«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Es un converso al catolicismo

J.D. Vance: la baza de Trump para ganar en los estados del «cinturón del óxido» y asegurarse la Casa Blanca

J.D. Vance y Donald Trump. Red social X

Un candidato rico y privilegiado, originario de un estado de la costa atlántica y fundador de la Unión, escoge como compañero para la vicepresidencia a un candidato de familia pobre y de un estado decisivo. ¿Nos referimos al demócrata Jack Kennedy, que incorporó a su ticket al texano Lyndon B. Johnson para las elecciones de 1960? No, hablamos del neoyorquino republicano Donald Trump, que acaba de escoger al senador por Ohio James David Vance.

En la política de Estados Unidos, la vicepresidencia sirve para equilibrar el «ticket» con candidatos de distinta experiencia, origen y edad, y hasta para debilitar a los rivales con un miembro de su antiguo partido.

Abraham Lincoln llevó en sus dos candidaturas a sendos demócratas. El primero, para las elecciones de 1860, fue Hannibal Hamlin, miembro del Partido Demócrata hasta 1856, año en el que pasó al Republicano por su oposición a la esclavitud. Además, era de Maine, estado del Norte, mientras que Lincoln provenía de Illinois, limítrofe con estados sureños. En 1864, concurrió con Andrew Johnson, senador por Tennessee, que era demócrata y el único senador de un estado separatista que no había abandonado su escaño en el Congreso.

Cuando los demócratas escogieron a Walter Mondale en 1984 para enfrentarle con Ronald Reagan, éste se acompañó de la diputada federal por Nueva York Geraldine Ferraro, la primera mujer que se presentó a ese puesto por uno de los grandes partidos. Era hija de padres extranjeros, lo que suponía un gesto a las comunidades de inmigrantes, y católica, pero favorable al aborto.

Jimmy Carter era un «nuevo sureño», un político que atraía a ciudadanos de diferentes razas. Gracias a ello ganó la gubernatura de Georgia. Aun así, no quiso arriesgarse. Su candidato a vicepresidente en 1976 fue un senador de Minesota, llamada la Suecia de Estados Unidos, y no únicamente por su frío y por su importante porcentaje de población sueca, sino también por sus políticas «progresistas».

Y en 2016 Trump trató de compensar su innegable bisoñez en cargos administrativos con Mike Pence, gobernador de Indiana. Para noviembre de este año, el expresidente, que se ha ganado la medalla de ser el gobernante más odiado por los globalistas y sus siervos, ha contado con otro compañero. Además, la designación de J.D. Vance confirma la estrategia de campaña que va a seguir.

Vance, nacido en Middletown (Ohio) representa a las familias de escoceses-irlandeses que pasaron de trabajar en la industria pesada del Rust Belt (cinturón del óxido) a quedarse sin empleo por la deslocalización de las fábricas y la irrupción de productos importados de México o China, desde textiles a automóviles. En el libro que le convirtió en una celebridad, Hillbilly, una elegía rural, relata la destrucción de las familias de su barrio por el desempleo, el alcohol, las drogas, la promiscuidad sexual y los subsidios, a la vez que critica el desdén con que las clases altas y favorecidas tratan a su gente. Como hijo de una familia rota, lamenta que en su adolescencia tuviera que acostumbrarse a llamar papá a los sucesivos amantes de su madre a las que ésta metía en casa.

Trump obtuvo la Casa Blanca gracias a su victoria en los estados de Pensilvania, Wisconsin y Michigan, más Ohio, que desde hace más de medio siglo acompaña siempre al vencedor. En 2020, Biden recuperó para los demócratas esos tres estados, pero no Ohio, que siguió leal a Trump (éste es uno de los motivos que me hacen creer que en esas elecciones la maquinaria de los demócratas cometió fraude electoral). Si la candidatura Trump-Vance venciese en Wisconsin (10 electores), Michigan (15) y Pensilvania (19) y mantuviese los estados donde triunfó el republicano en 2020, incluyendo Ohio (17 electores), tendría mayoría absoluta en el colegio electoral (formado por 538 miembros).

Por tanto, Vance, es una de las grandes bazas de Trump, junto con su promesa de promover la industrialización de EEUU y aplicar el proteccionismo para ganar el «cinturón del óxido». Para corroborarlo, Vance es un republicano que tiene poca relación con el núcleo tradicional del partido, pues, al igual que su mentor, ha abjurado del discurso habitual a favor de los mercados abiertos y las desregulaciones. El senador propone bajar impuestos, y subir el salario mínimo federal y los aranceles. También es favorable a extender la legislación antimonopolio a las grandes empresas tecnológicas, sector que conoce bien por haber trabajado en él como abogado e inversor.

Vance se pronunció en contra de Trump en 2016 y 2017 con expresiones duras; le calificó de «heroína cultural»; pero pronto cambió de postura. La popularidad de Hillbilly, una elegía rural y su historia de superación (se alistó en los marines y luego estudió Derecho en la universidad estatal de Ohio y en Yale) le impulsaron a entrar en política. En 2022 ganó un escaño en el Senado nacional por Ohio y en enero de 2023 respaldó la candidatura de Trump por el partido rojo.

Por último, en otro gesto que recuerda al de Kennedy, un católico de familia irlandesa que recurrió al protestante Johnson para disipar las suspicacias sobre su «papismo», el protestante Trump ha seleccionado a un converso al catolicismo. En 2016 fue fundamental para su victoria el apoyo de los cristianos, sobre todo los evangélicos, por su promesa de nombrar para el Tribunal Supremo a jueces provida. La religión recupera en Estados Unidos una importancia que los ateos se niegan a aceptar.

Vance, evangélico en su juventud, recibió el bautismo en agosto de 2019 en una iglesia de Cincinnati y adoptó como patrono de su confirmación a San Agustín de Hipona, debido a su capacidad intelectual para transmitir la fe. Se opone al aborto y al «gaymonio». Está casado desde 2014 con Usha Chilukuri, a la que conoció en la facultad de Derecho de Yale y el matrimonio tiene tres hijos. 

El principal reparo a Vance puede ser su falta de experiencia en política, sobre todo si recordamos que el Gobierno de Trump fue saboteado por varios de sus altos cargos, como proclamó uno de ellos en un artículo anónimo publicado por el New York Times (luego los editores se preguntan por qué la gente ya no confía en los medios de comunicación tradicionales). Por el contrario, esa bisoñez en el pantano de Washington puede ser un signo de que conserva la pureza y de que está libre de ataduras para aplicar el programa que desean sus votantes… y sus vecinos.

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