«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Fiesta de la Democracia

El hampa política o la conexión del periodo electoral entre España y Argentina

Cuando se aproximan las elecciones las campañas enfervorizan a algunos y desesperanzan a otros. Sea cual fuere el rol que se le adjudique a la política partidaria en la vida cotidiana, en campaña es imposible abstraerse de las reyertas, embates, promesas, embustes, mensajes cínicos y competencias superficiales que emanan de los mensajes electoralistas. Flotamos en el líquido amniótico comicial que nos envuelve en el trabajo, los estudios, los programas de tv, comprando tomates o en las clases de trombón.

Es la Fiesta de La Democracia, nos dirán, aunque a fuerza de chascos sabemos bien que hay fiestas en las que la diversión es un bien escaso. Así que por una cuestión de salud mental es esencial que nosotros, los votantes, recordemos que esto es una ficción pero que el triste papel de espectadores al que estamos confinados no está escrito en piedra. No estamos obligados a bailar cualquier son de la Fiesta de La Democracia y existen, aunque muy ocultas, otras formas de vivir la temporada de elecciones.

Para quienes ostentan desde hace décadas el poder gubernamental, llamémosles cariñosamente (y con todo respeto) El Hampa Política, las elecciones son un trámite, un escollo en la suave pradera de sus actividades. Se trata del momento en el que están obligados a conceder el placebo de unas propuestas que seduzcan, o que al menos no importunen, al electorado.

Dichas propuestas carecen de valor real, son como los billetes del Monopoly, El Hampa Política no tiene empacho en romperlas y justificarse con excusas sobre la dura herencia recibida o con cambios de opinión repentinos ocurridos apenas llegados al poder. Y aunque a ambos lados del Atlántico estemos padeciendo gobiernos de corruptos, condenados, ladrones falsarios inútiles a todo servicio, esta prostitución sistemática de la naturaleza de La Democracia, el ataque a la voluntad del votante y a su libertad y esta reducción a la esclavitud clientelar que nos condena, tiene autoria bipartidaria.

Los dos grandes partidos que se vienen alternando en el ejercicio del gobierno han ampliado el poder del Estado sin miramientos, alterando o modificando leyes que les impidieran dicha ampliación. Por idénticas o por disímiles razones, ambos nos han endeudado de una manera terminal, han pactado con lo más abyecto y delincuencial de la sociedad por conveniencia o por cobardía y todo lo actuado tiene su origen en intereses propios de la supervivencia de El Hampa Política, que no aporta el menor beneficio a los votantes. Pero las campañas fomentan la necesidad de creer que “esta vez sí” o bien “algo malo se va a terminar” o bien un “cambio positivo va a ocurrir” porque, al fin y al cabo, estamos yendo a La Fiesta de La Democracia a elegir algo y es doloroso y asfixiante darse cuenta de que estamos siendo burlados por El Hampa Política. 

Es crudo, y más en temporada de elecciones, denostar la esperanza de que un cambio de signo político sanará las heridas, sacará la escoria de forma definitiva y restaurará la república, pero ni la decadencia se va a terminar ni los problemas van a desaparecer si el votante sigue confundiendo al síntoma con la enfermedad. Este tsunami de crisis irresueltas tiene una sola causa y es el accionar de El Hampa Política cobijada en el descomunal poder que ha alcanzado, intrusando todas las instituciones existentes e inventando otras, porque sólo les cabe expandirse. La estructura estatal hace décadas que no está al servicio del votante sino de El Hampa Política que la considera de su propiedad, aceptando sólo alguna alternancia pautada en la gestión. 

Hay un palpable descontento, claro. Es cierto que el votante se ha vuelto astuto gracias a tantos mamporros y además la endogamia bipartidista ha hecho decaer mucho la calidad de lo que se ofrece en la góndola eleccionaria. Por eso el votante astuto ha descubierto hace rato que cuando El Hampa Política habla de La Democracia, no se refiere en absoluto a lo mismo que él entiende por este término. En la vida real, La Democracia ha dejado de ser un mecanismo neutral de toma de decisiones que permite que el votante participe del gobierno, y esta es la razón por la cual en todo el mundo cada vez se participa menos de las elecciones y cada vez se confía menos en esta forma de representación ciudadana. La Democracia, según su versión actual, es una ficción de legitimidad popular destinada a encubrir las decisiones y las acciones de El Hampa Política. Y si ocurriera que el votante se vuelve demasiado engreído y comienza a moverse por fuera de los contornos bipartidistas que El Hampa Política le ha trazado, u ocurre que aparece en el horizonte algún candidato o proyecto electoral que no responde al paradigma prefabricado que garantiza la supervivencia de El Hampa Política entonces será todo oportunamente cancelado y atormentado o absorbido y regurgitado. La Democracia es hoy, para no andar con vueltas, exclusivamente el manual de uso aprobado por El Hampa Política y ninguna otra cosa.

