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aplica descalificaciones totalitarias

La revista alemana Der Spiegel trata de silenciar a los patriotas y soberanistas con un nuevo ataque en su portada a Trump, Le Pen y Höcke (AfD)

Donald Trump. Europa Press

Atribuyen a Churchill (a quien se endosan tantas citas huérfanas) la frase de que, cuando vuelva el fascismo, lo hará bajo la bandera del antifascismo. Y sea o no el legendario primer ministro británico el autor, lo evidente es que la frase lo clava. Lo estamos viviendo.

«Fascista», que empezó siendo la descripción de una adscripción ideológica muy concreta, ha acabado por convertirse en un mero insulto destinado a acallar al disidente cuando se carece de argumentos válidos, tan común ya que se ha vuelto casi completamente inofensivo.

Pero, al menos en Alemania, la izquierda sigue confiando en que tenga la suficiente mordiente como para aplicar descalificaciones totalitarias contra quienes osan oponerse a la ortodoxia férreamente asentada en la política occidental. Así, el último ejemplar de la antaño prestigiosa publicación política Der Spiegel —famosa por sus insultantes portadas contra Trump—- tiene como portada un tema ampliamente desarrollado en su interior bajo el titular «Cómo empieza el fascismo» (Wie Faschismus Beginnt), que tiene como ilustración las efigies de Björn Höcke, copresidente de Alternativa para Alemania en el estado de Turingia, Marine Le Pen y Donald Trump. 

El tema principal desarrolla esta absurda acusación bajo el título «Los Hitlers ocultos». ¿Vuelve el fascismo?», se pregunta Der Spiegel. «¿O ya está aquí, con Trump, Orbán o Höcke? Y si es así, ¿podría volver a desaparecer? Sobre el intento de reconocer el mal». No, no es una broma.

Y no es que creamos que no sea un peligro el regreso, no del fascismo en su doctrina original, pero sí de algunos de sus rasgos más insidiosos en la práctica, como el totalitarismo de pensamiento único, la eliminación de los adversarios políticos, la represión de las opiniones disidentes y la aplicación caprichosa de la ley siguiendo criterios ideológicos. Porque es lo que tenemos delante de los ojos.

Como, por ejemplo, el acoso a Alternativa para Alemania (AfD), un partido sometido a un indignante acoso oficial porque, oponiéndose a la política del Gobierno de coalición y de todos los demás partidos del sistema, pretende detener la destrucción de Alemania a través de la sustitución poblacional y no para de subir en las encuestas de intención de voto, siendo ya el segundo partido por detrás de los democristianos de la CDU.

Esa popularidad creciente es la que, en una supuesta democracia, le ha valido ser legalmente espiado por las agencias alemanas de inteligencia y se discuta casi diariamente la conveniencia de ilegalizarlo. El propio Der Spiegel, naturalmente, ha sido parte entusiasta en este acoso, hasta el punto de que hace ocho meses Boris Palmer, alcalde de Tubinga y exmiembro del Partido Verde alemán, acusó a Ann-Katrin Müller, de Der Spiegel, de ser irresponsable al respaldar propuestas para sofocar el apoyo a la AfD, que está aumentando su popularidad entre el electorado, particularmente en los estados del este de Alemania.

Der Spiegel está «perdiendo el contacto con la realidad» después de que su editor político escribiera un artículo en el que pedía que se eliminase la financiación pública a la que tiene derecho AfD con el fin de «fortalecer la democracia», señaló Palmer.

Der Spiegel sostenía que negar a la AfD la financiación del partido a la que tenía derecho podría evitar su victoria en las elecciones regionales del pasado mes de septiembre. El propio titular decía: «¡Actuemos antes de que sea demasiado tarde!». El periódico pidió a la coalición-semáforo alemana que cerrara «pronto» el grifo del dinero para el partido de la oposición.

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