Sobre este punto de la mención a las raíces cristianas de Europa y la herencia judeocristiana además de griega, conviene recordar lo que se planteó en el origen.
Parece ser que los tres democristianos considerados padres fundadores de la Unión Europea, el alemán Adenauer, el francés Schuman y el italiano De Gasperi, nunca pensaron que debía mencionarse, de forma explícita, en la redacción de los documentos oficiales de creación de los tratados europeos, aunque públicamente, hablaban de los valores cristianos que impregnaban sus acciones, de forma natural. No hacía falta, en aquel entonces, y les pareció innecesario…
Curiosamente, Jean Monnet y Paul-Henry Spaak, que eran agnóstico y ateo respectivamente, si reconocían que el cristianismo era un factor positivo de cohesión en la historia de los pueblos de Europa.
Hoy asistimos con tristeza a una Europa que ha perdido sus raíces, a la que, en palabras del mismísimo Jacques Delors, «le falta el alma».