«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Rafael L. Bardají (Badajoz, 1959) es especialista en política internacional, seguridad y defensa. Asesor de tres ministros de Defensa y la OTAN, en la actualidad es director de la consultora World Wide Strategy.
Rafael L. Bardají (Badajoz, 1959) es especialista en política internacional, seguridad y defensa. Asesor de tres ministros de Defensa y la OTAN, en la actualidad es director de la consultora World Wide Strategy.

Para que Feijoo no sea Rajoy

15 de julio de 2023

En política, ser ingenuo se paga. Pensar que en esta campaña electoral todos los partidos iban a ser tratados por igual, con ecuanimidad y justicia, era y es de una ingenuidad supina. El sistema político español, al igual que el de todo el mundo «democrático» salido del orden de la Segunda Guerra Mundial, eso que se ha llamado el orden liberal, tiene como su principal objetivo preservarse en el tiempo y, por eso, sus pilares básicos, economía de mercado con una fuerte intervención del Estado y una sociedad dominada por los valores del progresismo, están fuertemente protegidos por las dos corrientes políticas esenciales de dicho orden, la socialdemocracia de izquierdas y la socialdemocracia de derechas. Aquí el PSOE y el PP. Este modelo puede aceptar una izquierda radical pero no una alternativa civilizacional, populista y conservadora, porque sería su final. Por eso la persecución en los medios contra Vox, su marginación en los debates de los dos grandes y cualquier otro tipo de acciones y trucos que impida el ascenso de una alternativa real. Denunciar esta situación antidemocrática es necesario; quejarse de ella una futilidad; sorprenderse negativamente, una ingenuidad.

En política no todos ganan por mucho que se empeñen en decir lo contrario. En unas elecciones generales, al final sólo puede salir un presidente del gobierno. No creo que nadie se rasgue las vestiduras si afirmo que en este 23J las opciones presidenciales se barajan entren la continuidad de Pedro Sánchez y la irrupción de Alberto Núñez Feijoo. Ojalá Santiago Abascal tuviera una opción realista de llegar a la Moncloa, pero ese momento aún no le ha llegado, me temo. ¿Qué significa eso? Que, aunque la dinámica electoral exija salir a la palestra como ganador, la estrategia de verdad debe tener bien presente el puesto al que se puede llegar. En un escenario optimista y, por si las moscas, en un resultado pesimista. Y todo ello a nivel nacional y regional.

En política, las percepciones y expectativas suelen ser tan importantes como la realidad misma. Por eso tanto esfuerzo a crear la imagen ganadora de un candidato y a exponer al contrario como el caballo perdedor. Y de ahí también que el llamado voto útil exista. Según Feijoo, en esta ocasión, cientos de miles de votantes moderados del PSOE deberían pasarse a su opción y casi todos los votantes de Vox tendrían que hacer lo mismo. Y, sin embargo, hay una poderosa razón para no hacerlo, más allá de la coherencia moral, la rabia, el descontento o la causa que sea que motive a un votante. Y esa causa no es más que hay que votar a Vox para que Feijoo no se convierta en un nuevo Rajoy. Un Vox fuerte, con millones de votantes y un grupo parlamentario numeroso, es la única garantía de que el PP no volverá a sus andadas de prometer el cambio, pero aceptar la continuidad de las políticas de izquierda en la realidad. Creo, sinceramente, que es una razón poderosa, fácil de entender, clara y lo suficientemente concisa para dar lugar a más de un eslogan electoral.

La política, como decía Margaret Thatcher, no es el arte de lo posible, sino el arte de hacer posible lo deseable. Y lo deseable, para nosotros ahora, es salvar a España y a los españoles. Pero también Thatcher sabía que había que ser realistas para poder estar en situación de impulsar el cambio verdadero. 

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