El apoyo de las mujeres a Giorgia Meloni, primera mujer en presidir el Consejo de Ministros italiano –en las pasadas elecciones logró un 24% del voto femenino, el mayor porcentaje de todos los partidos– no ha parado de crecer desde que la líder de Fratelli d’Italia llegó al poder.
Su programa político ha logrado recabar los votos de los jóvenes y de la clase trabajadora, pero también de las mujeres italianas. Aunque esto puede deberse a la situación sociolaboral, el alegato en defensa de la mujer de Meloni es un factor central que explica este fenómeno.
Al igual que muchas otras mujeres conservadoras —Katalin Novak o Marine Le Pen por mencionar algunas— Giorgia Meloni ha dejado clara su oposición a la corriente feminista dominante. De manera casi antagónica, su alternativa queda plasmada en su famoso discurso «sono una donna, sono una madre, sono cristiana», es decir, en la defensa orgullosa de su sexo, y con ello de la maternidad, sin complejos. En la superación de las posibles dificultades y desigualdades con esfuerzo. Romper el techo de cristal, «una barrera invisible para el éxito», es posible —ella misma lo ha logrado como declaró en su discurso de investidura— sin necesidad de cuotas, a las que equipara con una mera «concesión del macho». El modelo de Meloni se basa en el esfuerzo y la fortaleza, en la meritocracia aplicada por igual a hombres y mujeres.
Lejos de la afirmación que atribuye el ascenso político de las mujeres a una estrategia de algunos partidos dirigida a ampliar su electorado, el caso de Meloni pone de manifiesto la creciente identificación de las mujeres con problemas abordados exclusivamente por la derecha; problemas reales que preocupan a las mujeres de a pie como la inseguridad en las calles y la identificación de la inmigración procedente de países árabes como una de sus causas. La joven de 26 años Ebba Hermansson, diputada de los Demócratas Suecos, que destaca «la seguridad frente a la violencia sexual» como una de sus prioridades políticas, es un claro ejemplo de ello.
Meloni esboza un concepto de mujer que rompe con el marco teórico del resto de partidos, una mujer que puede llamarse abiertamente «madre y cristiana», sin avergonzarse o considerarse víctima del heteropatriarcado. Es, además, un ejemplo de mujer hecha a sí misma, de orígenes humildes. Criada en el barrio romano de Garbatella, uno de los más pobres, por su madre y su abuela, procede de una familia con una posición desventajada. Una mujer ajena al establishment italiano que, a través de una pronta militancia en Alianza Nacional, ascendió a diputada, luego a ministra de Juventud, hasta ser elegida presidenta de su partido y llegar a convertirse en la primera mujer en gobernar la nación italiana.
Meloni trata de abordar desde la sátira la corriente que victimiza a la mujer y que, a menudo, peca de sustituir su naturaleza por una inferior. Así lo hizo Corinna Miazga del partido conservador Alternativa para Alemania, recientemente fallecida por cáncer de mama a sus 39 años, cuando aseguró que «solo se necesitan 10 de nosotras para controlar a los 82 hombres» que conforman su grupo en el Bundestag .
Quizás ello explique por qué el programa electoral de Meloni en las pasadas elecciones no contaba con un capítulo dedicado a la mujer, como tampoco contaba con políticas feministas ni enfoques transversales de género. Al contrario, estaba formado por políticas comunes para hombres y mujeres, políticas que, al igual que se hace con otros colectivos, eliminen los obstáculos en aras de la igualdad de condiciones, en especial los obstáculos a la maternidad, un «derecho» de toda mujer como también lo es (en palabras de Meloni) «el derecho a no abortar». Y es que la solución no radica en que la mujer juegue a ser hombre, en que la mujer renuncie a ser madre o haga de la maternidad una desventaja. Giorgia Meloni rompe tanto con el feminismo liberal como con el feminismo marxista. No se decanta por la renuncia a la baja por maternidad de Soraya Sáenz de Santamaría ni tampoco por espectáculos reivindicativos como el de Carolina Bescansa amamantando a su hijo en plena sesión del Congreso. Todo lo contrario; plantea un tipo de conciliación familiar y laboral que no hace de la maternidad un elemento diferenciador, sino que se enfoca en evitar que tal distinción biológica, entendida como un don, no impida a la mujer desarrollarse profesionalmente, ni la sitúe en una posición de desventaja.
El programa de Meloni defiende a la mujer cuando debe. Así se propone explícitamente “prevenir y combatir la violencia contra las mujeres y los menores” sin necesidad de trazar una correlación entre masculinidad y violencia. Destaca la propuesta de creación de un fondo para ayudar a las mujeres solteras en situación económica desfavorable por encima de llevar a término sus embarazos o la eliminación de «la tasa rosa», como acciones concretas en favor de la igualdad. En definitiva «combatir la discriminación» en todos sus aspectos y acabar con los estereotipos culturales que consideran a la mujer en una «condición de subordinación». De ahí su oposición a la islamización de la sociedad italiana y la denuncia de los delitos sexuales cometidos por inmigrantes contra las mujeres.
Giorgia Meloni no se deja engañar. Tan sólo hace unas semanas tildaba de «mentira» el feminismo actual y la ideología de género, cuyo objetivo revelaba ser «el fin de la maternidad». Un feminismo materializado en el 8M y que, según sostiene, hace de la mujer un ser marginado, que a menudo parece considerar a las amas de casa un fracaso.
«Todos los días son el día de la mujer» reivindicaba Santiago Abascal durante un acto en la Palma, renegando de la nueva ley de cuotas y defendiendo, en línea con la derecha italiana, que sean mujeres reales como «nuestras madres, nuestras abuelas» las que compongan el Consejo de Ministros, sin por ello despreciar a las que no ocupan puestos de poder en la sociedad. Decía Chesterton que el trabajo de casa, tradicionalmente realizado por la mujer, se considera inferior cuando lo cierto es que es precisamente el de fuera del hogar el que «no se hace por gente que se aprecia o se quiere». Para Meloni es hora de valorar positivamente la maternidad y la feminidad pues «del amor de la madre descubrimos la abnegación», algo que honra a todas las mujeres en lugar de discriminarlas.
En definitiva, la igualdad y la reivindicación de la maternidad conforman el núcleo del discurso sobre la mujer de la premier italiana que se opone a que la llamen presidenta. La mujer debe poder llegar a puestos de liderazgo si así lo desea. La falta de liderazgo femenino es una contradicción, afirma, pues es precisamente la nación italiana «la misma que pone en manos de las mujeres la gestión de todo lo que es más valioso, a saber: la familia, los hijos, el hogar».