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LAS REVELACIONES DE LA CEO DE PFIZER

Pauta completa de mentiras: ni inmunidad ni freno a la transmisión del virus ni salimos más fuertes

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Vacunación. Europa Press.

Una de las noticias más importantes de los últimos tiempos se ha producido donde dicen que nunca ocurre nada: en el parlamento europeo. Esta semana la CEO de Pfizer, Janine Small, ha admitido lo que muchos cautos (y sin embargo estigmatizados como locos e insolidarios) sospechaban: la vacuna contra el covid se administró ignorando si serviría para detener la transmisión del virus.

La confesión es relevante por cuanto refuta el argumento fundamental esgrimido por gobiernos y farmacéuticas contra quienes no se inocularon: sin vacunas se disparan los contagios. Nada de eso. Ahora reconocen que cientos de millones de personas en todo el mundo han sido usadas como carne de cañón para comprobar la eficacia de las terapias génicas experimentales. Ciudadanos convertidos en cobayas humanas con el sello de los estados y la potente industria biofarmacéutica, que los enviaron a vacunarse en rebaño cual ganado bovino.

Cualquiera lo diría, pero someter a la población en la época que muchos consideran paradigma del progreso, libertades, democracia, acceso al conocimiento y espíritu crítico, ha sido un juego de niños. La gente, para regocijo del poder, ha respondido con sumisión norcoreana.

Es verdad que la presión sobre la población ha sido formidable. Nos dijeron: usted debe vacunarse, es una obligación moral, y de no hacerlo será señalado como cómplice de muertes y colapsos hospitalarios. Es más, se le llamará negacionista, categoría que el poder de todas las épocas reserva a aquellos apestados a los que niega el derecho a disentir y cuestionar la verdad oficial.

Claro que a esta estigmatización y vulneración de derechos han contribuido los medios de comunicación, mercenarios que hacen de correa de transmisión y anestesistas del poder. La persecución a quienes no pasaron por el aro ha sido feroz, tachando de antivacunas a quienes han completado su cartilla de vacunación, de negacionista a quien dudó de que los inoculados no pudieran contagiar o a quien no puso el brazo sin conocer los efectos secundarios. Delaciones, señalamientos e insultos en una de las campañas más detestables que se recuerdan. 

Este monstruo de tres cabezas (gobiernos, farmacéuticas y medios de comunicación) generó una pendiente demencial con medidas tan descabelladas como restrictivas. La fundamental, el pasaporte covid, impidió la entrada de millones de personas en el bar de su barrio o en el país de al lado: cuando el globalismo se pone serio, las fronteras son infranqueables. ¿A cuántas personas conocemos que se vacunaron solo por presión social o para viajar a otro país?

Ahora que sabemos que la vacuna se usó sin que impidiera la transmisión del virus, hay que hacerse varias preguntas. ¿Quién se responsabiliza de los daños ocasionados a toda esa gente a la que se condenó al apartheid quedando fuera de la sociedad? Sospechamos que no habrá respuesta en la espiral del silencio en que vivimos, esa omertá de bata blanca que ahora mira hacia otro lado ante el exceso de mortandad. ¿Nadie explica el repunte de muertes por causas cardíacas? La única reacción, como en los buenos regímenes totalitarios, es llamar conspiranoico al que duda. ¿Pero acaso la duda no es la base del método científico y el conocimiento?

Estos últimos años han demostrado que se premia la obediencia y se castiga la disidencia, al espíritu libre. Por eso la masa aplaudió a rabiar cuando Australia prohibió a Djokovic disputar el Grand Slam de tenis por no estar vacunado. Esta ira colectiva sólo fue posible porque antes los medios promovieron verdaderos linchamientos contra los no vacunados. Varios ejemplos:

-Ángel Expósito, COPE, «Cuando uno de estos espabilados se contagie, caiga enfermo e ingrese en la UCI, ¿tenemos que pagarles nosotros el ingreso de su irresponsabilidad? ¡La vacuna obligatoria, no sé cómo, ya!»

-Fernando Jáuregui, COPE: «La vacuna se puede hacer obligatoria por la vía de los hechos. Al negacionista, al que se niega a vacunarse, hay que tratarle como un apestado».

-Juan del Val, Antena 3: «Si no te puedo obligar a vacunarte, quédate en tu casa y no salgas y no contamines al resto y conviertas este mundo en invivible… ¡que no puedan ir a ninguna parte!»

-Héctor de Miguel, cadena SER: «Con esta gente que está favoreciendo una sexta ola, ¿qué hacemos? Ya nos ocupamos los demás de que tú no te mueras por ser gilipollas».

-Susana Griso, Antena 3: «Se les tiene que vetar el acceso a determinados lugares».

Si todos ellos han quedado retratados es, en gran parte, gracias al eurodiputado holandés Rob Roos, del ECR, que ha logrado sacar la verdad a la representante de Pfizer con una sencilla pregunta:

-¿Fue testeada la vacuna de Pfizer para detener la vacunad el covid antes de entrar al mercado?

Janine Small descubrió el pastel:

-En cuanto a la pregunta acerca de si sabíamos si detendría la inmunización antes de entrar al mercado, no.

Esa frase quedará para la historia, como el aplauso liberal a Macron cuando enviaba a la policía a patrullar las terrazas para exigir a los clientes el certificado de vacunación. O que tragáramos que hubiera más gente en un plató de televisión (todos sin mascarilla) que en el entierro de nuestros seres queridos.

En fin, que el rey va desnudo, que ni inmunidad de rebaño, ni freno a la transmisión del virus ni salimos más fuertes. Que el modelo chino se impone en occidente mientras la mayoría celebra el cautiverio. Revelada la verdad, ¿quiénes son entonces los negacionistas?

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