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LA PROGRESÍA MEDITERRÁNEA, HISTÉRICA ANTE LAS ELECCIONES EN ITALIA

El efecto dominó en defensa de la soberanía de las naciones que supondría una victoria de Meloni

La primera ministra de Italia, Giorgia Meloni. Reuters
La primera ministra de Italia, Giorgia Meloni. Reuters

Dice el diplomático Mario Crespo que el ciclo político que se abriría en Europa si Giorgia Meloni gana este domingo en Italia traería alianzas más de ideas e intereses que geográficas entre las distintas naciones. En ese caso, apunta, los “valores europeos” ya no servirán como llave maestra para construir la Europa que viene.

En ese escenario se abre paso la nueva derecha. En Polonia (PiS) y, sobre todo, Hungría (Fidesz) no solo gobiernan, sino que marcan el camino a otras fuerzas del continente. Este mismo mes, Suecia confirmó el cambio de paradigma con la victoria de los partidos derechistas y el 20% del voto para Demócratas de Suecia, el partido de Jimmie Akesson, que ha quedado segundo delante del partido conservador más centrista.

Este domingo se puede acelerar este proceso o giro reaccionario que comenzó en Occidente con el Brexit y la victoria de Donald Trump. Las encuestas son favorables y eso suscita la histeria entre la progresía mediterránea de allí y de aquí, que fantasea con la vuelta de Mussolini y las portadas que llevan escritas desde hace décadas: «Nueva marcha sobre Roma».

El viernes por la mañana Ángeles Barceló repartía tiritas en la cadena SER ante el avance del fascismo. Que una mujer mande en Italia por primera vez (¡sorpresa!) no empodera a nuestro feminismo oficial, pues Meloni será mujer, pero no tanto. «La ultraderecha puede hacerse con la victoria, la neofascista Giorgia Meloni puede convertirse en la primera mujer que alcance la jefatura del Gobierno, no deja de ser paradójico que haya tardado tanto tiempo una mujer en Italia en convertirse en primera ministra y que, cuando lo haga, sea una mujer, heredera de las políticas de Mussolini”. El mismo viernes por la noche Vicente Vallés abría el informativo de Antena 3 asegurando que «los gobiernos europeos y Bruselas contienen la respiración ante la posibilidad de que la extrema derecha populista gane las elecciones en Italia».

Sin embargo, los cordones sanitarios y las ridículas alertas antifascistas contra imaginarias camisas negras tienen, como apreciamos en España elección tras elección, cada vez menos efecto. El campo de juego ideológico se ha ensanchado y eso ha permitido debatir sobre cuestiones que el sistema creía amortizadas. Una de ellas es el cambio climático y la soberanía energética.

La crisis que azota a Europa provoca que el ciudadano medio -asfixiado por las facturas de la luz y el gas- no atienda a obsesiones ideológicas, sino a las cosas del comer.

En este contexto, no parece probable que el posible ruido por una victoria de Fratelli d’Italia vaya a frenar las expectativas de partidos similares en otros países. De haber efecto dominó lo lógico sería una réplica en un país de cultura similar.

Ahí entra España, cuyo socio es VOX, con quien comparte espacio en el Parlamento Europeo en el ECR party. Ideológicamente Meloni confluye en más del 90% con el partido de Abascal, de quien tomó ideas como la lucha contra el fanatismo climático, hasta entonces sin oposición en Italia.

Otra de las grandes ideas en común es el rechazo a la inmigración ilegal. Por eso, si Meloni ganara, España encontraría en ella a un aliado en la defensa de la frontera sur. Y ello abriría dos posibles escenarios: si nuestro Gobierno mantiene una política de puertas abiertas, la península ibérica recibiría aún más inmigrantes por el veto italiano. La segunda opción es que la batalla migratoria italiana cale con fuerza en las instituciones europeas y otorgue mayor protección a nuestro territorio.

En definitiva, Bruselas hará algunos aspavientos si los italianos se decantan por la líder transalpina. Pero sin generar demasiado escándalo, o al menos el justo, pues el propio Partido Popular Europeo no ha tenido más remedio que bendecir el pacto de Forza Italia con Fratelli y la Liga. De ganar Meloni, el terremoto no sería tan grande como si, por ejemplo, Le Pen llegara al Elíseo. La italiana, de alzarse con la victoria, lo hará de la mano de Salvini y Berlusconi. Es decir, no podrá aplicar todo su programa. Mirado en perspectiva, sin embargo, sería la primera derrota del globalismo en la Europa occidental.

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