Llegados hasta aquí, resulta evidente que es potestad de El Hampa Política determinar qué  cosa o persona es peligrosa para La Democracia. En temporada de elecciones hay que pensárselo dos veces antes de enfrentarla y correr el riesgo de ser intimidado hasta la sumisión mediante la amenaza o la fuerza. El Hampa Política ha colonizado los resortes para garantizar que los divergentes sean procesados por cualquier infracción contra sus estándares y el votante común escarmienta ante la menor infracción mientras que El Hampa Política puede incumplir la Constitución Nacional sin consecuencias. Esta condición sirve para domesticar al votante engreído e indicarle que todo gira en torno a La Democracia tal como la ha definido El Hampa Política y oponerse a esta pauta es convertirse en un paria. 

La Democracia es, en definitiva, una hoja en blanco en la que sólo El Hampa Política puede escribir y definitivamente hablar de democracia equivale a hablar de su agenda. Por eso, resulta que es antidemocrático oponerse a las políticas identitaristas, igualitaristas, de autopercepción o redistribucionistas. Pero ¿Acaso no teníamos democracia antes de todas esas políticas?. Y por eso no es democracia cuando una gran mayoría vota por cosas que El Hampa Política no quiere y sí es democracia cuando El Hampa Política arrastra a la sociedad en la dirección que el votante no desea y que jamás eligió. Pero mientras sigamos sirviendo un banquete en su mesa, no podemos ofendernos y decir ¿pero quién les da de comer? Porque los votantes sabemos que somos los que los mantienen bien alimentados. Y El Hampa Política sabe que sabemos pero también sabe que somos vagos, temerosos y es fácil cultivar nuestro odio al otro más que la crítica al propio. No hemos exigido calidad ni decencia y así no vamos a conseguir virtudes. 

Durante la temporada de elecciones el votante astuto debe pasar por un tamiz muy fino a los candidatos y seleccionar a aquel que no quiera quedarse con el fruto de su trabajo y apunte a bajar el gasto del Estado que es la fuente de poder de El Hampa Política. Ha de buscar quién esté dispuesto, en consecuencia, a perder poder. En este sentido, perder poder significa enfrentar al resto de los que parasitan las arcas públicas porque una reducción de privilegios los vuelve desquiciados y desagradables. O sea que estamos buscando a alguien dispuesto a perder poder y a la vez tener el coraje de soportar este embate. Sabemos que El Hampa Política no aplica a los patrones de la búsqueda lo que, francamente, reduce de forma drástica la tarea, ya que difícilmente vayamos a encontrar en el bipartidismo a alguien dispuesto a cumplir estos dos objetivos. La temporada de elecciones también abunda en soluciones mágicas para problemas complejos. Aquellos que afirman que hay soluciones fáciles e indoloras deberían ser descartados de cuajo por falta de seriedad. Por lo tanto, nos encontramos en la búsqueda de gente dispuesta a perder poder, corajuda y que no nos mienta diciendo que nuestros problemas se van a arreglar fácilmente y sin consecuencias, gracias a alguna razón supranatural que como mortales no comprendemos. 

La temporada de elecciones es tan aparatosa que termina haciéndonos olvidar que sólo se trata de reemplazar a unos tipos por otros y nos confiamos en que el proceso electoral trocará la suerte del país, olvidando que los anticuerpos de El Hampa Política son potentes y que su poder jamás ha disminuído más allá de los cambios de nombre de un presidente. La ideología dominante, el paternalismo estatista, es la fuerza corrosiva que ha dado lugar a El Hampa Política, enfrentarla requiere estudiar el tablero, adelantar sus jugadas, conocer su historia, analizar las bases de su legitimidad o prestigio y cartografiar su capacidad de daño. Como enseña Caperucita, esto no es posible si se toman atajos, nunca es seguro el camino corto. En definitiva, requiere entender la temporada de elecciones como una verdadera confrontación del relato de El Hampa Política con la realidad, más allá de estruendosos escándalos escenográficos.

