«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Bilderberg: ¿Qué tienen en común Rivera y Sáenz de Santamaría?

A los señores del mundo les da igual uno que otro, y toda la rivalidad a cara de perro que hemos visto en el Congreso entre Ciudadanos y PP se disolverá como un azucarillo en el cálido entorno del verdadero poder.

Es un alivio poder escribir sobre la edición de este año en Turín de la reunión del Club Bilderberg, objeto de tanta controversia conspiracionista, en un momento en que las teorías de la conspiración, las tramas negras y el poder en la sombra no son ya blanco de las risas autosuficientes de los comentaristas. Y es que, gracias a la bendita ‘trama rusa’ -que lo mismo te amaña las presidenciales americanas para que salga Trump que te monta la chicha del ‘procés’ catalán o esparce por las redes ‘fake news’ que ponen triste a El País-, la idea de que no hay nada más fácil para los poderosos que ponerse discretamente de acuerdo sobre lo que querrían imponernos.
No es que sea nada nuevo: ya decía Adam Smith que los patrones de un mismo sector no pueden reunirse ni para tomar café sin que acaben poniéndose de acuerdo para manipular los precios. Así que, sí, cuando Ana Patricia Botín, Soraya Sáenz de Santamaría, Albert Rivera y Janli Cebrián se sienten juntos delante de un gin-tonic, es poco probable que hablen del tiempo, ni siquiera para denostar el Cambio Climático.
¿Les he contado ya que este año estará el Número Dos del Vaticano, su secretario de Estado, el Cardenal Pietro Parolin? Uno no quiere sacar conclusiones sobre la presencia, sin duda con beneplácito papal, de un príncipe de la Iglesia en semejante contubernio. Pero la imagen de «una Iglesia pobre para los pobres, alejada de los centros de poder» no la da, exactamente.
Este año, por la parte que nos toca, repite Rivera y entra Soraya. A los señores del mundo les da igual uno que otro, y toda la rivalidad a cara de perro que hemos visto en el Congreso entre Ciudadanos y PP se disolverá como un azucarillo en el cálido entorno del verdadero poder.
La invitación a Rivera cuando todavía parecía venirle muy grande el Gobierno de España hizo pensar a muchos que las élites estaban pensando hacer con él una Operación Macron a la española. Pero la presencia en paralelo de Soraya da idea de quienes ven con cariño nuestros mayores: el consenso socialdemócrata de posguerra, esa ideología única con dos alas y dos siglas, separadas por la retórica y unidas por el convencimiento de que solo hay un modo de gobernar, y que lo demás son detalles para la galería.
De hecho, en la nota oficial de temas de este año destaca «el auge del populismo en Europa», es decir, la amenaza de que haya acabado la fiesta. Y desde este momento me atrevo a anunciarles que será, si no el único, sí el tema obsesión de las veladas.
No sin motivo. Hasta ahora han mantenido bajo control el embate ‘populista’. Están consiguiendo que Gran Bretaña se arrepienta del ‘brexit’, han puesto a su hombre en la presidencia francesa, Merkel, aunque a duras penas, revalida su mandato, y el aumento del voto populista está aún lejos de las mayorías salvo en países periféricos, como los de Visegrado.
Hasta el cataclismo italiano. Primero intentaron colar el quinto gobierno ‘técnico’ -es decir, del agrada de Bruselas y los mercados- usando al presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella, con la excusa de que el Movimiento 5 Estrellas y la Liga Norte no lograban ponerse de acuerdo. Pero la coalición superó todos los obstáculo y ya hay gobierno y, pinta que es de verdad.
E Italia no es un país de tercera: tiene el potencial de hacer saltar por los aires a la Unión o, al menos, de reconducirla de vuelta hacia una alianza comercial de Estados soberanos, justamente lo que más temen los globalistas de Bilderberg.
Para acabar de arreglarlo, el Gobierno de Giuseppe Conte se ha comprometido a deportar a medio millón de inmigrantes africanos ilegales, reforzar la estructura financiera nacional frente al globalismo y el capitalismo monopolístico, subrayar la herencia cristiana del país, revalorizar la familia natural y, en fin, todo lo que es anatema para lo que representa Bilderberg.
También se discutirá sobre las legislativas en América. A Trump lo tienen los jueces y la prensa bastante marcado, pero ahora sería más que deseable que el legislativo cambiara de manos. De hecho, el ‘aluvión demócrata’ que se esperaba podría resultar como la ignominiosa derrota de Trump: una ‘fake news’ pereventiva.
Hablando de ‘fake news’: también está en el programa de Turín. Ya saben qué significa en código esta expresión de moda: los grandes medios que controlamos están perdiendo el monopolio de la información, lo que dificulta nuestra labor de propaganda. A ver qué se les ocurre; temblemos.
Naturalmente, no es nada más que un grupo informal, una especie de seminario de debate, sin poder ni autoridad oficial alguna. Pero eso es exactamente lo ominoso, que carecen de toda responsabilidad y de todo control público.
Se sabe, de hecho, que lo que se dice en Bilderberg no se queda en Bilderberg, al menos no en el sentido de que carezca de influencia en el mundo real. Así lo reconoció en 2010 el miembro del club y secretario general de la OTAN, Willy Claes, cuando confesó que los asistentes salían de cada reunión con el encargo expreso de aplicar las decisiones que se acuerdan en ella. También el presidente del club, Étienne Davignon, presumió en 2009 que la idea de la moneda única europea había surgido del propio grupo.

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