El experto belga Montasser AlDe’emeh ha lanzado una advertencia a los políticos europeos y reclama que retiren sus políticas actuales.
Montasser AlDe’emeh ha decidido romper con los cánones de lo políticamente correcto y ha asegurado que los políticos europeos son «ingenuos» cuando legislan leyes en torno a la inmigración, el islam o los sistemas de integración. Este experto palestino en la yihad ha aconsejado a los dirigentes de Bruselas detener la afluencia de los mal llamado refugiados de guerra -esta condición sólo se cumple en algún caso- porque «primero debemos abordar los problemas de las personas que están aquí».
AlDe’emeh, que ha trabajado con varios grupos yihadistas belgas y ha viajado en diversas ocasiones a Siria junto a los terroristas burlando los controles comunitarios, ha alertado sobre los problemas «crecientes» de las sociedades europeas y la ausencia de «medidas reales» desde Bruselas. «Están completamente bloqueados desde 2015», ha aseverado.
«Nuestras sociedades occidentales están en peligro debido al número creciente de personas alineadas. Estos niños viven aquí físicamente, pero mayoritariamente piensan y actúan como en la Edad Media», ha aseverado.
Las declaraciones de AlDe’emeh se entienden mejor en el contexto que actualmente viven Bélgica y Bruselas, antier capital comunitaria y hoy con muchos barrios convertidos en una suerte de pequeños califatos islámicos. En este escenario, la aparición de un partido islámico era cuestión de tiempo.
El partido Islam belga, nacido en 2012, que espera aumentar su presencia en las próximas elecciones municipales y conseguir representación en el Parlamento federal, defiende la segregación por sexos en los autobuses para «proteger» a la mujer.
«Llevo 25 años conduciendo autobuses en este país y he visto de todo. Las mujeres con minifalda no pueden ir tranquilas. Se trata de que en hora punta las mujeres entren por la puerta delantera y los hombres solamente por la trasera», ha afirmado su portavoz, Redouane Ahrouch.
Preguntado si no es mejor educar a los hombres en el respeto a las mujeres en vez de segregar a los usuarios del transporte público, responde que «eso es lo que defendería un partido de siempre, uno que solo tiene palabrería» pero el suyo «quiere hacer cosas, cosas útiles y que den resultados ahora».
La realidad belga
Hace unos meses, los profesores de una escuela de preescolar de la localidad belga de Ronse expresaron su preocupación después de observar en algunos niños señales de que pueden estar expuestos a influencias islamistas radicales.
En el informe interno de la escuela de Ronse se describe de manera detallada el comportamiento de estos niños, que recitan versos del Corán en árabe en el patio, no van a escuela los viernes (día sagrado para los musulmanes) y rechazan dar la mano a alguien del sexo opuesto por razones religiosas.
El documento incluye además, el caso de un niño que amenazó con matar «infieles», llamó a otros niños «cerdos» y se pasó el dedo por la garganta mientras simulaba el movimiento de «degollar».
Bélgica y el salafismo
La respuesta a la situación del país, además de las desacertadas políticas comunitarias, hay que buscarla más atrás en el tiempo, concretamente en la década de 1960. En aquellos años, los predicadores salafistas llegaron al país tras unos encuentros diplomáticos. El rey Balduino realizó una oferta a su homólogo saudí Faisal, que estaba de visita en Bruselas, para, a cambio de petróleo, permitir la construcción de una Gran Mezquita en el centro de Bruselas.
El esplendor económico que vivía Bélgica impulsaba entonces a muchos marroquíes y turcos a viajar al país. El acuerdo entre los dos reyes haría que la mezquita fuera el principal lugar de culto. Los saudíes lograron el alquiler del pabellón oriental de Bruselas por 99 años, a coste cero. Tan sólo un año después, el régimen de Riad abría la Gran Mezquita y el Centro Cultural Islámico de Bélgica, uno de sus primeros bastiones en el interior de Europa.
En un principio, la nueva mezquita fue considerada como “la voz oficial” de los musulmanes en Bélgica. Nada más lejos de la realidad. Las enseñanzas salafistas que se ofrecían en su interior estaban muy alejadas de la versión del islam que seguía la mayoría del país. A pesar de la crisis económica que ha obligado que muchas personas hayan abandonado el país, hay alrededor de 600.000 personas de origen turco y marroquí en un estado de apenas 11 millones de habitantes.
“La comunidad marroquí proviene de las regiones montañosas y del valle del Rift, no del desierto. Pertenecen a la escuela Maliki del Islam y son bastante más moderados que los musulmanes de Arabia Saudí”, asegura George Dallemagne, diputado del parlamento belga, que recuerda: “Gracias al acuerdo con Riad, muchos de estos hombres moderados se radicalizaron y algunos llegaron a viajar a Medina para continuar su formación”.
La falta de integración es uno de los argumentos utilizados por las élites europeas para justificar el islamismo radical y los atentados en suelo europeo. Dallemagne explica cómo, tras la apertura de la Gran Mezquita, los clérigos sauditas incitaban a todos los inmigrantes a “alejarse” de los ciudadanos del país. “Siempre pensamos en Arabia Saudí como un aliado, pero pero los saudíes mantienen un doble discurso: quieren una alianza con Occidente cuando se trata de la lucha contra los chiítas en Irán, pero quieren conquistar el resto del mundo con su religión”, sentencia.