza las restricciones climáticas, la ideológica de género y trans o el ya fracasado modelo multicultural.
Quentin Fulks, que fue subdirector de campaña, hizo este reconocimiento durante el último episodio del poscast «Pod Save America». «Los demócratas nos estamos devorando a nosotros mismos» aseveró. «Los republicanos tienen una cámara de resonancia bien afinada, bien engrasada y bien invertida (…). Resuena a través de TikTok, a través de la cultura».
LA GACETA publicó esta semana que los izquierdistas que formaron parte del llamado movimiento contra Trump en 2016 ahora se sienten más «desilusionados» que nunca.
La directora de la denominada «Marcha de Mujeres», uno de los grupos de activistas izquierdistas más destacados en la furia antiTrump, manifestó a Axios que necesitan encontrar «nuevas formas de movilizar a la gente». «Tenemos que atraer a la mayor cantidad de actividades posible», añadió.
Trump y su equipo, por su parte, proclaman que EEUU está ante el comienzo de una «era dorada» y reiteran que el movimiento MAGA es «el movimiento político más grande» que se ha visto nunca en el país. Y deja claras sus prioridades: «Somos el partido del sentido común. Queremos tener fronteras, seguridad, que haya una gran Educación, tener un Ejército fuerte y poderoso…».