El Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres, mĆ”s conocido como Convenio de Estambul, ha recabado desde 2011 la firma de 45 paĆses, siendo posteriormente ratificado por 37 de estos. La Unión Europea (UE), como entidad supranacional, lo firmó en 2017, pero hasta ahora varios Estados Miembros han bloqueado en el Consejo de la UE su ratificación.
Casi seis aƱos despuĆ©s de esa firma, el Parlamento Europeo aprobó el pasado 15 de febrero una resolución con la que urge al Consejo a proceder con la ratificación, aun sin unanimidad. A juicio de la EurocĆ”mara, basta con que la mayorĆa se lo imponga al resto, a quienes recrimina sus reservas hacia el Convenio. La ratificación de este por la mayorĆa del Consejo no implicarĆa su confirmación por parte de los Estados Miembros que todavĆa no hayan pasado por el aro (HungrĆa, Bulgaria, Letonia, Lituania, Eslovaquia y RepĆŗblica Checa), por lo que, mediante una larga relación de enĆ©rgicas condenas y el mismo tono que el seƱor feudal usaba con los siervos de la gleba, el Parlamento pretende meter en vereda a aquellas naciones de Europa aficionadas al vicio de librepensar. Por ejemplo, Polonia, cuyo Tribunal Constitucional va a revisar ahora que el Convenio no entre en contradicción con su Carta Magna mientras el Gobierno de Morawiecki prepara un Ā«convenio de los derechos de las familiasĀ» que reemplace al de Estambul.
La resolución de la EurocĆ”mara deja claro que no se tolerarĆ” ninguna alternativa a este āla que seaā, porque dichas opciones Ā«difieren fundamentalmente de los derechos humanosĀ». En el Ćnterin, a los derechos humanos se les ha aƱadido el aborto de tapadillo. En efecto, lo que mĆ”s sorprenderĆ” de la resolución aprobada a quienes no hayan prestado atención a cómo nos deslizĆ”bamos todos estos aƱos por la pendiente resbaladiza, es la consagración que hace del aborto: de acuerdo con el texto aprobado, aquellos paĆses que lo restringen mediante leyes ādescritas en los considerandos de la resolución como Ā«inhumanasĀ»ā estĆ”n vulnerando los derechos humanos de las mujeres.
En esto ha tenido mano una espaƱola: la eurodiputada de Ciudadanos (Cs) Soraya RodrĆguez firma la enmienda que introdujo en la resolución la frase Ā«las leyes sobre el aborto restrictivas y la falta de aplicación vulneran los derechos humanos de las mujeresĀ». Enmienda que, ademĆ”s, convirtió el apartado 4 de la moción en un auto de fe contra los Estados provida. RodrĆguez āsocialista a fuer de liberal, que dirĆa Indalecio Prietoā decidió tomarse la molestia de enmendar el texto original para someter a todos los paĆses de la UE que no comparten el entusiasmo abortista a un calculado escarnio pĆŗblico. La realidad es que la acusación les confiere a estos un timbre de honor: confrontados por la inquisidora, que les exige poner al aborto en pie de igualdad con el derecho a la vida, estos paĆses pueden declarar Ā«eppur si muoveĀ».
Polonia, HungrĆa, Eslovaquia, Malta e Italia son llamados uno a uno a subir al cadalso que la eurodiputada de Cs ha preparado para ellos. En su celo, RodrĆguez llega incluso a declarar ilegĆtimo el Tribunal Constitucional de Polonia, a pesar de que en EspaƱa su todavĆa partido hace tiempo que se sumó a la tesis de que cuestionar la legitimidad de las instituciones (por ejemplo, la de un Ejecutivo que, para gobernar, necesita apoyarse en los enemigos declarados de la Nación) es crispar. Como el alumno aventajado del zeitgeist moderno es Francia, que quiere blindar el aborto en su Constitución, a Francia dirige sus loas Soraya RodrĆguez, al tiempo que llama a incluir Ā«el derecho al aborto seguro y legal en la Carta de los Derechos Fundamentales de la UEĀ», como ya habĆa pedido Macron.
Todo esto lo ha hecho suyo el Europarlamento al aprobar la enmienda de RodrĆguez, pero hay mĆ”s. Numerosa chatarra ideológica āalguna de muy nuevo cuƱo, como la Ā«violencia obstĆ©tricaĀ» y la Ā«violencia vicariaĀ», que el lector recordarĆ” haber oĆdo en labios de Irene Monteroā se ha abierto camino hasta el texto aprobado entre la adhesión fervorosa de la izquierda y la negligencia criminal del Partido Popular. AsĆ, por ejemplo, la resolución afirma que la Ā«cultura de la violaciónĀ» es Ā«un problema generalizado en toda Europa y en el mundo enteroĀ», como si las actitudes europea e islĆ”mica ante la violencia ejercida contra una mujer fuesen conmensurables, o como si obligar a la vĆctima de una violación a casarse con su agresor fuese tan plausible en Toledo como en Islamabad.
La inclusión de tanto artĆculo de fe ideológica, sin embargo, no impide al legislador europeo acordarse de condenar Ā«la afirmación y la aceptación de teorĆas y conceptos no cientĆficos en los casos de custodia para […] denegar la custodia del menor a la madre y concederla al padre acusado de violencia de gĆ©neroĀ». Mismos tĆ©rminos en los que la Ley Rhodes del Gobierno socialcomunista espaƱol tacha de anatema la sola mención al sĆndrome de alienación parental, observable en muchos menores que han sido privados de la compaƱĆa de uno de sus padres.
Asimismo, la resolución compra y propala el relato de que Ā«en muchos casosĀ» la PolicĆa somete a las mujeres denunciantes a Ā«comentarios degradantesĀ», y alude a los Ā«estereotipos y sesgos de gĆ©nero en el sistema judicialĀ», ignorando, por supuesto, que, al menos en el caso concreto de EspaƱa, mĆ”s de la mitad de los jueces son mujeres y en aumento.
El texto aprobado, en resumen, es una colección de clichĆ©s y de dogmas repetidos ad nauseam por la izquierda woke y sus filiales mediĆ”ticas, una gota malaya que ha conseguido trepanar el crĆ”neo de sus seƱorĆas del centroderecha, encharcĆ”ndoles los sesos. Al margen de la delegación de VOX en el Parlamento Europeo āque, por descontado, votó en bloque contra la resoluciónā, de los eurodiputados espaƱoles Ćŗnicamente dos eurodiputados del PP dejaron de emitir un voto favorable. El resto consintió en rubricar con su sufragio que el aborto es un derecho humano y que restringirlo legalmente equivale a ejercer violencia machista.
Oponerse habrĆa implicado el esfuerzo consciente de romper con la inercia y plantarse ante el enloquecido signo de los tiempos, y ya sabemos que, pudiendo dejarse arrastrar por la corriente, al PP eso le da infinita pereza. No hablemos ya de Cs, cuyos restos, afanados en que no los llamen fachas, tratan de montarse en marcha en la locomotora del progreso (hacia dónde se progresa es lo de menos). Y asĆ, como decĆa Burke, el mal avanza porque los hombres buenos (ĀætodavĆa pueden llamarse buenos?) no hacen nada.