El próximo 30 de octubre se decidirá el futuro de Brasil; al menos el político. Más de 120 millones de brasileños están convocados a las urnas para elegir, ahora sí, entre el actual presidente del país, Jair Bolsonaro, y el otrora mandatario ―pasado por la cárcel― Lula da Silva, al futuro jefe de Estado del país.
Según la última encuesta publicada, de Futura Inteligência, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales Lula obtendrá el 46,9% de los votos y el presidente Bolsonaro el 46,5%.
Debido al margen de error de la encuesta, que calculan de un 2,2% más o menos, la incertidumbre es total. Lejos quedan esos sondeos que daban una victoria aplastante a Lula, con márgenes que llegaban a los 15 puntos porcentuales, y que auguraban una victoria en primera vuelta para el líder del Partido de los Trabajadores.
La realidad fue muy distinta: Lula obtuvo el pasado 2 de octubre 57.259.504 de votos, el 48,4%. Bolsonaro, por su parte, fue apoyado 51.072.345 de brasileños, el 43,2% de los votantes. Más de ocho millones de electores optaron por otras candidaturas y más de cuatro votaron en blanco o sus otos fueron nulos; eso, sumado a la abstención, puede decantar el resultado.