La esclavitud ha vuelto a las plantaciones del Sur de la mano del Supremo norteamericano. Bueno, no exactamente, pero eso es lo que la vicepresidente de los Estados Unidos, Kamala Harris, espera que creas.
La verdad es que la izquierda siempre ha sido muy dada a la hipérbole, viendo a Hitler redivivo en cada candidato de la oposición, pero con esto de la reversión de la disparatada sentencia de Roe contra Wade, que convertía el aborto provocado en «derecho constitucional», se les está yendo la olla más de lo habitual, que es mucho decir.
El pasado lunes, por ejemplo, Kamala Harris, el florero que hace las veces de vicepresidente para el presidente senil, tuvo el cuajo de comparar la abolición de ese derecho -que no acaba con el aborto legal, sino que lo deja en manos de las legislaturas de los estados- con el regreso de la esclavitud de los negros en el siglo XIX.
“También debemos tomar medidas para proteger otras libertades fundamentales, incluida la libertad de una mujer para tomar decisiones sobre su propio cuerpo”, dijo Harris en una comparecencia pública. “Y, sobre este tema, es importante señalar que para apoyar la capacidad de una mujer, no de su gobierno, sino de ella, para tomar esa decisión no se requiere que nadie abandone su fe o sus creencias, solo requiere que estemos de acuerdo. El gobierno no debería tomar esa decisión por ella”.
“Y piénsalo”, continuó. “Por primera vez en generaciones la Corte Suprema de los Estados Unidos, la más alta corte de nuestra tierra, la antigua corte de Thurgood Marshall, tomó un derecho constitucional que le había sido reconocido al pueblo de América, a las mujeres de América. Sabemos que nuestro país tiene un historial de reivindicar la propiedad sobre los cuerpos humanos”.
“Y hoy, los líderes extremistas están criminalizando a los médicos y castigando a las mujeres para que no tomen decisiones de atención médica por sí mismas”, continuó Harris. “Decisiones personales que es su derecho tomarlas en consulta con su médico, su pastor, su sacerdote, su rabino, sus seres queridos, no su gobierno diciéndole qué tiene que hacer”.
“Y los llamados líderes, así llamados, afirman que bueno, ya sabes, simplemente pensamos que esta es una decisión que debe ser tomada por la gente en los Estados Unidos”, continuó. “La gente en los estados puede votar sobre esto, ¿verdad? Pero en este momento, muchos de esos mismos supuestos líderes son los mismos que están aprobando leyes para restringir la capacidad de voto de las personas. Leyes, están aprobando leyes, las mismas personas, leyes que prohíben los buzones y restringen la votación anticipada, leyes que hacen que sea ilegal dar comida y agua a las personas que esperan en la fila para votar. Leyes antidemocráticas. leyes antiamericanas”.
Lo gracioso de toda esta comparación es que es perfectamente correcta, quizá la más adecuada para entender el asunto, pero solo si se toma exactamente al revés: es el aborto lo que puede legítimamente compararse con la esclavitud, porque es el Estado -el Tribunal Supremo en los setenta- el que garantiza a la mujer la posesión de su hijo como una cosa que puede, incluso, destruir sin dar cuentas a nadie, que puede hacer de esa actividad un pingüe negocio de trata como lo fue la esclavitud.
Sí, Kamala: la esclavitud y el aborto guardan una estrecha relación, proporcionan una analogía válida. Pero es la sentencia de Dobbs la que ha liberado no sabemos cuántos niños de una sentencia de muerte inapelable y arbitraria.