El mayor brote de difteria en Europa en siete décadas, registrado en 2022, se ha vinculado genéticamente con rutas migratorias conocidas a lo largo del continente, y no con los países de origen de los pacientes, según revela una investigación publicada en The New England Journal of Medicine.
El hallazgo apunta a que la bacteria Corynebacterium diphtheriae se habría propagado entre personas en tránsito hacia Europa Occidental, adquiriendo la infección en el camino y no en sus lugares de procedencia. «Los análisis genómicos muestran que los individuos no portaban el patógeno al salir de sus países, sino que lo contrajeron en su trayecto migratorio», ha explicado el Dr. Andreas Hoefer, uno de los autores del estudio.
Entre enero y noviembre de 2022, se contabilizaron 362 contagios distribuidos en diez naciones europeas. La mayoría de los infectados eran varones jóvenes, con edades comprendidas entre los 16 y los 20 años, en su gran mayoría migrantes recientes o personas en estrecho contacto con comunidades migrantes. Alemania fue el país con mayor número de notificaciones (118 casos), seguido por Austria (66).
Una característica clave del estudio fue la detección de cepas bacterianas prácticamente idénticas en diferentes puntos geográficos del continente, lo que refuerza la hipótesis de una transmisión activa en rutas de migración y no en los países de origen. Los investigadores destacan que los patrones de movimiento humano parecen haber desempeñado un papel crucial en la dispersión del brote.
Además, se ha identificado que esta misma variante bacteriana guarda relación genética directa con una nueva oleada de casos registrada en Alemania en abril de 2025. Este rebrote afectó a perfiles distintos: personas sin hogar, un anciano y un menor sin vacunar, lo que ha encendido las alarmas sobre la posible circulación silenciosa y sostenida del patógeno en zonas urbanas del oeste europeo.
Los especialistas advierten que la falta de diagnóstico precoz, junto con la baja cobertura vacunal en ciertos colectivos vulnerables, podría estar favoreciendo la persistencia de cadenas de transmisión invisibles. El estudio enfatiza la necesidad de fortalecer la vigilancia epidemiológica y adaptar las estrategias sanitarias a la realidad cambiante de la movilidad humana en Europa.