«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Casi un tercio de los nacidos en Reino Unido fueron de madres extranjeras

Concretamente, en un 28,2% de los nacimientos que se produjeron en Inglaterra y Gales en 2016 –casi 200.000 de 696,271-, las madres habían nacido fuera del Reino Unido, según la Oficina Nacional de Estadística de aquel país (ONS), el máximo registrado hasta la fecha.

La cifra es especialmente significativa porque no indica los nacimientos, evidentemente muy superiores, de madres procedentes de la inmigración pero nacidas en el Reino Unido, ya que la ONS, a diferencia de organismos similares de otros países, no ofrece ese dato, como tampoco el status del padre, que a su vez puede haber nacido fuera de Gran Bretaña.

Dada la proporción de inmigrantes llegados sobre todo durante el mandato laborista de Tony Blair y los que siguen llegando en la presente ‘crisis de los refugiados’, y a la tasa de fertilidad mucho mayor de estas comunidades a la de la población nativa, es de prever a medio plazo una profunda transformación demográfica en el país a medida que muera la generación más anciana, abrumadoramente británica ‘de cepa’, y sea sustituida por hijos y nietos de inmigrantes ahora niños.

Es este un cambio que muchos en las altas instancias de la política británica aguardan con indisimulada ansia. Es el caso de Lord Kerr of Kinlochard, miembro de la Cámara de los Lores y uno de los redactores del célebre Artículo 50 del Tratado de Lisboa, quien aseguró el pasado noviembre que Gran Bretaña necesita desesperadamente la llegada de millones de inmigrantes porque “los británicos nativos somos tan estúpidos”.

“Los británicos nativos somos tan estúpidos que necesitamos una inyección de gente inteligente, de gente joven de fuera que venga a espabilarnos de vez en cuando”.

La referencia a la inteligencia es un asunto delicado que solo se permite en público si va exactamente en la dirección defendida por el par británico, es decir, por parte de la élite británica como insulto a sus connacionales inferiores.

Desde 1990, cuando representaba un 11,6%, como señala la ONS, esta cifra no ha dejado de crecer un solo año.

Las cifras referidas a Irlanda del Norte y Escocia se recogen aparte, pero las estimaciones apuntan a un desarrollo similar.

Mientras que algunos analistas aplauden estas cifras y exigen una política de fronteras abiertas para evitar el colapso demográfico y de las pensiones a que aboca la baja tasa de natalidad de los británicos nativos, otros advierten que la cantidad de inmigrantes que se necesitaría para hacer viable el Estado del Bienestar en su forma actual supondría un desastre para un país con una tan alta densidad de población.

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