Ante el marasmo social, cultural y de seguridad que ha traído a los países de Occidente la inmigración masiva, la respuesta habitual de los correveidiles de las élites globalistas ha sido que, guste o no, la entrada de millones de extranjeros procedentes de países culturalmente distintos y distantes ha sido invariablemente que es necesaria para sostener nuestros sistemas de bienestar: es la economía, estúpido.
Sólo que tampoco eso es verdad. Un estudio recién publicado en Gran Bretaña por el Centro de Estudios Políticos concluye que la inmigración masiva no ha generado el crecimiento económico que los sucesivos gobiernos de Reino Unido afirmaron que produciría y ha contribuido a aumentar la presión sobre los servicios públicos.
Así de contundente se ha mostrado el exministro de inmigración británico, Robert Jenrick, autor del informe en colaboración con un grupo de expertos. El informe revela datos que contradicen la narrativa oficial según la cual la inmigración masiva impulsa el crecimiento económico, proporciona un beneficio fiscal y es una fuerza positiva para las naciones europeas.
«La escala y composición de la inmigración reciente no han logrado generar los importantes beneficios económicos y fiscales que prometieron sus defensores, al tiempo que ejercieron una enorme presión sobre la vivienda, los servicios públicos y la infraestructura», afirma el estudio, que revela que la inmigración neta representó el 89% del aumento de 1,34 millones en el déficit de viviendas de Inglaterra durante la última década, lo que resultó en una escasez de viviendas y empujó los precios a una relación récord entre precio de propiedad y salario.
Advirtió que Gran Bretaña tendría que construir una casa cada cinco minutos, día y noche, sólo para hacer frente a los niveles actuales de inmigración. Las 515.000 viviendas que se necesitan cada año equivaldrían a añadir una ciudad del tamaño de Cardiff al Reino Unido cada año.
En un vídeo adjunto, los coautores explicaron que la inmigración neta acumulada en los 25 años previos a la victoria electoral del ex primer ministro laborista Tony Blair en 1997 había sido de sólo 68.000. En los 25 años siguientes, la inmigración neta acumulada fue de al menos 5,8 millones. «Un total de 1,2 millones de personas llegaron al Reino Unido el año pasado. Eso significa que 1 de cada 60 personas que viven hoy en el Reino Unido llegó en los últimos 12 meses», afirma el vídeo.
La inmigración de fuera de la UE a Gran Bretaña se ha disparado después del Brexit, pero la abrumadora mayoría de los recién llegados no se dirigen a Reino Unido para trabajar y, por lo tanto, pagar impuestos e impulsar la economía. Sólo el 15% de los que llegaron desde fuera de la Unión Europea en los últimos cinco años lo hicieron con un visado de trabajo.
También revela que la población británica aumentó en ocho millones de personas entre 2001 y 2021, de los cuales siete millones se debieron a la inmigración masiva. «Eso es el equivalente a las poblaciones combinadas de Birmingham, Manchester, Belfast, Cardiff, Edimburgo, Glasgow, Leeds, Leicester, Liverpool, Newcastle, Peterborough, Ipswich, Norwich, Luton y Bradford», afirma el vídeo.
El informe enseña que la inmigración masiva «no ha generado un crecimiento significativo del PIB per cápita» y ha aumentado las presiones sobre la infraestructura crítica «desde carreteras hasta consultorios médicos de cabecera».
El vídeo también proporciona detalles sobre la diferencia en la calidad de la inmigración en todo el mundo, destacando que los inmigrantes de Medio Oriente, África del Norte y Turquía tienen «casi el doble de probabilidades de ser económicamente inactivos que alguien nacido en Reino Unido». De manera similar, los inmigrantes de Somalia y Pakistán suelen pagar entre cuatro y nueve veces menos en impuestos sobre la renta que los de Canadá, Singapur y Australia.