Orban en su discurso en Băile Tușnad, que vengo glosando, se nos aparece como un claro defensor de Europa. Como lo es Santiago Abascal. Como lo es Giorgia Meloni. Como lo es VOX. Como lo son todos los partidos y movimientos europeos que, sobre el amor a sus patrias, tienen una firme convicción de que Europa son sus naciones; y de que la fortaleza de sus naciones será la de Europa en su conjunto.
Dentro del Occidente, Orban distingue Europa y Estados Unidos. Para recordar que nuestra situación es “particular y doblemente difícil”. Y es que Estados Unidos se dio cuenta hace tiempo de su progresiva pérdida de poder tecnológico, energético y productivo, iniciando a partir de 2013 el empleo de nuevas tecnologías de extracción de energía y de materias primas; el método de fracturación; método que VOX ha reclamado para España y en cuya defensa nos hemos quedado solos. La Ley de Cambio Climático y Transición Energética de 2021 es la soga atada al cuello de la economía y la seguridad de España. Una soga preparada por Sánchez y sus fanáticos, tensada por los separatistas y anudada por todos, menos VOX. Porque ellos son los negacionistas. Niegan la realidad de nuestro declive y la evidencia de nuestra dependencia engañando a la mayoría de los españoles. Niegan a las familias y empresas españolas un futuro de seguridad, empleo y prosperidad.
Esa falta de dependencia energética norteamericana marca la diferencia con Europa. Europa, cautiva desde hace décadas de la socialdemocracia (socialista o popular, da igual), se ha entregado al fanatismo de los grupos de presión ecoradical. Prohibición y suspensión de la energía nuclear, cierre y demolición de las centrales térmicas de carbón. En los últimos años, el fanatismo climático aceleró cabalgando sobre Al Gore y Greta Thunberg, y miles de millones de euros pagados por los Estados y organizaciones supranacionales. Llegó la taxonomía y la distinción falaz de energía verde y no verde. Se aceleró la “transición energética” por los burócratas y lobbies de Bruselas – sometidos al yugo de la secta climática -: electrificación obligatoria y descarbonización imperativa, perjudicando o impidiendo la toma de decisiones soberanas y autónomas de los Estados miembros. Sin nuclear y sin fracking. Europa decidió proteger el eje energético alemán-ruso durante el mayor tiempo posible, trayendo el gas de Rusia a Europa.
La apuesta estratégica de Europa, que Orban explica en su discurso, es lo que la política internacional está destruyendo actualmente. Y Bruselas, la Comisión, en lugar de pedir a los alemanes que no apaguen sus últimas centrales nucleares en funcionamiento que producen energía barata, deja que las apaguen, y si la energía se les acaba, entonces de alguna manera se la quitarán a otros Estados, que han almacenado. Orban, atrevido, dice que eso en Hungría se llama “botín”. También en España.
Soberanía energética es no renunciar a ninguna fuente de energía, cualquiera que sea su naturaleza, origen o método de obtención: hidráulica, solar, eólica, térmica, nuclear, biomasa, etc. Por supuesto que se preferirá la que sea más eficiente y menos contaminante. Pero no podemos salir a competir con las manos atadas. Y menos aún competir con los puños de otros, porque seremos golpeados.
La dependencia absoluta del gas ruso causada por el fanatismo climático de Greta y su chupipandi; la inflación provocada por el incremento de los precios de energía ya que hay menos energía en ese “mercado global” para una demanda igual o creciente; así como la existencia de ese mercado especulativo de los derechos de emisión de CO2, tiene responsables claros, que han de rendir cuentas, pero que quieren irse de rositas en esta crisis. Y quizás lo hacen, porque son muy poderosos. Una de nuestras tareas es que no sea así. Han de pagar las consecuencias.