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TRAS ROE VS. WADE

La influencia política del aborto en las ‘midterm’

Dos manifestantes sostienen carteles provida junto a un manifestante proaborto frente a la Corte Suprema de EE.UU. Reuters

Parece que al valorar las últimas elecciones legislativas y a gobernadores norteamericanas se está atribuyendo una gran importancia a la influencia de la cuestión del aborto, por encima incluso de la inflación. El discurso de algunos medios de la derecha más complaciente e institucional es que la decisión del Tribunal Supremo de los Estados Unidos de América de devolver a los Estados la legislación sobre el aborto, deslegitimando un supuesto derecho a abortar contenido en la Constitución, habría tenido un gran peso en las elecciones, evitando que se produjese la llamada marea roja, es decir, un amplio triunfo republicano. Así parece indicarlo la caída en las encuestas del conjunto de los republicanos desde julio, y las respuestas de los votantes demócratas a las encuestas a pie de urna, que daban la mayor influencia en su voto al mal llamado «derecho a decidir». También lo indicarían las iniciativas legislativas triunfantes en cinco estados demócratas y el fracaso de alguna contraria en Kentucky.

Es cierto que las aportaciones económicas por el lobby abortista a las arcas de los candidatos demócratas son superiores en una proporción de 40 a 1 a las que han podido hacer grupos provida a sus contrarios. Esto significa que en la oposición al antinatalismo en general, y especialmente a su forma radical en el aborto ―que recordemos en algunos Estados permite el aborto por nacimiento parcial, es decir, directamente el infanticidio―, nos enfrentamos a una poderosa industria, una industria ideológica que ha hecho de la supresión de parte de la población, muchas veces de una parte muy determinada, su principal propósito ideológico.

Esta combinación de ideología con dinero es un enorme peligro y explica como los denominados partidos populares y centristas han apartado el derecho a la vida del no nacido de sus programas; incluso algún grupo Alt Right como el Frente Nacional ha caído en la tentación. No ha ocurrido lo mismo en Estados Unidos, donde un sector amplio del Partido Republicano ha insistido en una posición que, por un lado, puede ser costosa, pero que, por otro, permite una seña de identidad de movilización política, de búsqueda de cambio real, de considerar a la política como algo más que una mera ratificación de los cambios marcados por el «signo de los tiempos». El caso es que los republicanos han colocado un buen número de candidatos comprometidos con el movimiento provida y el número de legisladores de esa tendencia ha aumentado respecto a legislaturas anteriores.

No es fácil cuantificar el beneficio o perjuicio de una acción en este sentido, ni saber el esfuerzo político que requiere modificar un proceso que está contaminando nuestra civilización, entendible como una civilización de la muerte. Lo que hay que preguntarse es si merece la pena luchar por un cambio efectivo, por un futuro mejor, por la profundización o recuperación del primero de los derechos, que es el derecho a la vida entendido en su sentido mas estricto, el derecho a que no te maten. Cuando la violación de este derecho se convierte en una política de Estado, como ocurre en nuestros días, es más, cuando se convierte en una consigna internacional, en un valor predominante, se puede entender que estamos ante una crisis de civilización.

Pero la bioética no puede mirarse sólo como una tarea que hace perder votos si se defienden bienes como la vida humana, la libertad personal, la dignidad como cualidad que prohíbe la reducción del hombre a mero medio frente a ciertos intereses, como serían el poder de los organismos neomalthusianos o la posición de los pocos ricos frente a la amenaza de los muchos pobres. En efecto, uno de los datos mas relevantes de las pasadas elecciones es que, el siempre «inestable» Estado de Florida, donde se ha tenido que recurrir en muchas ocasiones a recuentos agotadores y hasta al Tribunal Supremo de los Estados Unidos, se ha convertido en un estado rojo, es decir, republicano, con márgenes holgados. Se pueden buscar muchas razones para ello, pero podemos fijarnos en que el gobernador ha tomado, por ejemplo, medidas racionales para proteger a los menores de las leyes del lobby Trans o que lo ha convertido en un bastión frente al movimiento ‘woke’.

Lo que es más importante es que, ante el mayor desafío sanitario de los últimos tiempos, la pandemia de COVID, Florida adoptó la posición mas razonable y protectora de los derechos ciudadanos frente a la histeria que hemos vivido en muchos lugares. Florida es un ejemplo de como se pueden hacer las cosas de una forma distinta a como se ha realizado en la mayoría de los países bajo la dictadura de un pensamiento único, y parece que esta valoración de los derechos personales tiene rendimiento político, como debe ser.

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