Repasando, buscamos a alguien dispuesto a perder poder, con coraje, que no caiga en soluciones alquímicas para realidades complejas y que aprecie el éxito difícil. Alguien que se atreva a proponer ideas muy distintas, bien calibradas y que pueda explicarlas con la templanza de quien se sabe en desventaja jugando en terreno enemigo. Buscar revertir esta pertinaz crisis en la que vivimos requiere también de una contención social creada por fuera de los tentáculos del poder, donde el abuso de El Hampa Política quede anulado por la voluntad de quienes ya no lo toleren. Requiere además tener la energía para conectarse con personas afines no necesariamente para actuar políticamente sino para generar entornos en los que el poder político no marque la cancha. El antídoto para El Hampa Política es no dejar a los divergentes aislados, desanimados y derrotados. 

Entonces ya no buscamos a alguien sino a varios dispuestos a perder poder, con coraje, que no caigan en soluciones alquímicas para realidades complejas, que aprecien el éxito difícil, que entiendan la naturaleza ficcional de la temporada de elecciones y que no tengan la llegada al gobierno como único factor de cambio. Es bien difícil porque una Democracia que represente a los votantes, que respete sus libertades y que no se transforme en una usina de mafias es un proyecto que implica asumir la responsabilidad de no ser complaciente o cómplice de El Hampa Política. Si los votantes ya no creen en La Democracia es precisamente porque El Hampa Política la ha desfigurado y ya no es posible reconocerla de cualquier otro régimen que frustra la libertad y la búsqueda de la felicidad en lugar de promoverla. 

Los límites al poder han sido borrados y la autoridad arbitraria es la norma que se impone en nuestro sistema político perverso que desintegra la esencia misma del ordenamiento que llamamos Democracia porque El Hampa Política no puede evitar su naturaleza, y luchará por su supervivencia aunque el desastre se la lleve puesta. Es su naturaleza buscar la permanencia, la totalidad, el poder sin controles, la sumisión de los votantes y la lisonja de los empresarios, artistas o medios de comunicación. Y necesariamente eso degrada a sus miembros cada vez más, no es casualidad que el poder político de nuestros países caiga progresivamente en manos de dementes, psicópatas, inmorales y mentirosos. Cada camada es peor que la anterior, es su devenir normal. 

Pero si bien es cierto que El Hampa Política termina constituyéndose de personajes indeseables que nos mienten y humillan sin pudor en la cara, también es cierto que el ejercicio político no termina inexorablemente en El Hampa Política. Parece que votáramos convencidos de que esto es inevitable y no es cierto, falacias como «el mal menor» o «el voto útil» son los latiguillos que apuntalan esa desazón que tanto agrada a El Hampa Política. Ceder libertades, aceptar atropellos o validar mentiras, además de creernos condenados a aceptar el mal menor o el voto útil es lo que nos trajo hasta aquí, es la pasividad con la que dejamos que El Hampa Política saque provecho del desgano general. 

El Hampa Política recarga su poder en temporada de elecciones, funciona así porque no entendemos lo básico, cualquier cosa que El Hampa Política prometa es algo que deberá quitarnos antes, y cualquier cosa que ofrezca será menos de lo que nos haya quitado. Y en temporada de elecciones promete y ofrece mucho así que ahí tenemos la medida de lo que nos van a estafar. Hay votantes que piensan que deben resignarse a esto, cada persona sabe cuándo y dónde librar sus batallas. Pero si por las dudas tenemos ganas de probar hacer por una vez algo distinto, entonces busquemos candidatos que no nos prometan ni nos ofrezcan cosas como si fueran los Reyes Magos, que estén dispuestos a perder poder, corajudos, que no brinden soluciones mágicas para realidades complejas, que aprecien el éxito difícil, que entiendan el tablero y que no tengan la llegada al gobierno como único factor de cambio. Es difícil la búsqueda y mucho más lo es salir del rol de espectador al que nos relegaron en La Fiesta de La Democracia, tratemos al menos de no pasar inadvertidos en esta lunática y desafiante velada.

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