Desde su salida de la Unión Europea, el Reino Unido se ha desprendido de las regulaciones económicas de Bruselas, pero no de las ideológicas. Aunque el Gobierno conservador —hundido en las encuestas— está debatiendo la concesión de permisos para la explotación de nuevas minas de carbón, los mandatos supranacionales de lucha contra el cambio climático y adopción de la ideología de género se siguen aplicando con mayor o menor intensidad según la Administración.
Mientras que en Escocia el gobierno nacionalista tala millones de árboles en terrenos públicos para que empresas privadas instalen sus aerogeneradores, más al sur, en Londres, su alcalde, el laborista de origen paquistaní Sadiq Khan, está convencido de que la contaminación de los motores de combustión mata tanto como el calor. Y por eso decidió ampliar la zona de bajas emisiones (el Madrid Central de Londres) a una extensión mayor. El nuevo perímetro entra en vigor el martes 29 de agosto.
En la ULEZ (Zona de Emisiones Ultra Bajas), sólo son bienvenidos los vehículos eléctricos, los favoritos de la oligarquía globalista; los vehículos con motores de combustión se admiten siempre que paguen unos 15 euros (12,5 libras) por día. Es decir, para el izquierdista Sadiq Khan los supuestos muertos que causa el diésel son soportables a cambio de unas libras para su Ayuntamiento.
Las grandes perjudicadas por la ULEZ son las denominadas furgonetas de hombres blancos (white men van), a cuyos dueños se les carga con un nuevo coste. Para el conductor de un coche viejo que entre en Londres cinco días a la semana, la factura rondaría las 3.000 libras anuales. Estas personas no pueden vivir en Londres, convertida en una ciudad para ricos, y si quieren entrar en ella con sus herramientas o para prestar servicios como empleados a los millonarios nacionales, árabes o chinos que les contratan tienen que amontonarse en los saturados transportes públicos o bien pagar una tasa que, en España hasta su abolición, se llamaba portazgo.
«La familia blanca es poco representativa del Londres multicultural»
Khan, hijo de un chófer de autobús, ha decidido que el transporte público no es para él. Como alcalde, dispone de un Range Rover valorado en 300.000 libras y que, encima, está exento de pagar esas 12,5 libras. Se deduce que su coche oficial no debe de matar a nadie con sus gases. Al servicio de quiénes se halla de verdad este político laborista queda claro si se recuerdan, junto con sus sus acciones, unas declaraciones recientes según las cuales la familia blanca es poco representativa del Londres multicultural.
Reacción popular
Pero los británicos son cada vez menos ese pueblo obediente y orgulloso de su país, su parlamento y su rey. Desde que Khan, reelegido en 2021, anunciara la ULEZ y se empezaran a instalar las cámaras que controlarán las matrículas de los automóviles, se ha producido una reacción popular. Más de 300 de esos dispositivos se han robado o destrozado desde abril pasado hasta mediados de este mes. En el sureste del Gran Londres, la nueva zona afectada por la cruzada de los salvamundos, el porcentaje de cámaras anuladas ronda el 90%. Un grupo que se llama a sí mismo Blade Runners se atribuye esas destrucciones y muestra sus víctimas en las redes sociales.
Los ingleses blancos de las furgonetas parece que se han hartado, al igual que los agricultores holandeses, de que les digan cómo deben vivir. ¿Llegará el enfado a los españoles, ese pueblo con una injustificada fama de rebelde?