El Tratado de Lisboa, que entró en vigor en 2009, reformó los tratados constitutivos de la Unión Europea para que la organización fuera más eficiente y democrática, fortaleciendo el papel del Parlamento Europeo y la creación de un presidente permanente del Consejo Europeo.
La UE se ha ido enfrentando sin éxito desafíos significativos en los últimos lustros. Tres de ellos muy recordados: la crisis financiera de 2008, la crisis migratoria que arrancó con la «primavera árabe» y el Brexit.
En cuanto a la crisis financiera de 2008, los burócratas europeos vieron en ella una oportunidad para comenzar su particular cruzada de sobrerregulación y control sobre los países miembros. El empobrecimiento generalizado de las sociedades europeas de forma casi repentina permitía desplegar la idea de que nos faltaba coordinación y regulación «protectora».
Se estaban sembrando los vientos que acabaron en las tempestades que vivimos, y animando, ya entonces, a países tan importantes como el Reino Unido a «repensarse» su vocación europea.
Otra gran crisis que desde la UE se gestionó de forma «manifiestamente mejorable» fue la llamada «primavera árabe». En ese momento las protestas populares de muchos países árabes por problemas de descontento social, corrupción y falta de libertades, se quiso solventar, impulsados también por planteamientos naif de la política exterior entonces en los Estados Unidos, con una pretendida imposición de democratización de dichos países que terminó en un fracaso total. Algunos de esos países, aún hoy sufren las consecuencias de ello en forma de inestabilidad política, o lo que es peor, de estados fallidos.
La crisis migratoria de Siria se desencadenó como consecuencia del conflicto civil, que había comenzado en 2011 como parte de la «primavera árabe». La guerra civil siria provocó millones de refugiados que huyeron del país en busca de seguridad y condiciones de vida mejores. Su destino inicial fueron los países vecinos como Turquía, Líbano, Jordania e Irak, pero también hubo movimientos hacia Europa y otras regiones.
En 2015, se produjo el flujo masivo de refugiados e inmigrantes hacia Europa a través de la llamada «ruta de los Balcanes», que implicaba cruzar desde Turquía a Grecia y luego avanzar hacia el norte a través de los países de los Balcanes. Esta situación generó una crisis migratoria en Europa, con países enfrentando desafíos para gestionar el flujo de personas y buscar soluciones sostenibles.
Una pésima gestión de la crisis migratoria con Ángela Merkel a la cabeza, llevó a miles de refugiados a Francia y al borde del Canal de La Mancha, con el fin de pasar al Reino Unido. La situación se volvió insostenible y, según diversos analistas, fue causa fundamental para la posterior salida del Reino Unido de la UE.
Tras esta grave crisis migratoria el Reino Unido votó en un referéndum en junio de 2016 abandonar la Unión Europea, y el proceso de salida, conocido como Brexit, se completó el 31 de enero de 2020. Esto marca la primera vez que un país se retira de la UE. Y las amenazas han surgido de nuevo.
El estrambote final en el periodo de crisis de la UE, de los últimos años, ha sido la aprobación del Pacto Verde Europeo que con la consabida Agenda 2030 detrás, ha llevado y va a llevar, si no lo impedimos, la ruina a nuestra agricultura y a nuestra industria. El empobrecimiento de las sociedades europeas se irá viendo en los próximos años si no revertimos la situación.